Silencio, suena la música clásica
Los muros del templo, de 500 años, ofrecen una excelente acústica
A punto de cumplir los 500 años, la iglesia de la Encarnación, en el corazón del barrio de Atxuri, en Bilbao, es la mejor caja de resonancia musical. Sus muros de piedra garantizan una acústica excelente y aíslan el templo del barullo del exterior. La iglesia es el mejor escenario de la parte del programa musical de Aste Nagusia centrado en la música clásica. La Encarnación es el reino del silencio en medio de unas fiestas en las que domina la música a todo volumen. En la iglesia de Atxuri, un antiguo convento de religiosas dominicas de principios del siglo XVI, con interior de estilo gótico y portada renacentista, se erige una de las propuestas más alternativas del programa de fiestas.
Si la plaza Nueva, el espacio de las fiestas dedicado a las denominadas músicas del mundo, requiere una instalación de 25.000 watios de sonido para garantizar la calidad (menos de la mitad de los que requieren las actuaciones de gran formato del espacio Karola), en la Encarnación solo es necesario instalar en la zona del altar un micrófono para que la voz de la persona que presenta las actuaciones llegue hasta el último rincón. Y aún así, muchos directores de los grupos que actúan en la iglesia renuncian a utilizarlo. No importa; con el templo lleno su voz se escucha con nitidez desde la puerta.
La organización integra a los intérpretes con el pañuelo de fiestas
“La Encarnación es un regalo para los conciertos de clásica”, dice Enrique del Bosque, el responsable de su programación. “Es el escenario que sirve para demostrar que la música clásica no está reñida con la Aste Nagusia, que el programa de las fiestas atiende a todos los gustos. Las caras de satisfacción del público cuando acaba el concierto compensan el esfuerzo”.
La Encarnación permite llegar a más público y romper el tópico de que la Aste Nagusia solo ofrece música para gente dispuesta a aguantar de pie conciertos multitudinarios. La música barroca, por ejemplo, se escucha en el antiguo convento rodeada del silencio que proporcionan sus centenarias paredes. La acústica es mejor, coinciden los expertos, que la que proporciona la catedral de Santiago. La ayuda de los equipos electrónicos es excepcional y solo se utiliza para garantizar la calidad del sonido en algunos instrumentos musicales como el buzuki, de origen griego, cuyo sonido no está garantizado más allá de los 20 metros.
Los conciertos de la Encarnación no necesitan mucha más infraestructura. El montaje de luces es “sencillo y de crisis”, en palabras de sus responsables, pero garantiza seis iluminaciones distintas del espacio escénico en el que se sitúan los intérpretes.
La organización intenta integrar a los músicos en el ambiente de la Aste Nagusia. El símbolo que emplean para que sea notorio es el pañuelo azul de las fiestas alrededor del cuello de los intérpretes. Murcia Brass, un quinteto formado por músicos de la Orquesta Sinfónica de Murcia, adaptó el pañuelo de fiestas a su estricto atuendo renunciando a la pajarita. “El pañuelo quita metros entre los músicos que ocupan el escenario y el público que escucha en los bancos”, defiende Del Bosque. “Es un gesto que les integra en la fiesta y facilita que sintonicen con el público”, señala.
Por el escenario de la Encarnación han desfilado ya este año, además de Murcia Brass, el trío vasco Passamezzo Antico acompañado por el flautista andaluz Guillermo Peñalver. La apertura a nuevas formas de presentar la música clásica se vio ayer con el colorido del vestuario del Ensemble Houthandel (Bélgica) y se reforzará hoy con el espectáculo Concierto/desconcierto de la Orquesta de Cámara de L' Empordà, en el que los músicos se atreven a desafiar a su director.
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