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"Si no colaboraba, me iban a cortar un dedo y se lo iban a enviar a mis padres"

Un joven chino secuestrado en 2009 en Usera relata su cautiverio La víctima reconoce en el juicio a tres de los siete acusados como autores materiales del delito

F. Javier Barroso

“Si no colaboraba, o mis padres no pagaban, me iban a cortar un dedo y se lo iban a enviar a mis padres. También me dijeron que me iban a matar y que mi cuerpo sería el aviso para todos los comerciantes de los polígonos”. Con estas palabras ha relatado Santi Zang el secuestro que sufrió entre el 3 y el 11 de enero de 2009 en Illescas (Toledo) tras ser capturado en el distrito de Usera. El joven, que ha mirado de forma desafiante a los siete acusados del delito, ha reconocido a tres de ellos como los autores materiales de la captura.

Zang ha explicado que el día 3 de enero había quedado con una persona frente a la biblioteca de la calle Rafaela Ibarra en el distrito de Usera. En ese momento se acercó una furgoneta Mercedes Vito cuyo copiloto le obligó a subir en la parte trasera. Allí había dos hombres corpulentos, según su relato. “Me empezaron a dar vueltas y me di cuenta de que algo iba mal. Me quería bajar pero los dos hombres que estaban a mi lado no me dejaron”, ha relatado la víctima. Según su testimonio, los hombres empezaron a pegarle con un palo y le maniataron tras cambiarle a otra furgoneta. Como él intentó resistirse, recibió golpes más fuertes.

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Los secuestradores cogieron la autovía de Toledo y le trasladaron hasta Illescas donde permaneció una semana hasta que fue liberado por el Grupo Especial de Operaciones (GEO). Durante todo ese tiempo le pusieron un pasamontañas con el que no podía ver a ninguno de los captores. Siempre había dos y en algunas ocasiones aumentaban hasta seis. Nada más llegar al domicilio le ataron a un mesa con unas cuerdas gruesas. Cada vez que tenía que ir al servicio, le acompañaban. “Me dieron de comer muy poco para que no tuviera casi fuerzas, como mucho un bocadillo pequeño”, ha explicado Zang.

En alguna ocasión intentó quitarse el pasamontañas pero sus secuestradores le pegaron por ello. También intentaron grabar un vídeo para enviárselo a sus padres y entonces le pegaron con una pistola. Además los criminales intentaron que grabara un mensaje para convencer los progenitores de que pagaran por su rescate. Él intentó utilizar un dialecto distinto para avisarles de que no lo hicieran, pero sus captores se lo impidieron.

Zang pensaba que su cautiverio había durado un mes, porque perdió la noción del tiempo, y que había estado en todo momento en Portugal. La mala alimentación le hizo adelgazar 10 kilos. “Llegue a pensar que me iban a matar, que iba a morir”, ha concluido la víctima, que ha mantenido en todo momento una actitud tranquila y casi desafiante hacia sus secuestradores. A cuatro de ellos, los reconoció en ruedas de reconocimiento en sede judicial.

Tras el cautiverio ha tenido que recibir tratamiento psicológico porque sufría pesadillas y no podía dormir por lo ocurrido. Durante el juicio ha destacado que rechaza cualquier indemnización económica para él: “El dinero es lo que menos me importa. Lo que más quiero es que pasen mucho tiempo en la cárcel”.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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