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OPINIÓN

¿Tiene Galicia la cabeza en su sitio?

Lo mejor es que el FROB siga por ahora como accionista mayoritario de Novagalicia Banco

El caos que reina en el sector financiero es de tal magnitud que nadie sabe a ciencia cierta qué agujero tiene. Ni los reguladores ni los regulados, que ya es decir. Y si alguien lo sabe, no lo dice o no quiere decirlo. Mientras, el nivel de especulación al respecto es tan salvaje que, de ser cierto, mete miedo. Lo que parece evidente es que el problema es, cuando menos, de una gravedad extraordinaria, algo nunca visto en un país de la dimensión de España, que hasta hace poco era una de las 10 primeras economías del planeta. A su manera, lo tuiteaba bien ayer Sandro Pozzi, el sagaz corresponsal de EL PAÍS en Nueva York —”Europa en la portada. Europa en política. Europa en internacional. Europa en economía. No es un diario español, es el Washington Post”—, para horas después conocer la sentencia del propio Obama: es necesaria una urgente inyección de capital en los bancos europeos débiles.

El mismo análisis —o peor— es aplicable al sector financiero gallego, si es que todavía se le puede llamar así, tras la desaparición fulminante del Pastor y la caída en desgracia de las antiguas cajas. En términos relativos, incluso es más grave. Con datos se entiende mejor: Novagalicia Banco, que ya recibió una inyección de 3.627 millones de euros del Estado, todavía precisa otros 4.500 millones, según el Banco de España; es decir, vamos ya por los 8.127 millones, mucho más que un billón de las antiguas pesetas y casi lo mismo que el presupuesto de la Xunta para todo el año. En otras palabras, con ese dinero se pagaría la educación de los gallegos durante cuatro años. ¡Una barbaridad!

Lo que no se explica es como este pequeño país no se para y se centra en este tema. En buena lógica, su Parlamento y sus medios de comunicación tendrían que estar —de verdad— a vueltas con este asunto de trascendencia histórica y la justicia debería valorar su intervención, del mismo modo que ya hizo la fiscalía en Bankia. Dicho con todo el respeto: en Galicia se debate sobre cantidad de tonterías y se obvia un acontecimiento histórico. Mientras, es tal la incertidumbre sobre el sector financiero que es poco menos que imposible aventurar qué puede pasar con Novagalicia, cuyas rocambolescas peripecias son proporcionales a las desfeitas políticas y financieras que definieron el lamentable proceso de fusión de las caixas. Y dicho lo cual, lo importante es que Novagalicia Banco existe. Moribundo, pero vivo y con expectativas, si cubre sus necesidades de capital, de unos 900 millones. Por increíble que parezca, tiene cierto valor esta situación, ya que otros —el Pastor, sin ir más lejos— ni existen.

¿Qué pasará? Para acertar, visto lo visto, habría que responder que puede pasar de todo, pero a riesgo de no hacerlo podemos plantear al menos cuatro hipótesis, quizá con variantes: 1) que sea subastado por un euro, 2) que sea recapitalizado como entidad independiente, como filial de otra entidad (¿Bankia?) o diluido en otro banco, 3) que sea recapitalizado con participación público-privada, y 4) que sea liquidado. De hacerle caso al Banco de España, como el dinero necesario deberá provenir de fondos públicos se deduce que el supervisor tira la toalla en su intento de subastar a corto plazo. Lo que tiene ahora más sentido, como dijeron Feijóo y Pachi Vázquez, es que el FROB siga siendo accionista mayoritario para esperar tiempos mejores, generar valor y no malvender hoy.

La decisión se tomará en un contexto general, es decir, en Madrid, pero eso no impide que el debate se oriente desde Galicia, máxime cuando aquí gobierna con mayoría absoluta el partido que sustenta la acción del Ejecutivo del gallego Rajoy. La decisión final ya no será financiera, sino política, y afectará a Novagalicia pero también a Bankia, la CAM, Cataluña Caixa y el Banco de Valencia, que juntos llevan consumidos más de 15.000 millones en ayudas públicas. Es decir, en esas entidades el Estado ya colocó dinero equivalente a todo lo que recaudó el año pasado por el impuesto de sociedades. Es algo nunca visto en el mundo en una economía de la dimensión de España. Puede que no sepamos cómo será el rescate, pero bueno no será. Menos mal que, a falta de Portugal, nos queda Keynes: “Cuando piensas que va a suceder lo inevitable, surge lo imprevisto”.

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