El alcalde que desafió a su partido
Francisco Rodríguez hizo creer a Pachi Vázquez y Rubalcaba que presentaría su dimisión El entorno del regidor de Ourense le convenció de seguir adelante
Cuando Pachi Vázquez anunció el lunes por la mañana que a lo largo del día habría novedades, no se refería a la suspensión de militancia del alcalde de Ourense que activó la ejecutiva del Partido Socialista. Confiaba en su dimisión, a la que se comprometió Francisco Rodríguez en una reunión con Vázquez celebrada pasada la medianoche del domingo, minutos después de que el regidor se aferrase al cargo en una rueda de prensa de la que la plana mayor del PSdeG y de la ejecutiva federal socialista esperaba el anuncio de su retirada. Se consideraba la única salida digna no solo para Rodríguez, en libertad bajo fianza de 6.000 euros decretada por la titular del juzgado de instrucción número 1 de Lugo, Pilar de Lara, por su implicación en la Operación Pokémon, sino también para un partido que afronta en menos de un mes unas elecciones cruciales.
Además de Vázquez, también el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, confiaba plenamente en la dimisión de Rodríguez. Desde que el sábado apareció con Pachi Vázquez en un acto electoral en A Coruña, el líder socialista estaba convencido de que solo con la dimisión del alcalde se podrían afrontar las graves imputaciones judiciales. Tras dos horas de reunión con el alcalde, el candidato a la presidencia de la Xunta transmitió a Ferraz la buena nueva: Francisco Rodríguez abandonaría el lunes por la noche o el martes por la mañana. Pero a partir de ahí, las previsiones de Vázquez y Rubalcaba comenzaron a torcerse.
La mañana del lunes no había motivos para la duda. Por eso Pachi Vázquez y Rubalcaba rezumaban optimismo. “Está manteniendo reuniones con los representantes de los grupos municipales y sé que va a tomar decisiones y a estar a la altura de las circunstancias”, afirmó el secretario general del PSdeG. En una entrevista en la SER, Rubalcaba confirmaba que ese mismo lunes se tomaría “una decisión”. El propio Pachi Vázquez, tras conversar por teléfono con el alcalde por la mañana, interpretó que la solución estaba próxima.
La jornada comenzó para Francisco Rodríguez con un pleno municipal de trámite en el que se mostró sonriente y relajado, aunque ya era consciente de que además del frente judicial, sus socios de gobierno del BNG le habían abierto otro frente, este político, con el anuncio de la retirada de su apoyo. Una vez concluido el pleno, se encerró con sus colaboradores en su despacho en el Ayuntamiento. Su círculo más próximo —su asesor, su jefe de prensa, algún exdiputado— le dio argumentos para continuar, como su presunta inocencia, su apoyo electoral o los precedentes de otros cargos socialistas imputados a los que no se obligó a dimitir. Y Rodríguez comenzó a cambiar de opinión.
Los primeros que tuvieron noticia de que el alcalde no iba a arrojar la toalla fueron sus socios nacionalistas. En una reunión con los concejales del BNG, en la que estos le expusieron que si no abandonaba caería la coalición, Rodríguez les replicó con el ejemplo de Vigo, donde el socialista Abel Caballero gobierna en minoría. Ferraz, mientras, activaba su presión a través de dos miembros de su ejecutiva, los secretarios de política autonómica, Antonio Hernando, y municipal, Gaspar Zarrías. Singularmente el primero, en constante contacto telefónico con el alcalde a lo largo de todo el día.
Por la tarde hubo una segunda conversación de Rodríguez con el secretario general del PSdeG, en la que Vázquez transmitió al alcalde lo insostenible de su situación. Pero la ambigua respuesta del regidor hizo entender al candidato a la presidencia de la Xunta que debía activar un plan alternativo. Las sedes socialistas de Santiago y Madrid decidieron que si el regidor no abandonaba, lo suspenderían de militancia. Hernando, en nombre de Ferraz, y Pablo García, secretario de Organización del PSdeG, en nombre de Pachi Vázquez, le transmitieron al alcalde que estaba en juego su carné socialista.
La última mano de la partida con las ejecutivas nacional y federal se jugó muy a última hora. Cuando, a las 9 de la noche, concedió una entrevista a este periódico, estaba claro que el entorno de Rodríguez le había disuadido de cualquier intento de abandonar. En Ferraz aún no lo sabían, pero el alcalde anunciaba públicamente que no pensaba dimitir. Se activaba el ultimátum.
Pablo García redactó un escueto comunicado. Apenas cinco líneas, las necesarias para anunciar la suspensión cautelar de militancia. Le dieron media hora antes de hacerlo público, en un último e infructuoso intento de forzar su dimisión. Eran casi las 12 de la noche cuando se difundió el comunicado y Rodríguez se vio fuera del partido.
El alcalde reaccionó a través de las redes sociales, en las que comenzó a difundir los mensajes de apoyo, en su mayoría de abierto enfrentamiento con la ejecutiva gallega y encabezados por el lema “Paco no dimite”. Uno de ellos, atribuido a un familiar directo, reflejaba el ambiente que vive el socialismo en la ciudad. “Moriremos matando”, decía el escueto recado.
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