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Guardias civiles ven contradicciones en el acusado del fuego de Cerdedo

Varios testigos sitúan al imputado, para el que la fiscalía pide cinco años de cárcel, en lugares distintos

El juicio contra Serafín Pardiñas por el incedio de Cerdedo de agosto de 2006 en el que murieron dos mujeres celebró ayer su segunda jornada, y de nuevo los testigos fueron poco contundentes a la hora de implicar al acusado, para quien la fiscalía pide cinco años de prisión. Tres guardias civiles que participaron en la investigación fueron los más enérgicos al recordar las contradicciones de Pardiñas durante la investigación, en la que llegó a confesarse responsable del fuego. “Dijo que se había pasado el día en cama, pero los vecinos decían que lo habían visto. Cuando lo detuvimos confesó; dijo que lo había prendido para limpiar las cunetas pero que no quería hacer mal”, aseguró uno de los agentes, que señaló que el hombre, alcohólico e indigente, les había inspirado “pena”.

De los testimonios se pudo deducir que Pardiñas es un hombre de conducta errática. A los tres días del incendio denunció a un vecino, Adolfo Seija, al que trató de endosar la quema de unos matorrales junto a su casa, aunque después se retractó. “Creo que mi nombre fue el primero que se le pasó por la cabeza, porque también nombró a uno que llevaba seis años en Las Palmas”, ironizó el afectado, que ayer fue convocado como testigo. A pesar de que reconoció que desde la treta su relación con Pardiñas era mala, la declaración de éste le benefició. El fiscal trataba de ubicar a Serafín de camino al bar desde el punto de origen del foco, pero Seija señaló, por el contrario, que lo había visto volviendo a su casa desde el bar. Lo mismo indicó su hermana, que aquel día volvía junto a Adolfo en coche.

Buena parte delinterrogatorio la pasó el fiscal preguntando por las distancias entre el punto de origen del fuego, situado por los investigadores en el monte de Serrapio, el lugar de Quireza, —donde está el bar que frecuentaba Pardiñas—, y Bugarín, el pueblo a medio camino entre los anteriores y donde el acusado vive. Las diferencias oscilaban entre el “menos de un kilómetro” de uno de los agentes y los “más de tres” de algún testigo, por lo que la magistrada tendrá probablemente que ceñirse a los mapas oficiales. Los investigadores declararon, por otra parte, que no habían llevado a Pardiñas al lugar del incendio tras arrestarlo para que lo reconociese, y que se habían limitado a mostrarle unas imágenes de satélite de la zona acotada. Tampoco estuvieron todos de acuerdo en si en el área habían encontrado o no un mechero.

El fiscal trató en otro momento de introducir la idea de que Pardiñas podría actuado a instancias de otra persona. Uno de los guardias civiles aseguró que entre los vecinos se comentaba que el hombre gastaba más en vino los días con incendios. “¿Usted cree que es alguien manipulable, que hiciese lo que otros le mandaban?”, inquirió el representante del ministerio público a otro testigo, presidente en aquella época de la comunidad de montes. “Usted ya lo ve…”, contestó.

La otra pata de los interrogatorios volvió a estar en las preguntas del abogado de la acusación particular, que trata de demostrar que la Xunta no fue diligente la extinción. Aunque la responsabilidad penal solo puede afectar a Pardiñas, los hechos que la sentencia declare probados pueden servirle como prueba valiosa a la hora de reclamar la indemnización a la Administración en otro proceso. Uno de los agentes confirmó, en ese sentido, que la carretera en la que perecieron las dos mujeres solo se cortó totalmente al tráfico pasadas cuatro horas del primer aviso de incendio.

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