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Un estudio contabiliza 192 especies invasoras en la flora y la fauna de Galicia

La asociación celebra esta semana en Pontevedra la VII Conferencia Europea sobre Invasiones Biológicas

Illa Pancha, en Ribadeo, tapizada casi por completo por uña de gato Carpobrotus
Illa Pancha, en Ribadeo, tapizada casi por completo por uña de gato Carpobrotus ANXO IGLESIAS

Con el transcurso de los meses, el paso de las llamas por el parque natural de As Fragas do Eume ha tenido efectos perversos en el ecosistema, en el que un herbívoro de escasa aura depredadora se ha convertido en quebradero de cabeza para los conservacionistas. Una población de en torno a 300 cabras comunes que vivían asilvestradas se vio empujada por el fuego parque abajo y se ha reubicado junto a un maná de helechos que hace las delicias de los bóvidos. El problema es que no se trata de fentos normales, sino de una variedad llamada Woodwardia radicans, escasísima en toda Europa, que tenía en el parque su hábitat principal.

A la caza y documentación de esta y otras especies invasoras se aprestan desde hace un año en el Grupo Especialista en Invasiones Biológicas (GEIB), una ONG con base en León que ha elaborado para la Xunta un catálogo de las especies foráneas presentes en Galicia que, al entrar en un nicho biológico, revolucionan la cadena alimentaria y ponen patas arriba el ecosistema. El problema en la comunidad es más acusado que en otros lugares. “Tiene costa y un clima benigno y sin heladas”, relata Laura Capdevila-Argüelles, una de las organizadoras, que participó en el trabajo de campo. El resultado es de 192 especies documentadas, el 60% plantas, pero también microorganismos y animales, según el catálogo que la Consellería de Medio Ambiente presentó ayer.

La asociación celebra esta semana en Pontevedra la VII Conferencia Europea sobre Invasiones Biológicas, que se organiza con carácter bienal desde hace 14 años y a la que asisten 350 científicos, venidos también de fuera de la UE, desde Chile hasta Suráfrica.

El conflicto entre cabra y helecho lo explica Capdevila, bióloga de formación, que señala que hay problemas para limitar la amenaza a la “joya” del bosque, pues a la cabra no se la puede sacar del medio así como así. “A saber dónde están los dueños”, se pregunta.

El caso histórico más reconocible de especie invasora es el del eucalipto, ya sin vuelta de hoja. “Es imposible de erradicar, a nivel práctico y también por su explotación económica, pero hay algunas zonas en las que sí se debe eliminar”, recuerda Capdevila, que apunta a que precisamente en el incendio de As Fragas el fuego se propagó por culpa de los eucaliptos, minoritarios en esa área. La mimosa, que está llegando al parque de O Xurés, o la uña de gato, pequeña planta que inunda la Illa Pancha en Ribadeo, también están en el listado. Hasta el momento las intervenciones para contener las invasiones no han sido óptimas. “Una campaña de erradicación de dos meses es peor que no hacer nada” señala la bióloga, que indica que si se reducen las poblaciones pero no se eliminan de todo, sucede como con el abuso de los antibióticos, que la plaga vuelve al poco con más fuerza. Así ha pasado con el cangrejo rojo americano, presente en toda Galicia, y puede pasar con dos recién llegadas con oscuros antecedentes. De un lado está el jengibre del Himalaya, una “mala hierba” ornamental que prospera con mucha facilidad y aniquila la competencia. “En Azores ha sido un problema tremendo, o se elimina ahora o habrá que acostumbrarse a ella, porque en un año no se va a poder quitar”, explica. También preocupa la aparición de la Reynoutria japonica, planta que por la descripción de sus efectos podría haber servido de antídoto a la fiebre especuladora urbanística. “Levanta el asfalto, fastidia los cimientos, en Inglaterra los terrenos edificables se devalúan mucho cuando está presente”.

En la costa, una especie de caracol parásito, bautizado por un taxónomo algo guasón como Crepidula fornicata, se acopla a las almejas en las bateas e impide su crecimiento. En la prevención, como siempre, está la clave, defiende Laura. “La gente tiene que aprender que las plantas también se mueven”.

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