Novela orgánica de un viajante

El oficio del comerciante existe desde que el hombre era hombre. Sin embargo, las dificultades económicas hacían que esta figura forjara a diario su porvenir y, en mucho casos, el de su familia. La escritora Coia Valls (Reus, 1960), hija de mercaderes, ha querido homenajear a este gremio y construir un "retablo" de una época "de la que aún somos herederos" con su último libro, El Mercader. La autora firmará hoy ejemplares en la Fira del llibre de Valencia.

Para eso se trasladó hasta la Barcelona del siglo XIV. Después de descubrir una tesis de Víctor Hurtado en la que hablaba sobre los Mitjavila, una familia real de vendedores, Valls "profundizó" en el tema y lo enmarcó en la capital catalana, donde, según la escritora, "encajaba perfectamente". No solo eso. La autora de La princesa de Jade -libro por el que ganó el premio Néstor Luján de novela histórica- quiso centrarse en una figura "emergente": "Era un oficio que trataba de hacerse hueco", explica, "y para ellos el mar era un enemigo porque había batallas, peligros, y suponía ir más allá". "El eje principal es la cultura mediterránea", comenta, "y la época es el inicio del Renacimiento".

"El comerciante tenía que hacerse hueco, que ofrecer algo nuevo"

Bajo estas dos coordenadas, la del marco espacial y las fechas marcadas a modo de calendario desde el 24 de diciembre de 1320, la escritora ha desplegado un abanico de ciudades por las que estos personajes "de gran ingenio y agudeza" se abrían camino cuando todo a su alrededor eran agravios. "Era la etapa de la peste. En Valencia el río Turia se desbordó y fue un gran desastre", relata, "y estas personas tenían que hacerse un hueco contra todas estas adversidades", concreta. Como imaginario próximo sobrevuela Marco Polo y ese Libro de las maravillas que narra el periplo asiático del joven veneciano: "Los mercaderes se atreven a soñar", responde enigmática. En esta ruta, Jaume Miravall, el "hábil y carismático" protagonista, traspasa las fronteras de Barcelona y se pasea por Sitges, Reus, Tortosa o Valencia: "Valencia era otro punto clave de este eje marítimo", añade.

De estas tierras bañadas por el Mediterráneo hasta, entre otras, la ciudad siciliana de Cefalú o el centro cultural egipcio de Alejandría: "Es una alegoría a lo cautivo de la profesión", detalla, "y a unas ciudades de tradición muy cosmopolita". ¿Cómo transcurriría la historia en la época actual? "Supongo que igual. Estos lugares siguen teniendo muchas capas, que se van deshaciendo poco a poco hasta llegar a la esencia. Y la crisis ha vuelto a generar la inseguridad del futuro, la necesidad de ofrecer algo nuevo para sobrevivir", detalla."Pero saldremos a flote. Lo que pasa es que tenemos que poner más colorido al gris que nos rodea", asegura.

Como aliño, Coia Valls ha dotado la narración de una textura y un olor añejo. Desde el húmedo silencio de los patios interiores hasta el aroma de los barquillos recién horneados: "Quería que fuera una novela muy orgánica. Que se palpara, que se pudiera sentir". Unos detalles vivos que convierten esta existencia itinerante en una experiencia viva y concentrada, como las existencias que planifica dentro de las inquebrantables murallas de su histórica Barcelona.