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Las banderas azules destiñen

Galicia es la comunidad del planeta con más enseñas, pero según los ecologistas con ellas llega la “degradación ambiental”

Playa de Riazor (A Coruña), una habitual, y muy cuestionada, del listado de banderas azules.
Playa de Riazor (A Coruña), una habitual, y muy cuestionada, del listado de banderas azules.GABRIEL TIZÓN

Veinticinco años después de izarse la primera en una playa de España, Galicia es la comunidad del mundo y Sanxenxo el municipio (también de todo el planeta, de más de 50 países participantes en los cinco continentes) con más banderas azules. Al mismo tiempo, suele ser la gallega, junto con la andaluza, la costa con más puntos oscuros señalados por las banderas negras que otorga a primeros de julio Ecologistas en Acción. Los famosos y bien promocionados retazos azules (los de 2012 en Galicia, que se acaban de conceder, serán 126) ondean a un lado y en otro lugar próximo, en la misma ría, bañado por la misma agua que viene y va, el colectivo ecologista de ámbito estatal (asesorado aquí por Verdegaia) hinca los mástiles de luto unos días después.

La mayoría de los alcaldes se pirran por las banderas azules, y los bañistas se precipitan en masa sobre las playas que las lucen. Hace más de una década, la comisaria Margot Wallström advirtió de que estas enseñas no tenían nada que ver con la UE, pero hace unos días, en la prensa gallega todavía aparecieron titulares que afirmaban que la Unión Europea había distinguido con banderas azules un montón de arenales de la comunidad. “El color crea confusión. Se vende el producto de manera errónea deliberadamente”, protesta Fins Eirexas, secretario ejecutivo de Adega. “La patronal turística está encantada con esta estrategia de mercado. Pero para nosotros este premio es comparable a sellos de calidad como los de Aenor [que obtuvo Dorribo para Nupel] o la ecoauditoría Emas [que logró Ence-Elnosa]. Son publicidad que se compra y, con el paripé del izado, cada temporada empieza un problema de degradación ambiental”.

“He recibido amenazas de algún alcalde gallego”, afirma el inspector

Para muestra, Eirexas da ejemplos de estos días: “La maquinaria que limpia la arena destruyó dos puestas de un ave amenazada, la píllara das dunas (Charadrius alexandrinus), en Coroso (Ribeira). Y en las dunas da Corna (A Pobra) los tractores invadieron hábitats de protección prioritaria y se desbrozó la flora endémica en peligro de extinción. Los Ayuntamientos cometen delitos por cumplir con los requisitos que imponen las banderas”.

“Puede suceder que la fragilidad de ciertos entornos naturales no aconseje la concesión de este tipo de galardón, ya que la afluencia de un número mayor de visitantes podría poner en peligro la fauna y flora o los hábitats”, advierte en su web la Asociación de Educación Ambiental y del Consumidor (ADEAC), brazo en España de la FEE (Fundación para la Educación Ambiental). Con la última palabra de un jurado internacional, esta entidad otorga las banderas azules en el mundo año tras año. La propia organización (que no cuenta con respaldo de la UE pero sí de dos agencias de la ONU) avisa de que su objetivo no son las playas vírgenes y con grandes valores ecológicos, sino más bien las concurridas, turísticas, muchas veces urbanas, que requieren servicios adicionales, accesos para discapacitados o socorristas. Pero, según Adega, el público sigue confundido y “hay muchos alcaldes” empecinados en “gastar enormes cantidades de dinero en poner pasarelas y rampas” para acopiar banderas. Con eso, recuerda el grupo, terminan pervirtiendo parajes únicos.

En una línea cercana se expresa la responsable de Litoral de Verdegaia, Sabela Iglesias: “Medioambientalmente, estos premios no significan nada”. Al contrario, “muchas obras y estropicios que se hicieron en playas fueron con el fin de conseguir la bandera azul, sin tener en cuenta el desastre que causaban”.

“Esta marca comercial es una moda que enganchó muy bien, pero ningún grupo ambientalista está contento con ella. Las banderas azules no las queremos ver ni en pintura”, reconoce Eirexas. “Riazor y Orzán tienen toneladas de arena de relleno; son playas desnaturalizadas”, y sin embargo presumen de trapo azul. Lo mismo que las de Sanxenxo (14) y Barreiros (ocho), dos municipios que “tienen poco de qué jactarse desde el punto de vista ambiental”. Todos los años, coincidiendo con la escenificación en los arenales de la entrega al empezar el verano, Adega publica un comunicado insistiendo en que las banderas son “un lavado de cara para Ayuntamientos con mala conciencia ecológica”, con pésima depuración, emisarios de aguas fecales y un urbanismo “depredador”. “Algunas de las playas que reciben estos reconocimientos presentan graves problemas ambientales”, afirma el colectivo.

Pero nada pueden estas voces críticas contra el prestigio creciente de ADEAC-FEE, que este año estrena además el sello “senderos azules” y trabaja en unas inminentes “llaves verdes” para hoteles. José Palacios, primer inspector que tuvo Galicia (ahora se reparte el litoral con otros tres voluntarios) y vicepresidente de ADEAC defiende su estrategia: “No puedo estar de acuerdo con esos grupos. Ellos optan por el palo como criterio educativo. Nosotros, por el premio”. Este profesor de socorrismo en el INEF habla en sus términos: “En pedagogía, esto se llama refuerzo positivo. Alcaldes que no tenían ni idea del tema, ahora organizan [es uno de los requisitos] cinco actividades de educación medioambiental”.

Palacios cuenta que la mayoría de los inspectores son profesores de universidad e instituto que visitan las playas en su tiempo libre y no cobran de ADEAC más que las dietas. Los municipios solicitan las banderas en enero pero “no pagan” ni por el retal. La organización, según Palacios, es “independiente”: solo funciona con ayudas de las comunidades autónomas, la ONCE y algún ministerio.

Los análisis obligatorios del agua de baño (de E. coli y enterococos intestinales, cada 15 días de mayo a octubre) “los realiza la Xunta”. Y si hay que negar el galardón, o retirarlo en agosto, “se hace”, asegura. “He recibido presiones y amenazas de algún alcalde en Galicia, pero ni caso”.

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