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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El futuro de la izquierda catalana

No es deseable, por higiene democrática, que haya hegemonías políticas asfixiantes; hay espacio para una izquierda nacional

Joan Ridao Martin

¿Es posible construir una alternativa de izquierda catalanista al nacionalismo conservador imperante? Esta es la pregunta que muchos se formulan ante la clamorosa ausencia de alternativa a CiU que proyecta el actual escenario político, donde la izquierda aparece siniestrada después de la experiencia del tripartito y del cambio de rumbo estratégico de sus integrantes.

No es deseable por higiene democrática que haya hegemonías políticas asfixiantes. Es necesario un sistema de pesos y contrapesos en el que conviva el potente centro derecha nacional que representa CiU, puesto que, pese a sus complicidades, cierra el paso a la derecha españolista del PP, y una izquierda genuinamente nacional, igualmente potente, capaz de liderar la alternancia.

El país ha cambiado. El eje del catalanismo ha ensanchado sus costuras a derecha e izquierda. Al creciente soberanismo de CiU, que ha experimentado un innegable aggiornamento después del pujolismo de la tensión identitaria y del peix al cove, se añade que parte de la izquierda ha movido ficha, como ICV-EUiA, y abraza desde posiciones socializantes y democráticas el derecho a decidir y la hacienda propia, con la vista puesta en un horizonte federal europeo. Lo que marcará nuestro futuro es la voluntad de la mayoría. Los cambios germinan en el corazón y en la mente, ni en el BOE ni en la sentencias del Tribunal Constitucional.

Si parte de nuestra sociedad asocia el derecho a decidir o el pacto fiscal solo a unas cuantas élites políticas autóctonas, habremos fracasado

Aun así, parafraseando a Gramsci, lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no termina de morir: los acomplejados clichés federalistas del PSC no acaban de desvanecerse, aunque se haya apercibido de que no hay federalistas en España y de que, a diario, no solo no juega en casa, sino en campo contrario. En realidad, vivimos un nuevo tiempo político donde el esquema bipolar del pacto de no concurrencia CiU-PSC dos costats de la plaça, de la hegemonía municipal metropolitana y la subalternidad electoral del PSOE, debe dar paso a una apuesta centrada inequívocamente en Cataluña. Ahí confluirá, sin duda, con otros sectores de la izquierda nacional. Hay recorrido. Existe un colchón sociológico mayoritario, al menos 1,5 millones de almas, que, como Diógenes con la lámpara, todavía buscan su refugio.

Este espacio, además, es de larga tradición en las filas del catalanismo. Sin ser ni mejor ni peor que la tradición conservadora, encarna históricamente el republicanismo federal, el obrerismo, el laicismo pedagógico, el cooperativismo agrario, Layret, El Noi del Sucre, Companys. Pero sin duda es la tradición más malhadada, puesto que ha gobernado efímeramente en el último siglo, coincidiendo con periodos convulsos: la Segunda República y el tripartito de la gran recesión y del Estatuto.

Esta izquierda nacional tiene ante sí retos importantes: primero, puede contribuir como nadie a que el catalanismo del siglo XXI sea de masas, capaz de ganar adhesiones entre la nueva y la todavía vieja inmigración, igual que 40 años atrás evitó una peligrosa deriva lerrouxista. Segundo, debe evitar que el reparto de cargas de la crisis sea desigual para que la sociedad no se dualice. Si parte de nuestra sociedad asocia el derecho a decidir o el pacto fiscal solo a unas cuantas élites políticas autóctonas, habremos fracasado.

Y tercero, los nuevos tiempos exigen ir ligeros de equipaje y aparcar dogmatismos. El europeísmo de la izquierda catalana le permite liderar la renovación de los postulados socialdemócratas, al compás del cambio de hegemonías en el continente. Y recuperar el favor de la castigada y menguante clase media. No se puede vivir solo esperando el pinchazo de la derecha. Hoy se requiere otro utillaje, como han demostrado Hollande o Syriza, salvando las distancias. Y volviendo a Gramsci, hay que articular un entorno más allá del sindicalismo o el movimiento vecinal, alrededor de sectores emergentes como el 15-M, para construir una nueva hegemonía y, más aún, recuperar el liderazgo moral del país.

Joan Ridao es profesor de Derecho Constitucional y Ciencia Política de la UB y la UOC

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