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La receta del artesano

Las empresas agroalimentarias apuestan por la calidad para sortear la crisis

Lorenzo Duato, propietario de Papas Duso, junto a su hijo Carlos, en la zona de producción de sus patatas fritas.
Lorenzo Duato, propietario de Papas Duso, junto a su hijo Carlos, en la zona de producción de sus patatas fritas.NATXO FRANCÉS

Si hay un sector empresarial que está aguantando los embates de la crisis es el agroalimentario. En parte, gracias a la exportación. Pero para poder salir, o cubrir la exigente franja gourmet, la clave es el producto, el valor añadido que aporte. Partiendo de una tradición previa en su entorno, buenas materias primas y una filosofía artesanal y de calidad, algunas pequeñas empresas valencianas sortean la crisis e, incluso, consigue expandirse.

Rosa Romero, gerente de Quesos Jamesa.
Rosa Romero, gerente de Quesos Jamesa.NATXO FRANCÉS

“Cuando nací, mi madre ya hacía queso fresco de cabra en casa”, relata Rosa Romero, gerente de Quesos Jamesa, una empresa de La Llosa de Ranes que ha conseguido hacerse visible y crecer. Hace unos meses, inauguraba unas nuevas y modernas instalaciones, pero el proceso, en esencia, es el mismo. “Siempre hemos hecho el queso a mano. Hacemos las cosas bien y siguiendo la tradición. Se nos conoce por la calidad”, sentencia Romero. Y apunta un secreto: “La leche hay que refrigerarla nada más muñir. Todos nuestros ganaderos tienen tanques de frío”. Jamesa ocupa a 25 trabajadores, muchos del entorno familiar, y gestiona 25.000 litros diarios de leche. Su tradicional queso fresco está presente en toda la Comunidad Valenciana. Y el curado se envía a lugares tan dispares como China, Líbano o Finlandia. Ambos han conseguido numerosos premios. “A pesar de la crisis, cada año vendemos más, porque nos esforzamos en salir”.

En El Maestrat partían de una tradición “de siglos” de quesos de cabra hechos en las masías, apunta Miquel Vives, gerente de la cooperativa Quesos de Catí, otra marca referencial. Allí, agruparon a los ganaderos, los formaron, y modernizaron estructuras sin perder el alma artesanal, “primando la calidad sobre la cantidad”. La empresa genera 28 puestos de trabajo directos y desarrolla dos líneas de producción, una dirigida a grandes superficies y otra, de quesos curados y semicurados artesanales y ecológicos, que se envían a la hostelería y las tiendas gourmet. Sus productos llegan a Europa y Estados Unidos y, de forma esporádica, a Extremo Oriente. Una actividad “con un impacto incalculable en nuestra zona”.

"¿El secreto? Buenas

“Hace 20 años vendíamos en la calle”, recuerda Carlos García, de La Jalancina, una productora de Jalance dedicada a las conservas artesanales, con el almíbar como referente, y que ocupa a entre 20 y 25 personas. “Entonces no existían las presentaciones artesanales. Había que hacer una reconversión y apostar. Teníamos unos antecedentes y las cosas claras y nos hicimos fuertes”. Sus clientes son las tiendas gourmet y la restauración “media y alta”. No hacen venta online y han declinado estar en grandes superficies. Aunque no son inmunes a la crisis. “Ahora el mercado nacional es muy estrecho y eso nos obliga a salir al exterior”. Sus productos se pueden encontrar desde Hong Kong a Los Ángeles. “Pero no queremos ser muy grandes. No se trata de fabricar, sino de elaborar, necesitamos una preparación, una selección rigurosa de pulpas, un programa de trabajo muy controlado… Eso es lo que nos hace felices”, añade.

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Para algunos, el mercado externo supone hasta el 70% de las ventas. Masía El Altet es una finca oleícola ubicada entre los parques naturales de la Font Roja y la Sierra Mariola. Su gerente es Jorge Petit: “La Comunidad tiene el microclima perfecto para hacer el mejor aceite del mundo”. El suyo, al menos, acumula un currículo envidiable de premios. “Solamente sacamos al mercado lo que es excepcional. Y suerte que hemos salido al exterior, porque aquí hay una bajada terrorífica”. “Hay que espabilar y hacer las cosas muy bien. Nosotros recogemos inmediatamente la aceituna, con la temperatura adecuada, entre 10 y 15 grados, y la tratamos como si fueran cerezas”, explica. Luego está la presentación. “Es vital un embotellado que entre por la vista para poder entrar en los mercados de distribución gourmet”, añade. “Los importadores entienden cada vez más. Calientan la copa, huelen, vuelven a oler… Tengo un importador canadiense que parece un catador del ministerio”.

"Faltan canales de

No todos los productores necesitan salir y crecer. En un mercado tan saturado como los snacks, Papas Duso, en Alberic, una pequeña empresa artesanal, tiene crédito entre los consumidores de su ámbito de influencia, la provincia de Valencia, por sus patatas fritas, que ocupan los estantes de infinidad de comercios minoristas e, incluso, de un par de grandes superficies de la zona. Papas Duso tiene ofertas para convertirse en marca blanca, pero su propietario, Lorenzo Duato, no quiere oír hablar del tema: “El producto saldría perdiendo. Podemos hacer entre 5.000 y 20.000 quilos al día, pero preferimos ir tranquilos”. De la decena de trabajadores, muchos llevan “toda la vida” en la empresa, fundada en 1980. ¿El secreto? “Ninguno. Buenas materias primas y hacer las cosas bien. ¿A que en tu familia hay a quien le sale mejor la paella? Pues esto es lo mismo”.

Llegar al consumidor

Para Ricard Camarena, uno de los cocineros valencianos de mayor proyección, la apuesta por la calidad “es vital”. “Ahora mismo, la única manera de poder sobrevivir es diferenciarse”. Ahora bien, “la clave no está tanto en la forma artesanal como en el conocimiento del producto y en las técnicas de elaboración. Los procesos, la concepción, han de ser artesanales, pero también es necesaria una cierta industrialización aplicada con rigor”. Sin embargo, “ese esfuerzo por la calidad no llega siempre al consumidor, se pierde mucha información. Es difícil distinguir entre una gran amalgama un producto de calidad, hecho con espíritu artesanal, de otro no tan bueno. Faltan canales de distribución y más unificados. En ocasiones tienes que acudir a canales más desconocidos para encontrar productos interesantes”.

También es importante que el consumidor de casa aprecie los productos valencianos. “En esta comunidad se hacen los mejores aceites de España”, asegura con orgullo Jorge Petit, de Masía el Altet. Pero Camarena hace constar que el consumidor valenciano ha sido históricamente reacio a reconocer la calidad de sus propios productos. “Aquí ha habido la convicción de que los productos de fuera son mejores. El santo, si es de más lejos, más milagros”, comenta apelando al refranero. Puede que esa actitud esté cambiando, pero tampoco hay que caer en el extremo contrario. “A igual precio y calidad, utilizo productos valencianos, aunque también tengo claro que si fuera hay uno mejor, saldré a buscarlo”, advierte el chef.

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