Los dos errores del PSOE
La situación general de los socialistas en toda España también lastra las opciones del PSdeG
El pasado domingo, este diario publicaba una encuesta de la que se derivaban algunas conclusiones demoledoras para los dos grandes partidos de la democracia española. Según el estudio demoscópico de Metroscopia para EL PAÍS, el Partido Popular perdía casi ocho puntos de intención de voto respecto al resultado obtenido hace solo seis meses en las elecciones generales, y el PSOE bajaba tres puntos en relación a su ya escaso resultado electoral del 20-N. El mismo acelerado desgaste político experimentaban los líderes de ambos partidos, Rajoy y Rubalcaba, de los que desconfían el 78% de los ciudadanos en el caso del presidente del Gobierno y el 85% al referirse al secretario general del partido socialista.
El desgaste del partido del Gobierno es fácilmente comprensible si se considera que las falsas expectativas creadas por el reciente cambio político se han volatilizado a la velocidad de la luz, el enorme fraude electoral cometido por el PP y la improvisación e incoherencia exhibidas por el actual Gobierno, respecto a las cuales las protagonizadas por el Ejecutivo de Zapatero eran simplemente un juego de niños. ¿Cómo es posible que un gobierno genere confianza cuando su presidente afirmaba hace dos semanas desde la solemnidad de la tribuna parlamentaria que no se inyectará ni un solo euro en los bancos? ¿Cómo va a generar confianza el presidente Rajoy cuando hace siete días decía que no se recurriría a ningún fondo europeo para recapitalizar (rescatar) a la banca española? ¿Quién va a tener confianza en un gobierno cuando su ministro de Economía afirma rotundamente que las necesidades de recapitalización de la banca no superarán los 15.000 millones de euros y a la semana siguiente solicita de la Unión Europea 100.000 millones para tal fin? ¿Cómo se puede creer a un gobierno que el sábado pasado reconoce por boca de su responsable económico que los intereses del préstamo europeo computarán en el déficit público y al día siguiente es desmentido por el presidente Rajoy, antes de viajar a Polonia para presenciar el partido de la selección española de fútbol? ¿Cómo tomar en serio a un presidente del Gobierno cuyo discurso triunfalista es desmentido de inmediato por las autoridades europeas y ridiculizado por los principales diarios del continente? Así pues, no resulta extraño el descrédito acelerado que está sufriendo el Ejecutivo y su presidente.
Más difícil de explicar es el declive del PSOE y el desgaste de su máximo dirigente, que se muestran incapaces de frenar el rechazo ciudadano y de recoger políticamente el creciente malestar social provocado por las políticas gubernamentales. Esta peculiar situación tiene, a mi juicio, su origen en dos graves errores cometidos por el partido socialista en este período. El primero de ellos protagonizado por Zapatero cuando, en mayo de 2010, aceptó las imposiciones de los mercados (pensiones, salarios de los trabajadores públicos, primera reforma laboral y posteriormente la reforma constitucional), todas ellas contrarias tanto a su programa electoral como a su tradición política, en vez de convocar elecciones generales. Es posible que las hubiese perdido, pero es seguro que, en tal caso, la derrota habría sido menor que la cosechada el 20-N. Y, además, el PSOE habría mantenido la coherencia política que le habría capacitado para ejercer una potente oposición al PP y para configurarse como una alternativa creíble de Gobierno a corto plazo. Aquella decisión provocó la deserción de sus bases ideológicas y afectó seriamente a la credibilidad del PSOE como partido de izquierdas.
El segundo gran error del partido socialista consistió en apostar en el Congreso de Sevilla por el continuismo de una dirección y la elección de un secretario general implicados profundamente en la gestión política que los ciudadanos habían rechazado contundentemente unos meses antes en las urnas. Esa misma operación intentó Felipe González tras perder las elecciones de 1996 y fracasó rotundamente. Solo cuando fue elegida una nueva dirección, encabezada entonces por Zapatero, capaz de romper explícitamente con los despropósitos del pasado, logró el PSOE recuperar la credibilidad política, y en 2004 el Gobierno.
Como la experiencia demuestra y la mejor literatura política pone de manifiesto, un Gobierno por mucho desgaste que acumule no suele perder las elecciones si no existe una alternativa sólida capaz de sustituirlo. Esto es lo que parece corroborar la encuesta publicada el domingo. Y, por cierto, es también lo que puede suceder en Galicia en las próximas elecciones autonómicas. En efecto, un PSdeG lastrado por la situación general que atraviesa el PSOE y sus enfrentamientos internos y un nacionalismo dividido pueden favorecer la continuidad de un Gobierno como el presidido por Feijóo, absolutamente fracasado, pero carente de una alternativa coherente capaz de generar confianza. Así pues, que todo el mundo asuma sus responsabilidades.
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