Tertulia de abuelos
Talavante, en su mejor momento, no pinta nada con toros carretones
La triunfalista corrida de ayer en Illunbe es el argumento ideal para una tertulia de abuelos. Los mayores siempre han criticado la comodidad de las generaciones nuevas. Ya se sabe eso de que los jóvenes ahora lo tienen todo fácil, no se sacrifican por nada y obtienen las cosas con el mínimo esfuerzo. La retahíla de tópicos habitual en cualquier ámbito de la vida y que se repite de forma constante generación tras generación.
A la plaza de toros de San Sebastián, por la nefasta desaparición de El Chofre, le faltan esos veteranos que recuerden las hazañas del pasado. Es como una generación perdida y quizás por ello los tendidos sean terriblemente bondadosos y la presidencia convierta en una tómbola de regalos sus decisiones.
Falta esa tertulia en una esquina noble del tendido que hable de cómo las figuras de los setenta pedían ganaderías de encaste santa coloma para estar en las ferias importantes, la referencia a matadores legendarios como Paco Camino, que mataba la corrida de Miura en Bilbao, el recuerdo de Antonio Ordóñez pidiendo enfrentarse al torero nuevo que amenazaba su supremacía en el ruedo.
Illunbe no tiene ese peso de la historia y es una plaza amable, excesivamente bondadosa con lo que ocurre en el ruedo y una presidencia siempre dispuesta a convertir en trofeo cualquier petición del público sin preocuparse por si tiene fundamento. Las dos puertas grandes de ayer son un claro ejemplo de ello. Donde debieron ser dos orejas se convirtieron en cinco de forma rápida y bondadosa.
CUVILLO / MORANTE, JULI Y TALAVANTE
Seis toros de Núñez del Cuvillo justos de presentación, con bondad, poca fuerza y nula casta.
Morante de la Puebla, pinchazo y bajonazo (algunos pitos) y casi entera atravesada (dos orejas). El Juli, estocada trasera (oreja) y estocada caída (dos orejas). Alejandro Talavante, estocada caída (saludos tras petición) y media estocada y dos descabellos (silencio).
Plaza de Illumbe. 13 de agosto de 2012. Más de media entrada. Segunda de la Semana Grande. Antes de la corrida, Talavante recibió el premio al triunfador de la Semana Grande de 2011.
Llegaron tres figuras y lo hicieron como dicen los abuelos, con la comodidad de los jóvenes. Se pegan por anunciarse en las corridas de Núñez del Cuvillo, porque son toros que les dejan estar tranquilos en el ruedo, que les permiten echar la tarde y, sobre todo triunfar, aunque sea de una manera artificial y carente de fuste.
¿Para cuándo se anunciarán en carteles con toros que tengan casta, que transmitan emoción, que exijan faenas meritorias? ¿Cuándo se comportarán como figuras de la historia? Quizás todo sea un reflejo de nuestra sociedad y sea mejor triunfar que torear bien, mejor cortar las orejas que hacer historia.
De la tarde de ayer no quedará nada en la retina de los aficionados —quizás algún muletazo del sevillano con su duende personal—, pero sumará en las estadísticas y quedarán escritas las salidas en hombros de Morante y El Juli.
Morante de la Puebla toreó bien en el cuarto, por abajo, con derechazos ligados y ceñidos, pero su faena tuvo muchos altibajos y destacados muletazos sueltos. Quiso más el sevillano en el tramo final de la faena, pero el toro de Cuvillo no aguantó el envite y se apagó desluciendo el final del trasteo.
Por eso eligen este tipo de toros, porque no aguantan la pelea. Los toreros están aliviados durante toda la tarde y se tienen que preocupar por mantener en pie a su oponente. Como le ocurrió a El Juli en su primero, un toro inválido, de poco trapío, y que se caía desde que entró al caballo. Resulta lamentable ver a un torero anunciado como figura gustarse ante un animal moribundo y carente de fuerzas. Una triste labor que se premió con una oreja.
En el quinto, salió el madrileño con decisión ante un toro justito de presencia. Toreo despegado y largo, que acabó en un arrimón repleto de circulares entre los pitones, que habría tenido sentido ante un animal con peligro y no con la dócil condición del astado de Cuvillo. Por si fuera poco, el estoque cayó en los blandos, pero ya la tómbola había empezado a repartir premios y aquello no había quién lo parase. Y eso, que sí que algunos aficionados llegaron a silbar al presidente y se sonrojan ante tanta muestra de triunfalismo.
Talavante está en el mejor momento de su carrera y no pinta nada con estos toros carretones, que embisten con cuerda, pero sin emoción. Comenzó bien sus trasteos, pero quiso acortar las distancias en su primero y ahí acabó la faena. En el último, tenía que resolver el incómodo cabeceo del animal y no supo cómo hacerlo. Un aparatoso revolcón dio paso a momentos vibrantes, que se difuminaron en los instantes finales.
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