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Herencia de las tapadas

En la fascinante estética de las tapadas andaluzas parece estar la inspiración de 'Ojo', presentada en los Teatros del Canal

En la fascinante estética de las tapadas andaluzas parece estar parte de la inspiración de Ojo, la última creación de Ruz que, tras estas presentaciones en los Teatros del Canal, viajará a Berlín los días 5 y 6 de junio para presentarse en el Sophiensaele, donde probablemente bajo la arquitectura neogótica ideada por Fraenkel y Kempfmayer el efecto sea algo diferente, pues por momentos, la obra es de un eclecticismo tan poco compactado que sonroja. Un poquito de esto, un trocito de lo otro, un efectismo galopante y mucha energía dejada por el camino: las pretensiones van muy por delante del producto.

Ojo

Coreografía y vestuario: Antonio Ruz; música: Artomático; luces: Olga García; escenografía: Daniela Presta. Teatros del Canal. 19 de mayo.

Entre los artistas destaca Manuel Marín, que viene del ámbito urbano del hip-hop y la breakdance, pero su tesón y sensibilidad le han modelado de manera satisfactoria al punto de encontrarnos frente a una personalidad escénica intensa y vital; cuando es solista, la escena es suya (el primer dúo con la bailarina "ciega" es un logro), y cuando es parte del "ensemble" su físico contundente se diluye perfectamente. Eso se llama inteligencia teatral.

Volviendo a las tapadas, hay multitud de hipótesis sobre el origen de esta moda ancestral y morisca. La arabista Elena Pezzi destaca cómo las tapadas fueron ya famosas en el Siglo de Oro y cita al historiador vallisoletano del siglo XVII Antonio de León Pinelo: "el taparse es embozarse... de medio ojo, doblando, torciendo y prendiendo el manto de suerte que, cubriendo uno de los ojos, que siempre es el izquierdo, quede lo restante del rostro aún más oculto y disfrazado que si fuera cubierto todo...". Pezzi acota unos deliciosos versos de Tirso de Molina: "¡Oh, medio ojo, que me aojó! / ¡Oh, atisbar de basilisco! / ¡Oh, tapada a lo morisco! / ¡Oh fiesta y no de la O!

Aquí las tapadas son una cita poco desarrollada, el embozo se abre por fin a un gesto de rebeldía (el desnudo), pero el hallazgo abate dentro una pieza a la que sobra metraje, protagonismos excesivos y concreción.

El mejor trabajo está en las luces. Es verdad que casi la mitad de la representación discurre en tinieblas, pero esto parece ser un fin en sí mismo. Cenitales, rasantes brumosos y esfumados conceden sólo en parte la visión de las cosas, como un pictórico ejercicio preciosista.

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