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Una pieza imprescindible

Ares regresa al trabajo en un partido inseparable de su labor El fin de ETA, la “tolerancia cero” y el ‘caso Cabacas’ han marcado su paso por Interior

Pedro Gorospe
sciammarella

Ha hecho de todo en el PSE, y pese a todo, como dicen sus “amigos, amigos”, no ha hecho más que empezar. El aún consejero de Interior —su renuncia se oficializará el próximo lunes, cuando la publique el Boletín Oficial del País Vasco— y exsecretario de Organización del PSE, exteniente de diputado general de Bizkaia o exconcejal del Ayuntamiento de Bilbao, entre otras ocupaciones políticas, Rodolfo Ares Taboada (Ríos, Ourense, 1958) es una pieza imprescindible en la estructura de los socialistas vascos. Y hay quien asegura que también, aunque en la sombra, de los socialistas españoles.

Ha sido un rol esculpido minuto a minuto durante los últimos 30 años como hombre de confianza de todos los secretarios generales del socialismo vasco, lo que le ha llevado a transitar, esta vez, del Gobierno al partido para intentar un buen resultado en la siguiente final, la de las elecciones del 21-O, en un campo extremadamente embarrado.

Pero Ares está acostumbrado a tareas difíciles y a tránsitos casi imposibles. Las elecciones autonómicas serán una más, aunque el partido se juegue su capacidad de influencia en la política vasca y española de los próximos años. “Él no se pone nervioso. Se crece y, pase lo que pase, saldrá fortalecido”, señalan con un punto de crítica algunos de sus adversarios políticos.

Dual, inteligente y astuto, hay quien podría decir que debe parte de su personalidad al ADN que le transmitieron las meigas de su aldea natal, Ríos. “Si ves a Rodolfo con una escoba, y a veces le ves, en una casa del pueblo, o en una Fiesta de la Rosa, nunca sabes si va a barrer o si se va a echar a volar”, asegura un amigo del barrio bilbaíno Otxarkoaga con absoluta admiración.

Quien dice eso es uno de sus “amigos, amigos” que todavía recuerda cuando al pequeño Rodolfo no le dejaron otra opción que ser socialista tras escuchar que era un maketo por su procedencia y apellido, recibir algún que otro palo y ser detenido por la policía por manifestarse en su época de estudiante.

Para sus rivales es un auténtico dolor. Es el hombre delante y detrás de la puerta, el político que está en todos los sitios, se le vea o no, y cuya firma se halla detrás de las principales tácticas y movimientos de calado del PSE. Para sus “amigos, amigos” ello deriva de ser un hombre leal, alguien a quien no le duelen prendas por hacer lo que sea preciso para el partido.

“¿Quién puede dudar de su tenacidad?”, dice un compañero de partido

Pero ese don le ha envejecido más de lo que quisiera estos últimos tres años y medio de dura legislatura política enfrentándose a problemas, también de índole personal, que le han dejado esculpidas severas arrugas en la tez.

Ares ha sido el consejero de Interior que ha visto el cese definitivo de ETA. Y ello en el primer Gobierno socialista en Euskadi después de 30 años de Ejecutivos dirigidos por los nacionalistas. “Posiblemente no le perdonen esa osadía, ni a él ni al lehendakari”, dice un compañero de escaño en el Parlamento.

“Ha sido un intruso, un gallego” el que también aplicó con problemas, pero con absoluta resolución, la política de “tolerancia cero” frente a quienes apoyaban a ETA o humillaban a las víctimas en las calles y plazas de Euskadi. A lo largo de dos duros años, antes de que ETA anunciara el fin de las acciones armadas en octubre pasados, Ares mandó a sus agentes retirar pintadas, pancartas con fotografías de terroristas y recuperar la calle para los ciudadanos, después de años de fines de semana y de fiestas llenas de actos de violencia callejera, de víctimas y de apología callejera del terrorismo.

Pero a aquel éxito se sumaron algunos fracasos y complicaciones. Interior es una maquinaria con muchos roces que desgasta a cualquiera en cualquier momento, en cualquier situación.

En los últimos meses de 2011, Ares tuvo que hacer frente al derribo el gaztetxe Kukutza de Bilbao, y fue muy criticado por la forma en la que actuó la Ertzaintza en el cierre del recinto y en las posteriores manifestaciones, en las que se produjeron numerosos incidentes y detenciones de hasta 31 personas durante su desalojo.

“Saldrá fortalecido”, apuntan algunos

Si de puertas afuera empezaban los líos, el ambiente ya estaba caldeado de puertas adentro. Pese a la firma en agosto del año pasado de un acuerdo que selló la paz social con las centrales policiales tras dos años de conflictos, el departamento tuvo que modificar algunos apartados salariales que provocaron manifestaciones masivas de agentes en contra de Ares, y de los socialistas. El ambiente se estaba cargando en demasía y los sindicatos unidos amenazaron con las mayores movilizaciones de la historia de la policía. Anteayer mismo volvieron a concentrarse ante la sede de Lehendakaritza. Y, sin embargo, Erne, el principal sindicato policial le elogió ayer en su salida.

Pero todavía lo peor estaba por llegar. La muerte del seguidor del Athletic Iñigo Cabacas, en abril pasado, tras recibir un pelotazo de la Ertzaintza durante los incidentes posteriores a un partido, le puso en el centro de la polémica como máximo mandatario de la Ertzaintza y le obligó a dar muchas explicaciones y a responsabilizarse de ese fallecimiento. Ayer no dudó en calificarlo en su despedida como uno de los momentos “más difíciles” de toda su vida política.

Aunque aprovechó para hacer una reforma de los procedimientos policiales, le dejó el amargo sabor de la derrota. En plena paz tuvo que hacerse responsable de una muerte.

Pero él no se dio por vencido, y siguió adelante, pese a las peticiones de dimisión que oyó aquellos días de parte de la izquierda abertzale y de otros grupos de la oposición. “Tengan por seguro que si mi dimisión hubiera servido para salvar la vida de Cabacas, yo no estaría hoy ante ustedes”, dijo rotundo cuando compareció en la Cámara para explicar lo ocurrido.

Si en su discurso inicial tras su nombramiento como consejero de Interior en mayo de 2009 aseguró que iba a poner a los 8.000 agentes de la Ertzaintza a luchar contra ETA y logró su sueño de despertar un día en una Euskadi en paz, “¿quién se atreve a dudar de su tenacidad?”, se pregunta un compañero de partido.

De hecho, jugó un papel crucial en el proceso de conversaciones con la izquierda abertzale durante la tregua que ETA rompió en 2007 con el atentado de la T4 del aeropuerto de Barajas, hasta llegar en octubre pasado al comunicado de ETA en el que anunciaba el fin de las acciones armadas.

El Tribunal Superior le abrió juicio oral, junto con Patxi López y Juan José Ibarretxe, acusado de un delito de desobediencia por haberse reunido con la ilegalizada Batasuna durante la tregua etarra, aunque la causa fue archivada.

“Poco comedor, y poco bebedor, Ares es como su apellido, austero. Pero en cuatro letras atesora todo un diccionario de respuestas y soluciones, tanto para lo bueno como para lo malo”, concluye su “amigo, amigo”.

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Sobre la firma

Pedro Gorospe
Corresponsal en el País Vasco cubre la actualidad política, social y económica. Licenciado en Ciencias de la Información por la UPV-EHU, perteneció a las redacciones de la nueva Gaceta del Norte, Deia, Gaur Express y como productor la televisión pública vasca EITB antes de llegar a EL PAÍS. Es autor del libro El inconformismo de Koldo Saratxaga.

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