Abrazos gratis
Efectivamente, todavía quedan cosas gratis. Recuerdo un paseo por el parque en el que, a lo lejos, me pareció ver algo extraño en el inmenso tronco de un hermoso árbol centenario. Algo mimetizado con el árbol, pero no vegetal. Descifré la figura a medida que me acercaba: era una mujer fuertemente abrazada al tronco, vestida con ropa marrón y con los ojos cerrados. Me pareció una escena espiritual e íntima.
Ya sé que esto no es muy común, que lo que habitualmente necesitamos abrazar son personas, no árboles. De hecho, ¿hasta qué punto podría ser feliz una persona que no tuviera a nadie a quien abrazar ni fuera nunca abrazada? En la India hay una mujer, una líder espiritual hindú, M?t? Amritanandamay? —más conocida por sus seguidores como ‘Amma’ o Madre— cuya actividad principal consiste precisamente en repartir abrazos amorosos. Todos los días recibe peregrinaciones de gente que viene para ser abrazada por ella y recibir su bendición. Se dice que ha llegado a estar veinte horas seguidas al día para poder dar su ración de mimos a todo el que lo precise. De ese modo, sin necesidad de intrincadas teologías, ha conseguido generosas donaciones para construir escuelas, hospitales, viviendas y pensiones para mujeres sin recursos.
Me cuesta imaginar a los líderes religiosos cristianos haciendo algo parecido. Tal vez porque son hombres, tal vez por otras razones. En todo caso, en nuestra sociedad laicizada ese tipo de iniciativas vienen de otros sectores. Puede que se hayan encontrado alguna vez en la calle con un grupo de jóvenes (o no tan jóvenes) con un cartel que reza “Abrazos Gratis”. El que quiera acepta la invitación, y los demás siguen su camino pensando seguramente que hay mucha gente pirada por el mundo. ¿La hay? El movimiento “Free Hugs” comenzó en 2004 gracias a un australiano que, para superar su situación de desamparo (había perdido a su prometida, sus padres se habían divorciado, su abuela estaba muy enferma), empezó a dar abrazos a desconocidos. Alguien lo grabó en video, lo subió a Youtube, y el fenómeno acabó internacionalizándose. En la actualidad, gracias a Internet, en casi todos los países hay convocatorias periódicas para que la gente acuda a las plazas de las ciudades a ofrecer “Abrazos Gratis” y a regalar su afecto a desconocidos.
En nuestra cultura, si rozamos a alguien sin querer le pedimos disculpas. ¡Como para abrazarle! Siempre hay una distancia prudencial, medio metro como mínimo, que nos separa de los demás. Es un perímetro de intimidad, de seguridad. De hecho, a menudo nos gustaría que fuera más y más amplio. Pero a veces ocurre que vemos en un bar o sentada en un banco a una persona sola, con los ojos abatidos, ennegrecidos, teñidos de una tristeza insoportable. Nos parece que necesita urgentemente un abrazo fuerte, un gran abrazo. ¿Cómo atravesar, sin embargo, ese medio metro kilométrico que nos separa del otro, del desconocido?
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