_
_
_
_
Emprendedores por necesidad

La crisis empuja la creación de pequeñas empresas

Convertir una oportunidad en un negocio es el reto que se plantean muchas personas que han sido desalojadas del mundo laboral

Dani Cordero
Hans W. Cool y Gijs P. Jansen han creado una empresa de reciclaje.
Hans W. Cool y Gijs P. Jansen han creado una empresa de reciclaje.

Solo Eva Gispert sabe qué pensó el día que perdió su trabajo a los 43 años. Corría 2009, la crisis llevaba dos años dando bofetadas y aquel no era un recorte de empleo muy diferente del resto. En el filo del abismo laboral, las dudas la azotaban. Sabía que perdía el buen sueldo y el buen horario que le garantizaba su puesto en el Consejo de Abogados de Cataluña. Pero en ella convivían el miedo por un futuro incierto y el alivio por un pasado que, en realidad, quería dejar atrás. Eva se tomó la invitación del destino para reinventarse profesionalmente. Hizo un google con su nombre y se asombró de que muchas entradas la vinculaban con temas de adopciones. Ahora, tras un año de planteamientos, temores y decisiones, su trabajo se centra en el asesoramiento psicológico a padres adoptantes. Su particular empresa acaba de empezar. Busca local para instalarse y sondea entre posibles socios para crear alianzas.

El de Gispert es uno de esos proyectos que aúna necesidad y oportunidad. El Global Entrepreneurship Monitor (GEM), una institución que estudia la emprendeduría, señala que esas son las dos principales plataformas de lanzamiento de los que hoy hemos acabado designando emprendedores, personas que crean su propia empresa. Antes ambos factores avanzaban por caminos divergentes. “El emprendedor es alguien que ve una oportunidad, la convierte en un plan de negocio y la lleva a la práctica no sin un gran esfuerzo personal”, señala Pedro Nueno, profesor de la escuela de negocios IESE, quien subraya que antes ha de haber “ideas, conocimiento, trabajo”.

Sin embargo, la alta tasa de paro con la crisis lo ha cambiado todo. Desde 2011 el grado de emprendeduría se ha disparado, pero más como fórmula para escapar del desempleo. Y es que 7 de cada 10 personas crean su empresa básicamente por ese motivo. Y una de cada cuatro lo intentan después de haber estado en las listas del paro, según el informe de GEM para España de 2011. Una evidencia de esa realidad estadística es el aumento que ha tenido el uso de la capitalización del paro, la posibilidad de utilizar el subsidio por desempleo para financiar la puesta en marcha de una empresa propia. En Cataluña, el año pasado, unas 8.300 personas optaron por esta vía. La cifra es significativa: en el mismo periodo el servicio autonómico de empleo (SOC) gestionó 56.500 empleos. Y ese año cerró con 775.000 catalanes desocupados.

“La situación es tal que gente a la que nunca se le había ocurrido autoemplearse ahora lo hace”, señala Xavier López, director general de Economía Social de la Generalitat. Es lo que Ignacio Mur, profesor de Política de Empresa de ESADE, denomina “motivaciones negativas, que no son las más aconsejables”. Uno de los grandes problemas es ser consciente de las dificultades que entraña sacar adelante nuevas empresas. “La tasa de fracaso es alta, con el agravante de que aquí el fracaso está muy estigmatizado”, señala López, al contrario que en los países anglosajones. La supervivencia de una empresa no depende ni de uno ni de dos años. Hay que esperar 42 meses para certificar el éxito y los inicios son los más complicados.

Junto con su cuñada, en paro, Assumpta Miralles lanzó hace un año DeCookies, una empresa que elabora galletas personalizadas. No ha dejado su puesto en la empresa de prevención de riesgos en la que ya trabajaba, pero tardes y noches las pasa haciendo galletas. Han recibido dos premios por el proyecto, pero el año pasado declararon pérdidas y necesitarán tres o cuatro años para alcanzar el negocio que soñaban: la venta por Internet. Por ahora, “vamos tirando, pero el mercado está muy duro y las ayudas escasean”.

Hace dos años, con 24, Francesc Jaumot también montó su propia compañía de soluciones informáticas con Yolanda Manzanares. Hoy, Clibb emplea a 10 personas más, pese a que sus dos accionistas muchos meses no cobran por su trabajo. “Nos tiramos a la piscina sin nada”, explica Jaumot, que detectaba que las empresas de informática prestaban servicios con una tecnología que ya era muy anticuada. “Ahora tenemos el mismo problema que el primer día: la liquidez. Hemos pedido dos créditos al ICO para comprar sillas y ordenadores para la plantilla”, señala y advierte que si las cosas no cambian tendrán que prescindir de dos trabajadores”.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

La contribución de las Administraciones a las empresas de nueva creación escasean. Y el crédito bancario, cerrado desde el inicio de la crisis, tampoco contribuye a la creación de las denominadas start-ups, si bien esta es una cuestión que pone en duda Pedro Nueno: “No veo proyectos buenos que se queden sin financiación”. Cree que en la última década han proliferado las redes de capital riesgo (entidades que gestionan recursos de terceros para invertir en proyectos incipientes) y los denominados business angels, pequeños inversores que optan por empresas que empiezan. Cuando todavía se podía hablar de bonanza, las family offices, sociedades que gestionan las fortunas de familias del mundo de las empresas, entraron también en esos proyectos.

Alucha, una empresa especializada en sistemas de reciclaje, se ha beneficiado de esas redes de apoyo. Sus accionistas lanzaron la idea en 2006, tras un MBA en IESE. Tenían la solución al problema de separar el aluminio en los envases de tetrabrik y conseguir convertir el plástico resultante en un combustible completamente ecológico. Constituyeron la compañía en 2004 y en 2011 pusieron en marcha su primera planta tras conseguir la financiación. Ganan dinero, pero saben que la crisis frenará su proyecto pese a que la inversión sería fácilmente amortizable. “El mercado potencial es grande, pero a corto plazo nadie quiere hacer nada”, señala Hans Cool, accionista.

Este caso, no obstante, es singular en los tiempos que corren. Su inversión es muy superior a la de la media en un momento en el que proliferan los centros de negocios compartidos, espacios en los que conviven autónomos de todo tipo. Herminio Fernández es uno de ellos desde hace pocos meses. Diseñador, tras el cierre del diario en el que trabajaba, se trasladó a Barcelona para vivir con su pareja. Participa en el capital de la empresa valenciana Itbook, especializada en contenidos editoriales para tabletas, pero ahora ha optado por un espacio de trabajo en un centro común porque el despacho le permite tener “un ambiente de trabajo donde recibir a gente y compartir experiencias” con otras personas que trabajan por su cuenta.

La duda es si los emprendedores serán capaces de sacar al país de la crisis o solo solventarán sus propios empleos. Ignacio Mur reclama proyectos más grandes, que generen empleo y riqueza para impulsar la economía. El decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Autónoma de Barcelona, Joan Clavera, recela del discurso del emprendedor: “Estamos como antes de la burbuja” en empleo. Y el problema es que para recuperarlo rápidamente solo es posible hacerlo con empresas intensivas en mano de obra, como las de la construcción, que nos han llevado a la situación actual. Cree que hay que cambiar el modelo. Más formación, empresas de alto valor añadido que exporten y una economía que crezca por encima del 3% para generar empleo. En definitiva: “A corto plazo es imposible".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Dani Cordero
Dani Cordero es redactor de economía en EL PAÍS, responsable del área de industria y automoción. Licenciado en Periodismo por la Universitat Ramon Llull, ha trabajado para distintos medios de comunicación como Expansión, El Mundo y Ara, entre otros, siempre desde Barcelona.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_