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El barraquismo del 22@

Solares, viejas naves y furgonetas albergan a un millar de personas en el distrito tecnológico La mayoría procede de Senegal, Rumanía y Portugal

Blanca Cia
Caravanas y barracas en la calle de Àlaba de Barcelona.
Caravanas y barracas en la calle de Àlaba de Barcelona.CARLES RIBAS

Un espacio para desguazar, otro para acumular el metal que irá al chatarrero, otro para los objetos que se deben reciclar, otro para ropa y zapatos, otro para neveras y electrodomésticos que viajarán a Senegal, otro para dormir y otro para divertirse, en el que el Ayuntamiento de Barcelona ha colgado una notificación dirigida “a los ocupantes” para que dejen de organizar fiestas. En una tremenda nave del Poblenou viven unos 200 senegaleses que fueron desalojados de otra, también en Sant Martí.

No son los únicos que se ven obligados a mudarse a golpe de desalojo. Lo mismo les ocurre a la comunidad galaico-portuguesa y a los rumanos que se han refugiado en las naves y solares abandonados en el distrito tecnológico del 22@. Ahora es Sant Martí y hasta hace pocos años también hubo barraquismo y chabolas en la zona de la Sagrera, hasta que los expulsaron las obras del AVE. Se podría ir más atrás en la memoria de Barcelona: la Perona, el Somorrostro, Montjuïc…

Un hombre acarrea un carrito con chatarra en el Poblenou.
Un hombre acarrea un carrito con chatarra en el Poblenou.CARLES RIBAS

“Ya nos pueden echar de aquí, que en algún sitio nos tendremos que meter. Llevamos más de 20 años en Barcelona. Nuestros hijos van a la escuela del barrio”. Sentado sobre un palé, en medio de un solar lleno de caravanas, camiones, camionetas —algunos para trabajar y otros para vivir— y montones de cartones, Cándido pone cara de qué quieres que te diga. Es un triángulo de terreno en el talud de las vías junto a la plaza de las Glòries. Allí viven 11 familias con hijos. Unas 40 personas, calculan. Un chavalillo de dos años corre entre los coches; otra, de seis, acaba de volver del cole; dos mujeres entran con dos cajas de cruasanes de chocolate. Cinco minutos después un hombre entra con un colchón a la espalda. Tienen luz —pinchada— y no hay agua. Llenan depósitos en las fuentes. Dentro y fuera del recinto, camiones con letreros de chatarreros. La familia de Cándido llegó a ese solar con su caravana tras ser expulsado de otro cercano. Hace años vivieron en un piso, hasta que les echaron: “Me apunté a los sorteos de vivienda social de alquiler del Ayuntamiento, pero nada de nada”.

La muerte de los cuatro rumanos esta semana en la chabola que se habían construido en un solar de la calle de Bilbao ha provocado revuelo en todos los asentamientos dispersos por el Poblenou y ha evidenciado que el problema del barraquismo va a más. Más crisis, más calle. Según los números del Ayuntamiento, hay algo más de 800 personas, la mayoría inmigrantes viviendo en naves, furgonetas y barracas en solares. De ellos, unos 350 son galaico-portugueses. “Nos llaman itinerantes y hace años que lo hemos dejado de ser. Vamos a la vendimia y a las ferias de los pueblos en verano, pero vivimos aquí”, insiste Cándido. Dos mujeres asienten. ¿Soluciones? Un solar para establecerse de forma fija o pisos. La asociación Amics del Moviment del Quart Món ayuda a estas familias.

 Silvia, cooperante de la ONG, se reunió con el gerente de Servicios Sociales del Consistorio, Ángel Miret, en marzo. “Le explicamos las opciones que barajan las familias: acceder a pisos sociales de alquiler, instalar los camiones y caravanas en solares públicos habilitados pagando por los servicios y con seguimiento social, o pagar un alquiler para instalarse con sus cosas en un solar”, explica.

La Guardia Urbana les multa con entre 90 y 300 euros por recoger cartones

La Administración, de momento, no ha contestado. “Yo estoy dispuesto a pagar un alquiler barato, a nadie le gusta vivir así. Nos tenemos que integrar, como pasó con la Mina o la Perona. Mis hijos han nacido y van a la escuela aquí”, continúa Cándido. El Ayuntamiento, por boca de Miret, habla de soluciones individuales. “La opción de reubicarlos en un solar sería lo mismo que estigmatizarlos. No se hará”, dijo tras la muerte de los rumanos.

“Y luego está lo de las multas”, espeta otro que interviene en el solar de Glòries. Dicen que desde noviembre pasado la Guardia Urbana los fríe a sanciones por recoger cartones: multas que oscilan entre 90 y 300 euros.

La ofensiva la reconoce el propio Ayuntamiento. En 2011 pusieron 1.824 multas, muchas a partir de noviembre. “Van en grupos, con camiones y, según las ordenanzas, no pueden coger residuos de los contenedores ni seleccionar objetos de la vía pública sin homologación”, apunta un portavoz. “Pues que nos dejen trabajar con permiso, porque de algo tenemos que comer, ¿no?, ¿o robamos?”, replica Cándido. Él paga las multas. Tiene 1.500 euros en sanciones. “Las pago poco a poco porque si no me embargarán el camión, y entonces, ¿de qué vivimos?” Por una tonelada de cartón se sacan 60 euros. Si les pillan el camión lleno, les intervienen el cartón. Y vuelta a empezar.

Muy cerca de ese solar, en la esquina de Àlaba con Tànger, furgonetas y camiones son vivienda y almacén de varios rumanos. Este colectivo, de unas 150 personas, está bastante más disperso por Sant Martí. Muchos han ocupado espacios ruinosos o tiendas de campaña en los solares vacíos, algunos vallados. Otros se han agrupado en pisos sobreocupados. Son los que menos apoyo social tienen.

Llega un punto de la avenida de Pere IV en el que la ciudad parece de otro siglo. Se han acabado los edificios singulares del 22@ y lo que impera son casas y naves muy deterioradas, solares —vallados o no— y terreno baldío. Aceras y calzadas están rotas. Es la zona más cercana al barrio del Maresme del Besòs. El ir y venir de los carritos del súper llenos de cacharros es incesante. Y la mayoría de los conductores son senegaleses. Esa comunidad ha crecido en los últimos meses porque han llegado más de ciudades del área metropolitana. “Saben que aquí nos hemos organizado”, explica el el “presidente”. Es el que pone orden. “Son gente que se organiza y quiere trabajar, pero aquí, no volviendo a su país”, dice Manel Andreu, de la Red de Apoyo a los Asentamientos del Poblenou. Un grupo de vecinos ha organizado ayudas en forma de alimentos (han repartido en lo que va de año casi 12 toneladas) y una suerte de microcréditos: 1.427 euros para pagar desde unas gafas hasta una multa. También les ayudan en cuestiones legales y sanitarias.

Muchos de los inmigrantes senegaleses trabajaban en la construcción. Ahora subsisten con la chatarra. Los cursos que organizó el Ayuntamiento para que se formaran y volvieran a su país solo interesaron a seis. Ahora tienen alguna esperanza de poder fundar una cooperativa y disponer de un sitio en condiciones. Mientras eso llega, siguen con el ir y venir, y con la clasificación de todo lo que recogen por las calles. El buen humor no falta. Y un café y música, tampoco.

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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