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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Que se cuezan en su salsa

"En tales circunstancias, más los lúgubres pronósticos que se airean, lo sensato y aconsejable es dejar que este gobierno se cueza en su salsa"

Alentados por la indignación y la impaciencia algunos círculos de la oposición postulan la convocatoria de elecciones autonómicas así como la dimisión del presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, a quien se le endosa el mochuelo del desastre en que estamos sumidos. Se trata de una reacción comprensible, pero más emotiva que razonable. Por lo pronto, en el remoto supuesto de que prosperase el reclamo y se convocasen comicios autonómicos, es muy posible que el PP volviera a mortificarnos reiterando de nuevo la mayoría absoluta, pues las encuestas conocidas delatan que pierde fuelle, pero no le otorgan todavía a las izquierdas el esperado amparo de las urnas. Aunque el horno arde más cada día, no está aún para estos bollos.

Tal es el parecer que por ahora prevalece, fundamentado en la evidencia de que la gobernanza y crédito de los populares están sometidos a una intensa y progresiva degradación sin perspectivas de que el proceso revierta en un plazo razonable, sino todo lo contrario: que se agrave en todos los frentes. En el social, desazona ver cómo crece en nuestro entorno la pobreza, el paro y la desprotección. En el económico, poco se puede esperar del entramado productivo, malparado por la imprevisión, la frivolidad, la sequía financiera y el caos del ladrillo. En el judicial, será cosa de ver cómo aguanta el Consell la inminente ristra de juicios y condenas que le aguardan por los delitos y saqueos cometidos por sus gentes. En el político baste decir que raramente ha gestionado este país un equipo más prescindible, con alguna excepción que apenas enmienda la mediocridad.

En tales circunstancias, más los lúgubres pronósticos que se airean, lo sensato y aconsejable es dejar que este gobierno se cueza en su salsa. Mientras, bien hará la oposición en pulir sus programas —si los tiene— y convencer al electorado de que tiene capacidad y recetas para afrontar los graves problemas con que habría de pechar si un día, por fin, merece su favor. Tampoco estaría mal que el PSPV revisase su actuación parlamentaria, manifiestamente mejorable desde la deserción del síndico Ángel Luna, y Compromís diese más cancha a Mónica Oltra, que hoy por hoy es un icono de la izquierda toda y un implacable azote a la derecha.

En punto al molt honorable, cuando se cumple tan solo un año de su toma de posesión, se nos antoja excesivo además de ineficaz exigirle responsabilidades por los entuertos imputables a sus predecesores. Tanto más cuando el hombre ha reconvenido —con las inevitables excepciones— las conductas delictivas que han florecido entre la feligresía que pastorea y no ha cometido todavía ningún desmán. Lo cierto es que, hasta el momento, el único reproche que se le podría formular es la temeridad que supone haberse creído dotado de cualidades personales y atributos políticos para lidiar simultáneamente con la crisis y con el equipo de eminentes naderías con colmillos retorcidos que le acompaña. Es bien sabido que casi todo individuo se siente sobrado de talento y ungido por el carisma apenas ocupa un cargo político de campanillas.

Dicho lo cual, iniciamos las vacaciones abrumados como todo cristo por los recortes, aunque también alentados por las movilizaciones programadas y esa toma de la Bastilla que se está fraguando para los días 15 y 25 de septiembre en Madrid a fin de ocupar el Congreso y acabar con este paripé democrático, esta descomunal estafa. ¿Qué otra opción nos queda a los jodidos?

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