El mejor Murillo regresa a casa
Focus devuelve temporalmente a Sevilla 15 grandes obras del pintor barroco
De las 16 obras que integran la exposición Murillo y Justino de Neve. El arte de la amistad, solo una permanece en el lugar para el que fue creada. Bautismo de Cristo está colgada en la capilla de San Antonio de la Catedral de Sevilla desde 1668; el resto de las pinturas que Bartolomé Esteban Murillo (Sevilla, 1617-1682) realizó en plena madurez creativa por encargo del canónigo sevillano Justino de Neve salieron a principios del siglo XIX de la capital andaluza, expoliadas por el Mariscal Soult, y han acabado repartidas por los mejores museos y colecciones privadas de todo el mundo.
La exposición, que se inauguró ayer en el Hospital de los Venerables, devuelve a su casa —aunque solo sea temporalmente, hasta el 20 de enero de 2013— obras maestras del Barroco que robaron las tropas napoleónicas como San Pedro penitente, un lienzo al que los expertos habían perdido la pista desde finales de los setenta y que actualmente pertenece a un coleccionista británico; Jesús niño repartiendo pan a los sacerdotes, que viene del Museo de Bellas Artes de Budapest (Hungría) pero que antes colgaba del refectorio de los Venerables, y el retrato Justino de Neve que el modelo legó al hospital de sacerdotes ancianos. Pero, sin duda, el óleo más esperado de esta exposición —organizada por la Fundación Focus-Abengoa, el Museo del Prado y la Dulwich Picture Gallery de Londres— es la Inmaculada de 1678 que Murillo pintó para la colección privada de su amigo Justino de Neve y que el clérigo legó a los Venerables, para uno de los altares de su iglesia. Tras su aventura francesa, el cuadro regresó a España pero se quedó en el Museo del Prado en 1941, gracias a un trueque entre ambos gobiernos.
El artista sevillano influyó en Reynolds, Gainsborough, Tiepolo y Delacroix
“Es emocionante poder ver la Inmaculada de vuelta en su altar y con su marco original”, comentó ayer la directora general de la Fundación Focus-Abengoa, Anabel Morillo.
Pero, aunque el director del Prado, Miguel Zugaza, reconoció ayer que la pintura está espléndida en su altar, nadie habla de prolongar su estancia en Sevilla. La exposición, que ya han podido ver unas 130.000 personas en el Prado, viajará después a la Dulwich Picture Gallery, donde estará desde el 6 de febrero hasta el 12 de mayo de 2013.
“La muestra devuelve a Sevilla parte de su propia alma y reúne todos los registros que Murillo tocó para su amigo y mecenas Justino de Neve: retrato, grandes encargos para la Iglesia, pinturas más intimas, una miniatura y también lienzos de coleccionista como los dos dedicados a las estaciones”, explicó ayer Gabriele Finaldi, director adjunto de Conservación del Museo del Prado y comisario de la exposición.
“Justino de Neve llegó a tener 160 obras en su colección privada y entre ellos había más de 20 de Murillo”, añadió Finaldi. De Neve le proporcionó al pintor grandes encargos para la Iglesia como la decoración de la parroquia de Santa María la Blanca, las pinturas de la sala Capitular y el lienzo Bautismo de Cristo, ambas en la Catedral de Sevilla; o las destinadas al mismo Hospital de los Venerables, institución que De Neve contribuyó a fundar y que hoy, convertida en sede de la Fundación Focus, acoge la muestra.
“Murillo es uno de los grandes pintores de la historia universal del arte, pero los cánones estéticos cambian y en el siglo XX cayó en el olvido. En el XVIII había obras de Murillo en todas las grandes colecciones europeas y hay muchos pintores cuya producción no puede explicarse sin los murillos que tienen en el fondo”, aseguró ayer Amelia Varcárcel, vicepresidenta del Patronato del Prado.
“Gainsborough y Reynolds fueron grandes admiradores de Murillo; como también Tiepolo, Delacroix y hasta Renoir”, apuntó Finaldi. Sin duda, sus coetáneos le tenían en buena estima pues Soult llegó a Sevilla con una larga lista de las obras que pensaba confiscar sacadas de El gran diccionario del arte, de Ceán Bermúdez.
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