La gracia y las gracietas
En la actuación de Emir Kusturica & The No Smoking Orchestra prevalece el trazo grueso
Igual que algunos actores saben cantar (Hugh Laurie), la riqueza del género humano también contempla la figura del director de cine que toca la guitarra eléctrica. Pero la versatilidad no es un don universal: si al cascarrabias del doctor House se le da bien casi todo, no parece que podamos decir lo mismo de Emir Kusturica. Gato blanco, gato negro o Undergroundson grandes películas, según los estándares de la cinefilia y el buen gusto. La No Smoking Orchestra, que ayer clausuraba ante 1.500 personas los Veranos de la Villa en el Circo Price, no pasa de ser un episodio simpático. Gracioso. O, más bien, solo graciosete.
Kusturica y sus discípulos están abonados al folclor de los Balcanes con guitarras eléctricas: puro rock gitano tan festivo como excéntrico y gamberro. Por eso el septeto intercambia las posiciones en escena, brinca en los pasajes desbocados y se abona a un espíritu juerguista, caótico, despepitado, ingobernable. Es divertido, sí, pero solo si se suministra en las dosis adecuadas.
En la faceta musical del serbio prevalece el trazo demasiado grueso
La orquesta de Kusturica quiere tener mucha gracia, pero se parece a esos amigos que, de tan chistosos, terminan poniéndose pesados en todas las fiestas. Sobre todo porque los chistes ni se explican ni se repiten, y en cambio la No Smoking reincide en gracietas tan irritantes como tocar unos compases de La pantera rosa entre canción y canción, una y otra vez. Kusturica apuesta por la comicidad, un detalle que se agradece en estos tiempos tan asquerositos. Lástima que a veces se quede más cerca de Arévalo que de Woody Allen.
Prevalece, en general, el trazo grueso en la actitud del realizador serbio, un hombre muy documentado que en su faceta musical tiende a confundir el humor con la patochada. Hay algunas ocurrencias graciosas (aunque ya nos las supiéramos de otras veces), como prologar una pieza folclórica serbia con el Shine on you crazy diamond de Pink Floyd o despedazar el Minueto de Boccherini bajo los parámetros del unza unza (que viene a ser el equivalente balcánico del chunda chunda). Pero hay otras gracietas, demasiadas, que apelan más a la verbena chabacana que a la inteligencia. Los músicos se pasan la velada invitando a que docenas de chicas, y solo chicas, se marquen unos bailecitos sobre el escenario. Incluso una de ellas se muere de la vergüenza haciendo de Julieta mientras la banda interpreta una pieza titulada ¿Era Romeo realmente gilipollas?.
El sentido de la transgresión, por lo demás, requeriría de una actualización urgente. Meterse con el “lavado de cerebro” de una otrora influyente cadena televisiva (Fuck you MTV!) suena tan antiguo como pedir el número de fax. Incluso aunque Kusturica estuviera informado sobre alguna mamarrachada con formato de reality en el canal español.
Puesto que lo de anoche no era tanto un concierto como un espectáculo cómico-festivo, un artilugio de fiesta patronal, nos contentaremos con el desparpajo circense del violinista Dejan Sparavalo, ataviado con una capa rojinegra de diablillo y capaz, en Wanted man, de tocar clavando el arco en su zapato o sujetándolo entre su boca y la de Emir. Tenía una cierta gracia, de acuerdo. Pero luego llegaría la enésima gracieta: repetir Fuck you MTV! como único bis. Por si no lo habíamos captado.
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