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Feijóo ante la decisión de su vida

Tras consultar a sus colaboradores, el presidente mantiene en vilo al Gobierno A Dirigentes del PP aseguran que su líder decidió el calendario este jueves

Feijóo, el pasado martes en el velatorio de Avelino Pousa Antelo. / ANXO IGLESIAS
Feijóo, el pasado martes en el velatorio de Avelino Pousa Antelo. / ANXO IGLESIAS

Es la decisión de su vida, la que marcará irremediablemente el futuro político de Alberto Núñez Feijóo. Y el lehendakari, Pachi López, le ha forzado a tomarla en menos de una semana. Sentado en el mismo sillón, cuatro años después, el presidente de la Xunta enfrenta el dilema de su antecesor, Emilio Pérez Touriño: adelantar las elecciones al otoño (el 21 de octubre con las vascas) o esperar a que expire el mandato allá por el mes de marzo. Feijóo sabe que la opción del expresidente socialista —que desoyó a compañeros de siglas partidarios de un adelanto— supuso su jubilación antipada y lo mandó directamente de San Caetano a casa. Por más que las circunstancias sean distintas y él tenga el partido mejor atado que el anterior líder del PSdeG, un error de cálculo supondría emborronar la hoja de servicios de quien se erigió en barón de la derecha española nada más recuperar la Xunta al primer intento como sustituto de Fraga.

Mientras proliferan las quinielas mediáticas, Feijóo se ha enclaustrado para deliberar sobre un asunto que pensaba decidir en vacaciones y que ya trató con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a lo largo del verano. Colaboradores muy cercanos en la Xunta aseguran que ya se había decantado por llamar a las urnas en noviembre sin exponerse a un final de la legislatura que se prevé angustioso para el país y, obviamente, también para el Partido Popular. Pero su homólogo en Euskadi le ha cambiado el paso: o convoca el 21 de octubre o aguanta hasta marzo y se expone al creciente desgaste que para esas siglas supondrán los futuros recortes de Mariano Rajoy, o, todavía peor, de un segundo rescate que importantes dirigentes del PP dan por hecho para la vuelta de vacaciones. Y todo, en un contexto perverso: en medio de una recesión, con pésimas augurios macroeconómicos y la obligación de cuadrar nuevos presupuestos en Santiago y Madrid, plagados de recortes para contener el sacrosanto déficit público. Obligado por la troika, Rajoy se verá forzado a exhibir sus cuenta para 2013 ya a mediados de septiembre.

Cuadros del Gobierno asumen que el acuerdo con Pemex se enfría

El suspense sobre la fecha de la contienda gallega durará como mucho hasta mañana, último día hábil para firmar el decreto de convocatoria de elecciones que debería ratificar el Diario Oficial de Galicia el martes, si el domingo elegido fuese el 21 de octubre. Fiel a su costumbre, Feijóo ha sondeado a compañeros del partido y del Gobierno, ha escuchado a todos, incluidos los pesimistas diagnósticos de algún conselleiro, y se ha reservado la decisión definitiva sin ofrecer ninguna pista.

La convocatoria en octubre corre el riesgo de coindicir con el rescate

Ni siquiera quienes han hablado con él a diario esta semana (en la que prácticamente no ha tenido agenda oficial) saben qué camino tomará el presidente, obsesionado por mantener en secreto sus decisiones más trascendentes. Dos de los dirigentes que han pasado por su despacho aseguran que ya ha resuelto la incógnita. Que antes de partir el jueves hacia Madrid a reunirse con el ministo de Agricultura, Miguel Arias Cañete, ya tenía la fecha en la cabeza. Quienes mejor conocen al presidente aseguran que se la ha comunicado a Rajoy y a nadie más, ni siquiera al secretario general, Alfonso Rueda, ni a Pedro Puy, otro de los pesos pesados del PP gallego. “Si acaso, lo habrá comentado con su amigo de siempre, Carlos Negreira”, alcalde de A Coruña, sostiene esa fuente.

“La facultad de fijar el día de las elecciones le compete en exclusiva y va a ejercerla del mismo modo que cuando designó a su Gobierno”, del que no trascendió ningún nombre hasta el día de los nombramientos, asegura otro cargo relevante de la Xunta que también ha sido llamado a consultas. Pocos en su entorno se atreven con los pronósticos. Alguien que le trata desde hace años asegura que Feijóo “no llevaría bien el adelanto tras haber dicho que estiraría la legislatura hasta el final”.

Pero de sus conselleiros, el presidente ha escuchado también muchos argumentos contrarios a llevar el mandato hasta el final, algo que algún dirigente consultado consideran “una temeridad”. “De aquí a marzo, solo vamos a recibir malas noticias, empezando por la subida del IVA, la retirada de la paga a los funcionarios, que para colmo va a empeorar los datos del paro en febrero y, sobre todo, el rescate que llegará más pronto que tarde”, señala un tercer alto cargo de la Xunta.

Mandos relevantes del Gobierno, incluido algún conselleiro, admiten en privado que el publicitadísimo acuerdo con Pemex para dar carga de trabajo a los astilleros gallegos “corre un riesgo serio de deshincharse con un Gobierno distinto en México”. Para colmo, el Tribunal Superior de Xustiza acaba de declarar nula la suspensión del concurso eólico que decretó el actual conselleiro de Industria, Javier Guerra, empeñado en enmendar la plana al bipartito en la gestión de un pilar clave de la economía. Cuatro años después de aquella polémica campaña, el sector eólico —como el acuícola— siguen igual de paralizados que entonces, muy lejos de que asomen siquiera aquellas decenas de miles de empleos que el PP prometía generar.

De las fusiones municipales que pretendían cambiar de arriba a abajo el mapa de Galicia apenas quedan la intención del PP de aprobar en solitario la unión de Oza y Cesuras y el malestar de medio centenar de alcaldes del mismo partido que ya han hecho saber que por ahí no pasan.

Un cargo de la Xunta cree suicida estirar la legislatura hasta marzo

Entretanto, las encuestas dibujan un panorama abierto. Las que manejaban los fontaneros del PP en primavera contemplaban ya, por primera vez en cuatro años, la posiblidad de una derrota. Situaban a los populares con una horquilla de 36 a 39 diputados (sobre un total de 75), con las mismas posibilidades de revalidar la Xunta que de pasar a la oposición. Y aquellos sondeos eran anteriores al último y más feroz programa de recortes de Rajoy, que según la encuesta de EL PAÍS ha restado siete puntos en intención de voto a este partido. Pero la demoscopia no solo arroja malas noticias al PP. También constata que la valoración de Feijóo resiste, por encima de la del líder del PSdeG, Pachi Vázquez, y del candidato del BNG, Francisco Jorquera.

“Estos meses solo vamos a recibir malas noticias”, dice un político popular

Entre los pros de llevar el mandato hasta el final está el plan del PP de reformar a su gusto la ley electoral y reforzar el peso de las provincias de Ourense y Lugo, donde cosecha más apoyos. Pero retrasar las elecciones y separarlas de las vascas para afrontar este cambio legal tumbaría definitivamente el discutible argumento de la austeridad, puesto que el ahorro de reducir 14 diputados (1,3 millones al año) no compensaría el coste de una convocatoria electoral específica para Galicia. Algún dirigente del PP tacha también en privado de “ocurrencia” la reducción de escaños y lamenta sus efectos secundarios. “Por primera vez dejamos ver a la sociedad que podemos perder y también que actuamos a la desesperada, cuando Feijóo siempre había sido un hombre previsible”, lamenta un mando intermedio del Ejecutivo gallego, que atribuye la idea al secretario general del PP gallego, Alfonso Rueda.

Mañana, el presidente despejará la incógnita. Si se decanta por el 21 de octubre, la última semana de campaña coincidirá con el juicio del Prestige, que arrancará en A Coruña el 16 de ese mismo mes. Claro que los populares sostienen que las responsabilidades de aquel desastre ya se dirimieron hace cuatro años.

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