_
_
_
_

“Los tomates no salen del supermercado”

Una treintena de vecinos de Poble Nou montan un huerto en un solar ocupado

Una familia trabaja en un huerto ocupado en Barcelona.
Una familia trabaja en un huerto ocupado en Barcelona.ENRICO BARAZZONI

Barcelona, en el barrio del Poble Nou. A la altura del número 5 de su rambla homónima, unas tomateras se asoman por lo alto de un muro vetusto, medio derrocado. Podría pasar por una de las malas hierbas que hasta octubre de pasado año brotaban de un solar infestado por ratas y escombros. Pero no, las solanáceas brotan de un solar de más de 500 metros cuadrados que una treintena de vecinos han ocupado para montar un huerto.

Mourad Kalaidji, un argelino de 45 años, riega las tomateras. Detrás de él, su dos hijos de 13 y 2 años, le observan atentamente. “Vienen para aprender lo que es la tierra, cómo salen las plantas”, explica. Como Kalaidji, Jordi Planas, de 43 años, acude periódicamente con su hijo de cuatro años y medios a cuidar una de las más de 30 parcelas de 15 metros cuadrados que hay en el solar. A diferencia de los huertos municipales, concedidos en su mayoría a jubilados, en este trabajan vecinos de todas las edades. Planas utiliza esta plantación para enseñar al pequeño: “Quiero que sepa que los tomates no salen de los supermercados, sino aquí”.

La idea surgió de una de las asambleas de los Indignados del barrio para mejorar un zona que desde 1992 ha sufrido su peculiar transformación urbanística. Derrocadas las antiguas fábricas, en medio de esa vorágine, algunos solares quedaron en desuso esperando mejor vida, mientras algunos yonkis los invadían, recuerda uno de los promotores que prefiere mantener el anonimato. “Decidimos ocupar este espacio y darle otro uso”, explica orgulloso. “En el barrio hay muchos parados, aquí pueden entretenerse y cultivar algo para comer”, apostilla el promotor.

Kalaidji ha montado un sistema artesanal de riego por goteo, aunque sabe que tiene que mejorarlo. El agua proviene de un bidón colocado al lado de las plantas. Los hortelanos están haciendo pruebas para comprobar si el agua salada de un acuífero que se halla a cuatro metros de profundidad mata las plantas. Quieren explotar esta vía para evitar el trayecto que tienen que hacer hasta una fuente sita a 50 metros del huerto con carros y bidones.

En los ocho meses que han transcurrido desde la ocupación, se han realizado diferentes actividades para el vecindario. Por su lado, estos se han mostrado conformes con la ocupación. Los propietarios del solar, una inmobiliaria y un grupo de privados, no han denunciado a los nuevos gestores de la tierra.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_