¿Hasta cuándo?
"Tal vez confiéis en vuestros escoltas o en el sueldo que os blindasteis previsoramente. Infelices. Acordaos del zar Nicolás II y de Mubarak. Ellos tampoco habían leído a los clásicos"
Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?: ¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia? Así comienza la primera Catilinaria, el discurso en el que Cicerón previene al Senado romano sobre los manejos de Catilina, un oscuro personaje que intentaba dar un golpe de Estado. Mucho ha llovido desde el año 62 a.J.C. Tampoco son iguales los protagonistas ni los problemas. Pero el hartazgo de los ciudadanos sí que se colma algunas veces, exactamente igual que cuando Catilina conspiró para hacerse con el poder. Es la señal inequívoca de que algo va a cambiar, de que el estado de las cosas ya no se aguanta. En la antigua Roma, la República daba paso a un régimen antidemocrático poco después. ¿Y ahora?
Ahora mismo, en Europa, en España, en la Comunidad Valenciana vivimos uno de esos momentos que preceden a la tempestad. Los ciudadanos estamos hartos. ¿Hasta cuándo, Ángela, seguirás bastardeando el proyecto europeo, convertido en oscuro objeto del deseo de mercachifles y especuladores? ¿Hasta cuándo, Mariano, seguirás incumpliendo las promesas que hiciste a los españoles sin ofrecerles nada a cambio, salvo tu silencio? ¿Hasta cuándo, Alberto, seguirás mirando para otro lado sin limpiar de una vez de corruptos tu partido? Conocemos la excusa: solo son unos mandados, el segundo obedece órdenes del primero y este de aquella, que a su vez es un juguete del BCE. No nos sirve. Así exactamente se fraguó el fascismo, porque nadie asumía sus responsabilidades. Bien está ahorrar, pero la ruina de la CV no la han causado los rectores —al fin alguien que tiene dignidad— ni los profesores asociados ni los maestros, sino los sinvergüenzas que hundieron Bancaja y la CAM. Bien está atar corto a las autonomías derrochadoras, pero más vale que levanten las alfombras de su casa madrileña. Bien está atornillar a los pigs, pero no olviden que fueron los bancos alemanes y franceses quienes los endeudaron en beneficio propio. Ya no confiamos en vosotros. Dijisteis que ibais a cambiar nuestro mundo y no lo estáis haciendo. Peor aún: asistís impasibles a su degradación irreversible. No creo que seáis mala gente: hay un abismo entre vosotros y algunos de los que os han precedido. Lo malo es que no os necesitamos para la partida del domingo sino para salir del agujero. ¿Qué os pensáis, que el jubilado que ya no llega a fin de mes, que el parado de larga duración que se avergüenza de salir de casa, que el estudiante que no tiene futuro y lo sabe, van a seguir eternamente sin moverse? ¡Cómo podría haceros entender que vivimos una situación prerrevolucionaria y que, cuando se rompan los diques, la avalancha arramblará con todo y con todos! Tal vez confiéis en vuestros escoltas o en el sueldo que os blindasteis previsoramente. Infelices. Acordaos del zar Nicolás II y de Mubarak. Ellos tampoco habían leído a los clásicos.
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