La India es buena para empresas que quieren innovar
Cada vez es más común que las empresas vayan al extranjero no sólo porque los gastos de producción son inferiores allí o porque los mercados foráneos están en expansión. De hecho, en la actualidad hay un creciente número de empresas que van a mercados extranjeros porque les sirven como plataformas de impulso a la innovación. Esto ocurre especialmente en aquellos países que son una tierra fértil para nuevas ideas o nuevas maneras de concebir y ofrecer productos al mercado, como por ejemplo la India. Sobre todo si los habitantes de estos territorios resultan ser personas ingeniosas, aunque con un bajo poder adquisitivo, estos mercados pueden desencadenar la elaboración de innovaciones y tecnologías rompedoras que se aplica a productos finales con precios asequibles. Lo cual implica para muchas empresas occidentales el tener que revisar el diseño de sus productos originales y las formas en que intenten penetrar los mercados.
Es decir: mientras que en el mundo occidental es típico que se diseña un nuevo producto inicialmente para consumidores de vanguardia que buscan productos exclusivos y de altas prestaciones. O que una nueva tecnología es introducida primero en productos de gama alta, y sólo en una segunda fase se utiliza en productos para un público más amplio, en muchos países emergentes los consumidores más experimentales a menudo son los que se sitúan en los niveles más bajos de la pirámide de mercado. Esos grupos de clientes pueden funcionar por excelencia como un trampolín para la llamada “reverse innovation” [innovación inversa]. Inversa, ya que primero se desarrollan innovaciones para los consumidores del nivel más bajo, adaptándolas posteriormente a usuarios más sofisticados; e inversa porque primero se desarrollan productos para los mercados emergentes y después para las economías más avanzadas. Este tipo de innovación también simboliza una ruptura con el pensamiento clásico del ciclo de vida de producto, que argumenta que en un mercado internacional los productos primero sirven a los mercados avanzados y cuando la demanda se satura allí las empresas buscan países menos avanzados a los que ofrecer sus productos.
En este sentido, es esperanzador ver que los informes sobre la misión comercial vasca en la India sean tan positivos, ya que India tiene un importante historial de incitación a la “innovación inversa” (de hecho, en referencia a la India, se ha acuñado el término “indovación”).
El coche Nano de Tata Motors, el dispositivo de mano para electrocardiogramas de General Electric, el filtro de agua de TCS hecho en base a cáscaras de arroz y el desarrollo de la tecnología de minimolinos para producir chatarra de metal de calidad por parte de Mittal Steel, son solamente algunos ejemplos de la innovación inversa y “frugal” que la industria india ha generado en los últimos años. Ilustran que la mejora de productos inicialmente poco sofisticados puede ser una receta válida para desarrollar novedades y conquistar mercados y que puede —por lo menos— coexistir al lado del modelo de introducir productos muy avanzados en los segmentos altos del mercado y “diluirlos” posteriormente para abastecer segmentos del mercado más bajos.
“India tiene un importante historial de incitación a la innovación inversa”
En este mismo contexto, es edificante ver que Tecnalia plantea desarrollar más actividades en la India y estar más presente allí. Esto facilitaría un mejor contacto con el mercado indio, mejores posibilidades de hacer radiografías de la demanda in situ y de desarrollar productos y servicios que están más en sintonía con lo que pide el usuario indio.
Dado que el punto de gravedad comercial inclinándose hacia territorios no europeos, también es cada vez más importante poder encontrar ideas de productos en el extranjero y de mantener el pulso con mercados como el indio. Consecuentemente, es muy relevante que los centros de tecnología e I+D y otros intermediarios consideren invertir en infraestructura y enlaces para conectar así a las empresas vascas con viveros de innovación a lo largo del mundo o acompañarlos en sus actividades de internacionalización hacia allí, tal y como muestra el caso de Tecnalia así como los planes de IK-4.
El objetivo de todo ello no es fomentar el desplazamiento de las actividades y los activos de la innovación hacia el extranjero, sino el de instalar antenas de conocimiento para captar ideas y facilitar que las empresas pueden acertar en sus innovaciones tomando como punto de partida los usuarios finales, estén donde estén. De esta manera, las empresas pueden evolucionar en sus estrategias de la internacionalización y abarcar tanto la “multinacionalización” de los procesos productivos como la “multinacionalización” de la innovación.
José Luis Curbelo, Director General de Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad.
Bart Kamp, Director del área de Estrategia de Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad.
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