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ENTREVISTA | JOSEP FONTANA

“Los jóvenes saldrán a la calle porque no tienen nada que ofrecerles”

El historiador Josep Fontana habló en la Universitat sobre las desigualdades de la crisis Considera que los jóvenes deben ir más allá del 15-M

El historiador Josep Fontana, en la Nau de la Universitat de València.
El historiador Josep Fontana, en la Nau de la Universitat de València. JOSÉ JORDÁN

No pocos de sus seguidores le preguntan qué pasará dentro de diez años como si consultaran a un economista dónde abrir la cuenta bancaria. Pero este idolatrado maestro de historiadores ya tiene la respuesta preparada: su oficio no es pasto de profecías. Hombre de izquierdas consagrado al estudio, Josep Fontana (Barcelona, 1931) confiesa que tuvo oportunidad de hacer negocios con la construcción de viviendas, pero siempre prefirió otro tipo de obras, construir su extensa bibliografía de 500 publicaciones.

Aunque reconoce que la Historia, como cualquier disciplina, puede servir para un uso acomodaticio o comprometido, su último libro, Por el bien del imperio. Una historia del mundo desde 1945, es el reflejo de medio siglo de vida entregada a analizar los errores del pasado para explicar con visión crítica los errores del presente. El pasado jueves regresó a la Universitat de València, donde ganara su primera cátedra, para disertar en el espacio de debate de Claustre Obert sobre las crecientes desigualdades acuciadas por la crisis.

Pregunta. Con un Estado desmantelado por la crisis, ¿el bienestar fue una conquista o una concesión?

Respuesta. Muchos dicen que el Estado del bienestar era una compensación por la situación del miedo existente. Las dos cosas están perfectamente asociadas: las conquistas se ganan consiguiendo concesiones por la necesidad de mantener la estabilidad. Nunca fue una concesión gratuitamente obtenida, siempre fue por el sostenimiento de la paz social cuando se temía que pudiera ser interrumpida.

P. Una de las consecuencias de que los ricos sean cada vez más ricos es para usted la influencia política de los empresarios. ¿Antes no sucedía?

R. No es que no lo intentaran antes, pero les frenaban. El temor de una posible subversión permitía que desde el Estado se aconsejase a los empresarios que fuesen prudentes y que hicieran concesiones, de lo contrario no hubiesen pagado el coste de la Guerra Fría. Hay una carta de Eisenhower a su hermano, realmente espectacular para alguien que era tan conservador, en la que consideraba que discutir los avances sociales alcanzados era una locura que nadie sensato se atrevería a hacer. Lo que para Eisenhower en su tiempo era imposible es lo que se está haciendo ahora.

“Eisenhower decía que discutir los avances sociales era una locura”

P. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ha afirmado que los sindicatos van a desparecer como el muro de Berlín. ¿Cómo lo interpreta?

R. Cuando dice que los sindicatos desaparecerán, expresa su ilusión y lo que espera que pueda producirse. Si los sindicatos desaparecerán o no, depende de lo que quieran sus miembros. Pero Esperanza Aguirre llegó al poder comprando votos, que parece que es algo que se olvida muy a menudo. Son cosas que pasan, pero hay gente que les siguen votando. Son muestras de irracionalidad de la conducta humana. Cuando veo el caso del País Valenciano, en el que la gente ha podido aguantar tranquilamente el espectáculo del juicio a Camps con las cosas que se dijeron, eso crea vergüenza.

P. ¿Qué le sugieren los actuales movimientos de protesta?

R. La gran diferencia está en que las revueltas que comportaban los problemas sociales en el pasado se reprimían con el Ejército, pero las de ahora las resuelve la policía municipal. Cada vez tienen más instrumentos para controlarlas, con un agravamiento de las medidas represivas. La pura protesta pacífica puede ser un delito y la identificación es ahora mucho más fácil para la policía mediante materiales audiovisuales y fotográficos. Es necesario que la gente vaya más allá y se dé cuenta de que les están quitando todo.

“Nuestra sociedad no tiene capacidad para integrar a todos estos chavales”

P. El 15-M no ha tenido las consecuencias del mayo del 68.

R. Al contrario, en mayo del 68 no pasó nada y era lógico. Aquellos del 68 vivían en las nubes. Lo primero que tuvieron que hacer fue entender que los otros tenían la policía y el Ejército. El Partido Comunista, que era más sensato, vio enseguida que no iba a jugar con los nenes y dijo a los de la Renault que cerraran las puertas porque negociarían las concesiones con los patrones. El aumento de salarios que consiguieron los sindicatos fue un estímulo económico para Francia y ayudó a que la sociedad francesa integrara a estos jóvenes, que tampoco protestaban por el paro. En cambio, nuestra sociedad no tiene capacidad para integrar a todos estos chavales. Robert Reich, secretario de Trabajo con Clinton, señalaba que en el tercer trimestre de 2011 la economía norteamericana ha recuperado los niveles productivos de antes de la crisis, pero con seis millones de trabajadores menos. Se habla con alegría de la Tercera Revolución Industrial, la de fabricar sin tener que pagar salarios. Pero, ¿qué hará con la gente que se queda sin trabajo? Los jóvenes tendrán que seguir saliendo a la calle porque no tienen nada que ofrecerles.

P. Citando a Paul Krugman, ha señalado que estamos pagando el precio de la amnesia deliberada de políticos, entendidos y economistas. Como maestro de historiadores, ¿está orgulloso de sus discípulos?

R. Uno de mis maestros, Jaume Vicens Vives, consideraba que aquello de los discípulos no tenía que existir, sino enseñar a la gente a que caminase por su cuenta, y que lo ideal sería que esa gente después mejoraría lo que él había hecho. Vicens me incitaba a criticar sus trabajos. Si yo he podido ayudar en algo a los alumnos, he ayudado a que piensen por su cuenta, pero no los he sentido como discípulos.

“Es necesario que la gente se dé cuenta de que se lo están quitando todo”

P. En Valencia fue profesor en la Facultad de Económicas, la cantera de muchos políticos del socialismo valenciano.

R. En aquella facultad había una generación muy buena de profesores y de gente joven. Tenía una cierta lógica que de allí surgiera una parte de los que luego sirvieron para equipar las instituciones democráticas. Aquella facultad vivió momentos muy estimulantes, pero a veces me pregunto qué hicieron después. Probablemente no se extrajo todo el provecho que tenía aquella generación.

P. ¿Cómo recuerda aquella estancia?

R. Estaba a gusto. La ciudad vivía un momento muy esperanzador. Era muy estimulante hablar con gente como Joan Fuster o Vicent Ventura. Recuerdo cosas surrealistas como el día que fuimos a entrevistarnos Joan Fuster y yo con el señor Joaquín Reig, el entonces presidente de Banco de Valencia, para que nos financiase un proyecto de Historia del País Valenciano, que se fue a hacer puñetas porque Fuster se peleó con alguien, aquellas cosas que pasaban. Era muy curioso aquel clima extraño de que gente de izquierdas pudiéramos ir a hablar con el Banco de Valencia para proyectos de ese tipo. Pero, por desgracia, una de las características habituales del País Valenciano es la dificultad de que la gente se asocie para hacer cosas y la facilidad con la que se pelea.

P. ¿Qué aconsejaría a los jóvenes historiadores que comienzan ahora?

R. Lo tienen bien difícil, porque tienen que empezar a pensar que no tendrán medios fáciles para ganarse la vida. Si quieren hacerlo, que lo hagan asumiéndolo y trabajando en algo que descubran que les importa de manera fundamental. Cuando empecé a estudiar Historia, en los años cincuenta, la posibilidad de trabajar en la universidad era rigurosamente igual a cero. Me ganaba la vida trabajando con mi padre en la librería. Cuando se fundó la Asociación Española de Historia Económica, en el pequeño núcleo que se formó en los inicios yo era un chaval que iba a la universidad, que tenía un futuro fuera de ella, pero era lo que me gustaba y a eso quería dedicarme. Me podía haber dedicado a una cosa que me hubiera dado más dinero, porque una vez un constructor me propuso que hiciera negocios con él, pero me divertía más la Historia.

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