Foix recibe un homenaje clásico pero rompedor en el CCCB
Poetas consagrados y jóvenes recuerdan al bardo de Sarrià a los 25 años de su muerte
Josep Vicenç Foix iba con sombrero, chaleco, con corbata hasta en su casa de la burguesa Sarrià; sus poemas eran de una perfección métrica casi química... Pero él, “plantaria, a l’hora d’alba, els poemes com a pasquins, a les parets o els llançaria des dels terrats”. Y según decía ayer quien sería su editor, Jaume Vallcorba, “era un poeta civil, que estaba por la regeneración cultural, que creía en la culturización de la sociedad”. Por eso, pura dicotomía, cuando media Barcelona (la cultural, también) se manifestaba contra los recortes y la subida del IVA, la sala teatro del CCCB acogía FestFoix, 25 anys amb/sense J. V. Foix, único gran homenaje hasta la fecha.
Sí, fue otra manera de manifestarse. Dual, como todo el acto, de un clasicismo rompedor, puro Foix, donde un disc-jockey habitual (vía Sónar) del CCCB, Vicent Fibla, dejaba caer sonidos de regusto metálico entre los versos de los poetas que recitaban. También con guiño: los mayores leían composiciones suyas; los más jóvenes, al bardo de Sarrià, traducción en el escenario de ese foixiano “m’exalta el nou, m’enamora el vell”.
Y así Feliu Formosa (“aún me veo de universitario progre yendo a casa de Foix”), Marta Pessarrodona (“lo conocí en su domicilio, yo acompañada de Gabriel Ferrater; me dio un consejo: ‘Lea a los estoicos'”) y Francesc Parcerisas (solo falló, por enfermedad, Màrius Sampere) fueron intercalando su obra con versos de Foix que leyeron cuatro jóvenes poetisas, a la manera de coro griego: “Son las voces femeninas más interesantes y de las que mejor recitan”, argumentaba en privado el también poeta David Castillo, uno de los organizadores y presentador del acto.
Sol, i de dol fue para la voz de Núria Martínez (“El tot sotmès al Tot, i l’Home al seny”, recitaba con afán de actualidad); Estel Solé, la más joven, aplicaba su vertiente también de actriz para enfatizar On he deixat les claus?; los parajes de El Port de la Selva de Entre algues, do’m la mà eran mecidos por Sílvia Bel, y Teresa Colom recitó (sic, la única sin leerlos) Les irreals omegues (“il faut s’engager!”, oportunamente conminatorio).
Tras rayos y versos en una versión audiovisual valiente de El faroner, de mil bigotis... (“el feix lluminós els mostre l’Eterna Permànencia”; ¿hablaba ya el poeta de él y de hoy?), Gerard Quintana y Enric Hernàez cerraban interpretando el Es quan dormo que hi veig clar. Nunca fueron versos surrealistas, sino una imagen sobre la locura. Ideales para estos tiempos bien locos en los que, con retranca contra el IVA, Quintana resumía así: “Si a un poema le pones música, lo conviertes en un lujo”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.