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De capilla a comisaría

Un enfrentamiento dialéctico entre un informador y la cuadrilla de Mora acaba con una actuación de la Ertzaintza

Perera, en su primer toro, en el coso bilbaíno.
Perera, en su primer toro, en el coso bilbaíno.F. D.-ALDAMA

Hace ya unos años que Vista Alegre cambió la denominación de la antigua capilla de la plaza y ahora el letrero anuncia Sala de Toreros. Allí, los actuantes disponen de una capilla y de una antesala en la que pueden descansar con tranquilidad mientras en el patio de cuadrillas se vive el jaleo de los curiosos en busca de una fotografía cerca de los matadores y sus cuadrillas minutos antes de comenzar el festejo.

El pasado miércoles, esa antesala se convirtió en improvisada comisaria, cuando agentes de la Ertzaintza tomaron declaración a algunos de los acompañantes del diestro madrileño David Mora. La razón: la discusión con un periodista llegado también de la capital por sus apreciaciones vertidas en el coloquio del Club Cocherito en el Hotel Carlton durante el mediodía del martes.

Y es que las relaciones en el mundo del toro son complicadas. Imagínense lo que supone aceptar opiniones contrarias cuando alguien se está jugando la vida con la mejor de sus intenciones. Es cierto que para eso están los críticos, para juzgar su capacidad y su voluntad, pero debe hacerse con el respeto a quien ejerce su profesión ya sea en el ruedo o en cualquier otra labor.

La corrida de hoy

Toros de Victorino para Diego Urdiales, Javier Castaño y Luis Bolívar.

Actualmente, las informaciones corren como la pólvora por las redes sociales. Por ello, la cuadrilla de Mora se enteró de unas declaraciones negativas, que excedían la actuación del lunes del diestro y llegaban a negar su capacidad profesional. A partir de ahí, los peligros de la red y el encuentro personal, cara a cara, en el apartado de la corrida del miércoles. Palabras, miradas y desencuentros que acabaron con la presencia de la Ertzaintza en Vista Alegre para conocer la gravedad de los hechos, que habían sido denunciados y que, al parecer, quedaron al final en una anécdota.

Aunque no sea algo habitual la improvisada comisaria en que se convirtió la Sala de Toreros, las difíciles relaciones entre matadores, apoderados, empresarios y periodistas es uno de los clásicos del mundo de los toros.

Fueron famosas las disputas entre el crítico Alfonso Navalón y Manzanares padre a principio de los ochenta, por ejemplo, o los altercados de otros matadores en los años sesenta. Pero la historia viene de mucho más lejos, como demuestra el hecho de que el matador de toros vasco Luis Mazzantini se retó en duelo en dos ocasiones con periodistas, una de ellas con el afamado Peña y Goñi a principios del siglo XX.

El duelo era a espada, pero los amigos no dejaron que se realizase y el torero aceptó la renuncia diciendo: “Si pierdo seré deshonrado, pero si gano tampoco tendrá mérito que un estoqueador haya vencido un duelo a espada”.

Las relaciones entre periodistas y toreros nunca han sido fáciles, pues han de convivir en muchas ciudades y la crítica ha de ser especialmente cuidadosa, porque la labor del artista se lleva a cabo con su vida de por medio. Y esto condiciona mucho las relaciones.

Con todo, como asegura José Luis Merino en su blog Ladrones de fuego, estamos en la actualidad en una época de “críticos alondras, los que escriben permanentemente para las madres de los toreros”.

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