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Los ‘hijos’ de Eduardo Galeano regresan a Galicia

Su nueva obra incluye una historia sucedida en A Coruña

Eduardo Galeano, ayer en la Cidade da Cultura de Santiago.
Eduardo Galeano, ayer en la Cidade da Cultura de Santiago.LAVANDEIRA JR. (EFE)

Las historias de Eduardo Galeano (Montevideo, 1940) nacen entre las líneas en blanco de los libros de historia. En Espejos (2008), construyó con más de 600 retales una historia “casi universal” que recorría espacios jamás visitados por la “versión oficial”. Ahora, quiere enfrentarse a todos los siglos a través de un calendario con vocación de eternidad. Los hijos de los días construye el tiempo desde el Paraíso de Eva y Adán, hasta los días del imperio McDonald's, en los que, pese a todo, hubo una vez en que “las empanadas caseras derrotaron al progreso”.

En su lucha abierta contra la “inflación palabraria”, el escritor uruguayo quiere desterrar todo lo que no mejore el silencio. Por eso reescribió y tachó hasta que a su literatura se le cayeron los anillos. Era la undécima versión. Entonces se quedó desnuda la cruda verdad. Una para cada día.

El monte Gaiás fue el escenario perfecto para presentar un libro hecho de desterrar silencios. Cuenta Galeano que al entierro de Karl Marx acudieron sólo 11 personas, que Nelson Mandela fue considerado “terrorista peligroso” por los Estados Unidos hasta 2008 o que hubo una orden judicial que prohibía los besos. También la Cidade da Cultura sabe mucho de silencio.

“Estamos hechos de historias”, afirma el escritor, que ha compuesto con las suyas el almanaque de un año bisiesto. De nuevo, historia, periodismo y literatura se confunden para esclarecer la realidad. Y de nuevo, A Coruña. En la ciudad herculina, el escritor uruguayo ha vuelto a poner nombre a héroes anónimos que se enfrentaron “a los traficantes del miedo”. Sus Espejos reflejaron a Bebel García, “zurdo para jugar y para pensar”, ante el pelotón de fusilamiento. Ahora, rinde tributo a las coruñesas Elisa Sánchez y Marcela Gracia, las primeras esposas lesbianas de España, que tuvieron que huir por la “inmoralidad desvergonzada” de amarse. Desde Rosa Luxemburgo a Rockefeller, nadie escapa a la pluma de Galeano. Porque las frases que salpica en el silencio gritan contra quienes callan y elogia a quienes osan alzar la voz. Cada efeméride justifica un discurso que se convierte en proverbio entre sus lectores. “Si la naturaleza fuera un banco, ya la habrían rescatado”, dice.

Galeano quiso cerrar el encuentro con una de esas frases lapidarias que golpean para dejar silencio. No fue capaz. Una intensa ovación se lo impidió.

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