“No puedo pagar 600 euros de multa”
Los jóvenes que hacen botellón en la capital desconocen las cuantías de las nuevas sanciones Las califican de “abusivas” y “desproporcionadas”
Una chica se abraza a su amigo. Lleva en una mano un vaso de mini con una bebida alcohólica. Se echa a llorar, mientras su acompañante echa la mirada al suelo. Ambos acaban de ser denunciados por tres policías municipales por hacer botellón en la plaza de Oriente. Al poco empieza a gritar. “¿Esto a donde va? ¿A pagar los sueldos de los políticos?”, chilla. Es una de las reacciones por las nuevas multas de botellón que entraron en vigor el pasado 16 de julio. Suponen sanciones de 600 euros (500 si se es menor de edad) que recauda directamente el Ayuntamiento.
“Esto es abusivo. ¿Cómo voy a soltar 600 euros si a mi madre no la pagan desde hace cuatro meses? Ni mi familia ni yo podemos pagar esta cantidad”, se pregunta otro amigo de la pareja, Alejando Medina, un vecino de Leganés de 18 años. “Es exageradísimo. Si en esta plaza no hay gente, no veo por qué nos tienen que multar”, añade. Medina se acerca respetuoso al policía, de nombre Iván, y le pide que le quite la multa: “Ya sé que a usted no le importa, pero no estamos en condiciones de pagarla”. El agente se encoge de hombros y le contesta que él solo se limita a hacer su trabajo.
Las distintas unidades de la policía hacen patrullas nocturnas específicas para luchar contra el botellón. Cada noche, en especial los fines de semana, salen una decena de agentes en motos que entran en las plazas. Eso impide que los jóvenes huyan al ver a la policía.
Los agentes de Centro han empezado por la zona de la plaza de Oriente, pero a lo largo de la noche se mueven por todo el distrito. “El botellón cambia según avanza la noche. Primero son jóvenes, que no suelen dar problemas. Pero a partir de las tres o las cuatro, la gente se vuelve más agresiva”, reconoce el sargento Guillermo. La siguiente parada es Chueca. En la calle de Pelayo, cuatro chavales están sentados en la acera con sus minis. Uno de ellos al ver la furgoneta sale corriendo. Al resto le cae la correspondiente sanción. “Me parece desmesurado de todo punto. Precisamente uno hace botellón porque no puede pagarse los cubatas en una discoteca. Me han jodido la noche y el mes”, reconoce Luis, un periodista segoviano. Si reconoce la infracción y la paga en los diez siguientes, el importe se reduce a 340 euros (300 para menores).
La multa por beber
Los jóvenes también se quejan de que es más alta la cuantía por hacer botellón que por conducir borracho (hasta 500 euros y seis puntos). Y eso que las consecuencias son más graves al volante. “Ahí puede morir gente, pero aquí como mucho molestamos a los vecinos y poco más”, reconoce uno de los multados, que prefiere no dar su nombre.
Otra forma de consumo de alcohol también muy habitual es la que proporcionan los llamados lateros (vendedores de latas de cerveza por un euro en las puertas de los bares). “Lo habitual es que la gente salga a fumar un cigarro y aproveche para tomarse una cerveza a un precio mucho más bajo”, reconoce José Manuel, otro de los agentes. La multa les cae igualmente. Es lo que ocurre, por ejemplo, en la plaza de Vázquez de Mella, donde es sancionado el argentino José Roberto Dobratinich, de 24 años. “Es la primera vez que vengo a Chueca y me parece desproporcionado 600 euros por una lata. No creo que sea para pagar esa cantidad”, destaca el joven. “La cagué por no estar atento”, añade. En este caso, no hay latero. Si la policía le ve, le habría multado por venta ambulante.
“Es desmesurado.
Dos de las zonas con mayor incidencia en Centro son la plaza del Rey, donde está el Ministerio de Cultura, y la plaza de Juan Pujol. Los policías siempre lo dejan para el final. En la primera, hay unos 40 o 50 jóvenes bebiendo a pleno rendimiento pese a ser ya las cuatro de la madrugada. Muchos salen corriendo al ver a la policía. En su huida dejan la plaza llena de botellas, vasos, bolsas,... “Eso es lo que me come. Éramos un montón y solo nos multan a mi grupo porque no hemos salido corriendo como los otros”, se queja María López, una leganense de 21 años estudiante de FP.
El servicio termina a las seis de la madrugada. Cada agente ha puesto unas 12 o 13 denuncias. La media es terminar el fin de semana con unas 300 por unidad. “Se ha notado que hay poca gente por el verano. Otras veces no paran de salir llamadas de los vecinos”, reconoce la cabo Araceli, mientras recoge las actas.
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