Mi “no” al adelanto electoral en Euskadi
Solo hay dos situaciones o circunstancias que llevan a la celebración de elecciones autonómicas: que venza completamente el tiempo de la legislatura o la voluntad expresa del lehendakari. ¿Es necesario un adelanto electoral? Quien lo proponga tendrá que explicar por qué, pero deberá explicar además qué papel quiere jugar en el nuevo tiempo, y hasta dónde está dispuesto a colaborar para que se cumpla la normalidad. Lo normal es que los Gobiernos duren los cuatro años que dura una legislatura. Cualquier espantada antes de tiempo debe ser explicada con mucho detalle, pero cualquier extorsión que tenga como objetivo forzar un adelanto electoral también debe ser explicada al detalle para que los ciudadanos, —a la vez, votantes—, sepan a qué atenerse el día de las urnas. Ha habido experiencias muy concretas en las que el adelanto electoral no ha favorecido ninguna mejora para la vida de los ciudadanos, aunque haya logrado el objetivo artero y oculto, perseguido por los interesados en él, que casi siempre es castigar al Gobierno para provocar la victoria del otro. Sirva como ejemplo el caso español en que a un “desacreditado” Zapatero, vapuleado desde los más procaces rincones de la derecha española, le ha sustituido un Rajoy, dotado de mayoría absoluta, que ha logrado en poco más de seis meses duplicar la prima de riesgo, acrecentar la crisis y el paro, provocar un rescate-intervención financiero que desbarata el futuro de España para bastante tiempo y, lo que es peor, destruir el Estado social de Bienestar que tanto costó construir tras la recuperación democrática.
Acortar la legislatura no ha favorecido ninguna mejora a los ciudadanos
No voy a ser yo quien diga a Patxi López lo que tiene que hacer, porque le respeto tanto como le admiro. Además no lo haré porque tengo el deber y la misión de protegerle en el desarrollo de este proyecto socialista para Euskadi que los dos deseamos culminar. Sí, he dicho bien: culminar. Porque es precisamente su compromiso con el proyecto socialista lo que ha llevado a las fuerzas políticas vascas a arremeter pidiendo el adelanto. El abandono de la derecha neoliberal del PP de los apoyos que tenía comprometidos con el Gobierno vasco, tuvo su detonante en la negativa de López a asumir las antisociales y antihumanas medidas aprobadas por Rajoy. El empeño de los conservadores del PNV en debilitar al Gobierno y al lehendakari también tiene que ver con las propuestas progresistas esbozadas por López en relación con la necesidad de servirnos del Concierto Económico, y de sus posibilidades, para implantar una política fiscal más rigurosa y útil. Si a estos ataques provenientes de los partidos políticos añadimos los empellones que vienen a través del poder mediático más conservador y de los grupos de presión de carácter económico, —empresarios, profesionales liberales, etc—, ya tenemos definidas todas las batallas, e incluso la guerra.
Y nadie puede afirmar, refiriéndose a la política desarrollada por el Gobierno vasco, que se trata de un socialismo áspero ni montaraz. Muy al contrario, se trata de una socialdemocracia tenue, acorde con los rigores del tiempo en que vivimos. La convivencia, que en Euskadi es ahora un bien preciado a favorecer tras tantos años de terrorismo etarra, también tiene que ver con las condiciones sociales y económicas en que vivan los vascos. También en Euskadi hay desequilibrios: demasiadas personas viven bajo el umbral de la pobreza. ¿Habremos de desatenderlas amparadas en que la crisis exige esfuerzos de “todos”? Ahí está uno de los meollos importantes de las peticiones de adelanto electoral: conseguir que la crisis consigue su ansiado efecto colateral abriendo paso al capitalismo más injusto y desvergonzado.
Como en todo Gobierno, ha habido lagunas y errores, algunos de ellos como consecuencia de un entramado institucional, —Gobiernos Central y Autonómico, Diputaciones, Ayuntamientos—, demasiado celosos de sus funciones y más preocupados en la lucha partidista que en gobernar con eficacia pensando en los ciudadanos más necesitados. No es bueno un adelanto electoral por una razón fundamental: igual que un kilo son 1.000 gramos y no 960 gramos, una legislatura son cuatro años y no tres años y nueve meses, como algunos quieren que sea. Por cierto, quienes reclaman adelanto electoral, entre otras razones porque preven dificultades para la aprobación del Presupuesto del 2013 debieran tomar nota: el PP y sus agentes mediáticos y económicos consiguieron adelantar en cinco meses las generales, pero Rajoy demoró la aprobación del Presupuesto hasta marzo del año siguiente.
Convendría, eso sí, que no mostraran tanta prisa los nacionalistas; que mostraran menos deslealtad y más humanidad los ultraliberales del PP; que fueran algo más discretos los grupos de presión cuando expresan sus desatadas preferencias; y mucho rigor en el poder mediático cuando ejerce su importantísima función informadora. Esto y que le asistan la cordura y la firmeza a Patxi López para preservar su voluntad de avatares y circunstancias interesadas o infundadas.
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