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La crisis reaviva el contrabando de tabaco en la frontera con Andorra

Las infracciones por esta actividad aumentaron el 40% el año pasado

Dos agentes de la Guardia Civil vigilan el paso fronterizo con Andorra.
Dos agentes de la Guardia Civil vigilan el paso fronterizo con Andorra.HERMINIA SIRVENT

La crisis económica ha reavivado el contrabando de tabaco en la zona fronteriza con Andorra y ha agudizado el ingenio de los contrabandistas a la hora de pasar impunemente la mercancía por la aduana de La Farga de Moles (Alt Urgell), uno de los puntos calientes de la entrada ilegal de tabaco en territorio español desde el principado. “El contrabando ha existido siempre y no desaparecerá mientras haya un euro que ganar”, señala un exagente de la Guardia Civil que estuvo siete años destinado en ese puesto.

La reciente detención de nueve personas, entre ellas el exconsejero de Gobernación de la Generalitat Jordi Ausàs y un mando de la Guardia Civil, acusadas de un delito continuado de contrabando de tabaco y pertenencia a banda criminal organizada, no ha sido un hecho excepcional. Lo que dio resonancia a este caso fue la implicación de un político que hace menos de dos años ocupaba un alto cargo en el Ejecutivo catalán. Pero cada semana hay detenciones e incautaciones de tabaco.

La Guardia Civil intervino el año pasado 242.024 cajetillas de tabaco, por valor de 890.000 euros. El año se saldó con 11 delitos, 284 infracciones, 16 detenidos y 277 inculpados. “Este año se mantiene la tendencia y seguramente las cifras serán similares o algo superiores”, comenta el capitán Vicente Luengo, responsable de la Oficina Periférica de Comunicación de la Comandancia de la Guardia Civil de Lleida.

El principal aliciente para los contrabandistas es que el precio de la cajetilla andorrana aún es muy bajo: cuesta 1,5 euros menos que en España y tres menos que en Francia. A los contrabandistas les compensa correr el riesgo. Si consiguen pasar el género, la ganancia será sustanciosa. En caso contrario, dependerá del valor de la mercancía: si no supera los 15.000 euros, se considerará infracción y no delito. El año pasado, el número de infracciones aumentó un 40%.

El tráfico ilícito de tabaco hoy es negocio rentable. Se calcula que en 2011 se vendieron en España 400 millones de cajetillas ilegales, que privaron a la Hacienda pública de recaudar 1.200 millones de euros en impuestos. Gibraltar, en el sur, y Andorra, en el norte, son los dos principales focos de mercadeo de este producto.

El contrabando de tabaco de procedencia andorrana ha sido y es una actividad más en el área de influencia de La Seu d’Urgell, que dista apenas 12 kilómetros del puesto fronterizo y cuyas montañas están surcadas por numerosas pistas de tierra comunicantes con el país vecino por las que históricamente han circulado toneladas de tabaco. Frente al contrabandista, ha estado siempre la Guardia Civil, aunque ocasionalmente alguno de sus miembros no resistió la tentación de cambiar el fusil por el fardo. El caso más sonado fue el de Rufino Esteban, que llegó hace 70 años a la Cerdanya para reprimir el tráfico y al cabo de un tiempo decidió salirse del cuerpo para hacerse contrabandista.

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La Fiscalía de Lleida detectó en 2000 la presencia de guardias civiles corruptos en el destacamento de La Seu, que supuestamente aceptaban sobornos de los contrabandistas a cambio de hacer la vista gorda o revelar secretos e informaciones privilegiadas. “Nuestra misión allí es impedir la entrada de mercancías sin declarar y somos los primeros interesados en descubrir si un compañero del cuerpo obra en connivencia con los contrabandistas”, dice el capitán Vicente Luengo.

Hoy la caída del poder adquisitivo de los fumadores y el aumento de la presión impositiva han dado más vida a las organizaciones dedicadas al tráfico ilegal. Lo ha hecho después de que durante años descendiera a raíz de la Operación Montaña, diseñada por el Gobierno en 1998 para acabar con las mafias portuguesas y gallegas que habían conseguido monopolizar el negocio.

Los contrabandistas venden luego el tabaco más barato que en los estancos, bares o tiendas, con una ganancia de 10 euros por cada cartón de 10 cajetillas. Para algunos habitantes de este lado de la frontera es una tarea clandestina y lucrativa que, en épocas de mayor auge, ha servido para que familias amasaran grandes fortunas. “Aquí nos conocemos todos y los coches de lujo y los chalés no salen de la nada. El contrabando es algo consustancial en esta parte del Pirineo, que incluso pasa de padres a hijos”, explica el propietario de un bar de La Seu frecuentado por contrabandistas, quien pide no ser identificado. El hostelero asegura que desde pequeño ha vivido el contrabando de tabaco como algo “ocasional y complementario” para la economía familiar y nunca como una actividad “delictiva”. “Debo de ser uno de los pocos que no se han enriquecido con ello”, aclara.

El contrabando ha generado en esa parte del Pirineo mucha épica y literatura de ficción. El escritor urgellense Albert Vilaró escribe en la revista Cadí-Pedraforca que hace 35 años hacer de contrabandista era una actividad “transversal y respetabilísima” y de forma irónica emplaza a la administración a proteger esta profesión como si se tratara de un oficio artesanal más.

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