Luna de miel
La madurez del cuarteto Casals se deja sentir en sus interpretaciones de Webern y Schubert
La asociación en el mismo concierto de compositores de diferentes épocas suele dar mucho juego dialéctico si las parejas se escogen adecuadamente. La de Schubert con Webern es muy atractiva, y a ella se dedica el primer ciclo Contrapunto de verano, con el cuarteto Casals de eje y con el refuerzo para los quintetos en próximas jornadas del pianista Christian Zacharias el jueves, o del violonchelista Eckart Runge el lunes. Ayer se celebró la cuarta sesión, la del paso del ecuador, con dos obras emblemáticas: las Seis bagatelas Op. 9, de Webern, y el Cuarteto número 13, Rosamunda, de Schubert. Hubo otros cuartetos en la misma velada, aunque no tan representativos. En las Bagatelas se condensa toda la filosofía sonora de Webern, su gusto por el detalle y el refinamiento tímbrico, su obsesión vanguardista por el lenguaje y la síntesis. En el cuarteto Rosamunda se respira en todo momento, y en particular en el melancólico andante, el deseo de Schubert por plantear una música cercana, cotidiana, sentimental y afectuosa. El contraste entre una proyección conceptual hacia el futuro y una recreación melódica alrededor de los deseos del presente fue muy visto por el cuarteto Casals en una realización que, por encima de otras cuestiones, desprendía una naturalidad envidiable. La madurez a que ha llegado el grupo se deja sentir en interpretaciones como esta. Posee el Casals rasgos diferenciales en la manera de abordar las diferentes épocas, pero sobre todo aporta una sustancia musical que las acerca. El juego de las parejas, que diría Béla Bartók, es, pues, sugerente. Los organizadores estaban tan seguros del éxito de la propuesta que ya han anunciado para el año próximo la repetición de la experiencia con Bach y Shostakóvich. De momento Schubert y Webern viven, gracias al cuarteto Casals, una auténtica luna de miel.
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