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“Mis hijas no pueden vivir al raso”

Cinco familias de Reus ocupan pisos tras ser derribadas las chabolas donde residían. “Antes veíamos la tierra y ahora, al menos, hay baldosas”

Familias que han ocupado pisos en el barrio Mas Pellicer de Reus.
Familias que han ocupado pisos en el barrio Mas Pellicer de Reus.JOSEP LLUIS SELLART

Las dos hijas de Carmen García, una vecina de Reus (Baix Camp, Tarragona) de 42 años, saltan emocionadas sobre dos colchones instalados en el suelo de una destartalada habitación a medio pintar. Tienen 10 y 12 años y nunca antes habían dormido en un bloque de pisos. “La puerta estaba abierta y entramos, hace tres años que no vive nadie aquí”, dice Carmen. Como ella y sus dos hijas, cinco familias más del barrio Mas Pellicer han ocupado estos días alguno de los pisos de la zona que estaban vacíos, propiedad de los bancos.

Las cinco familias (unas 20 personas) sobrevivían desde hace dos décadas en el barrio, unos metros más allá de sus viviendas actuales, pero en barracas y naves. Las parcelas eran conocidas como el Corral de la Pacheca, aunque de ellas ya no quedan ni los cimientos: un juez ordenó su derribo el mes pasado al encontrarse en pésimas condiciones de seguridad y salubridad. De hecho, sus habitantes, la mayoría de etnia gitana y menores, se las ingeniaban para sobrevivir entre escombros y sin agua potable vendiendo chatarra.

“Ahora tampoco tenemos agua, vamos a buscar garrafas a la gasolinera o nos la sube mi cuñada”, explica Carmen. Sus dos niñas revolotean a su alrededor alegres, mientras ella recuerda el calvario de estas últimas jornadas: “Nos quedamos sin nada, los primeros días fuimos al piso de abajo, a casa de mi cuñada, pero no cabíamos todos y tengo una hija recién operada”, dice Carmen, quien añade que no forzaron la cerradura.

El Ayuntamiento promete que los afectados tendrán vivienda “pronto”

Los vecinos no tienen luz y, de noche, se las ingenian con velas. “Antes veíamos la tierra y, al menos, ahora hay baldosas”, comenta Carmen. En el piso no hay electricidad y por eso no hay frigorífico, aunque tampoco podrían costeárselo porque Carmen, afirma, se separó hace dos años y no cobra ayudas. “Los servicios sociales nos dieron la opción de alquilar un piso puente, pero tenía que pagar 300 euros y no los tengo”, sostiene. Su cuñada le sube alguna olla de comida, aunque ella tampoco trabaja y vive con sus padres, que están enfermos. “La gente que diga lo quiera, la lluvia yo me la bebía, pero mis hijas no pueden dormir en el raso”, cuenta convencida Carmen.

Sus hijas se despiertan para ir colegio con dolor en los riñones, porque no tienen “una cama verdadera”. “Cogen humedad durmiendo, a esta familia le faltan muebles, que alguien les ayude”, pide Sebastiana Amador, su cuñada. Los otros afectados por el derribo de las chabolas del Corral de la Pacheca viven ahora en el bloque de pisos de al lado. Felisa García, de 44 años, tiene dos hijos de 11 y 18 años y también ha ocupado un piso con su marido. “Nosotros dos estamos enfermos, cobramos una ayuda de 304 euros al mes, nos pasan desde el piso de abajo el cable de electricidad algunas noches para que los niños vean la tele”, explica Felisa. Encarnación Gómez tiene 17 años, un niño de un año y medio y vive con ellos.

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“Fui a pedir la RMI y no me lo dieron”, afirma Encarnación. La mayoría de afectados por el derribo se quejan de cómo ha sido gestionado. “Nos enterraron hasta la ropa”, replican. El Ayuntamiento sostiene que se están tramitando todos los casos de afectados —salvo el de una persona que se ha ido a vivir con un amigo— y que los afectados tendrán un piso pronto. “Si nos dan la patada, nos meteremos en otro”, concluye Carmen.

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