Trias esboza una cooperativa para los africanos que recogen hierro
El Consistorio planea formar a los africanos que recogen chatarra
El problema de los cientos de subsaharianos que recorren Barcelona con carritos de supermercado en busca de chatarra preocupa mucho al gobierno convergente de la ciudad. Detrás de una de las imágenes más duras de lo mal que lo están pasando muchas personas por la crisis, está el drama humano: la mayoría de ellos —unos 350 según los cálculos del Consistorio— viven en condiciones infrahumanas y okupan algunas naves industriales del Poblenou.
Por ello, desde el área de Calidad de Vida del Consistorio se están perfilando diferentes soluciones para la situación que se vive a solo dos kilómetros de la plaza de Sant Jaume y de la que se tiene noticia desde 2007, cuando los socialistas gobernaban la ciudad. Una de ellas es ayudar a los subsaharianos a desarrollar una cooperativa. La ciudad cuenta con los organismos para fomentar esta iniciativa. “Una parte de ellos tiene papeles, por lo cual no hay impedimentos legales”, ha explicado Miquel Esteve, comisionado de Inmigración.
Miquel Esteve (CiU), el comisionado de Inmigración del Ayuntamiento de Barcelona, explica que el plan de actuación para los habitantes de las naves de Poblenou tiene varios flancos. Hay identificados cuatro colectivos. “Allí conviven personas con papeles, que han terminado en este lugar por la crisis. Hay otros que, aunque no tienen sus documentos en regla, podrían llegar a tenerlos. También están los que ya tienen órdenes de expulsión o antecedentes. Y, finalmente, algunos okupasque se aprovechan de la situación”, afirma Esteve.
El Ayuntamiento considera que no es posible ofrecerles barracones, como pidió la síndica de greuges de la ciudad, Maria Assumpció Vilà, porque no responde a sus necesidades reales. “Las naves son para ellos su vivienda, pero también su fábrica de trabajo. Cuando les ofrecemos los albergues nos responden que quieren dormir con su carro y su chatarra. Es lo único que tienen”, agrega el comisionado.
La cooperativa —cuyo estudio está siendo consultado con la Coordinadora de Entidades Senegalesas y la Asociación para la Cooperación, la Inserción Social y la Interculturalidad (ACISI)— estaría dirigida inicialmente al primer colectivo, el que tiene papeles. En muchas ocasiones los mismos afectados han expresado su interés en formalizar su actividad. La cooperativa tendría un local y sus trabajadores recibirían formación. El Ayuntamiento cuenta con herramientas como Barcelona Activa y hay una partida de 70.000 euros para la problemática de los habitantes de las naves. Según cálculos de los mismos trabajadores, pueden llegar a ganar hasta 15 euros al día por un carro lleno de material. “Los subsaharianos son explotados por otros colectivos en la ciudad. La organización ayudaría a ponerle fin a este problema”, cree Esteve.
Tras la formación de la cooperativa, las personas sin papeles podrían obtener un contrato. El Consistorio, sin embargo, tiene algunas dudas. Una de ellas es que la iniciativa genere un efecto llamada. Barcelona tampoco tiene competencias en inmigración y es necesario pactarlo con Madrid.
¿Y el tercer colectivo? Esteve asegura ahora que el plan piloto de retorno a Senegal que se anunció en octubre pasado y que se saldó con solo seis participantes iba originalmente orientado a aquellos que tenían antecedentes y órdenes de expulsión. Uno de ellos regresó a su país, los otros, que reciben cursos de formación en Barcelona, viajarán a finales de este mes.
“El programa no ha sido un fracaso. Me gustaría saber si los partidos de izquierdas de la ciudad, que tenían el problema en las narices cuando gobernaron y nunca hicieron nada, consideran un fracaso que al menos seis personas salgan de esta espiral de degradación”, reclama Esteve.
Voluntariado lingüístico en otras lenguas
La llegada masiva de inmigrantes a Barcelona se ha congelado según las últimas cifras del padrón. Desde 2007, el porcentaje de vecinos inmigrantes se ha estabilizado en una cifra levemente superior al 17%. Miquel Esteve (CiU), comisionado de Inmigración de Barcelona, parafrasea a Jordi Pujol para explicar el nuevo reto en la gestión del nuevo escenario inmigratorio. “Barcelonés no es solo el que vive y trabaja aquí, sino el que también quiere que la ciudad sea un espacio digno para todos”, explica.
Ese “querer” implica que el inmigrante deje de ser un receptor de servicios y pase a ser un agente activo. Desde CiU se considera que el acento de las políticas y la inversión deben trasladarse de la primera acogida a las iniciativas que promuevan la cohesión y la interacción entre locales e inmigrantes.
“Las políticas tienen que buscar que se interactúe, que autóctonos e inmigrantes entren en contacto individualmente, no como colectivos”, agrega. Una labor complicada. El Ayuntamiento, sin embargo, presentará pronto una prueba piloto de voluntariado lingüístico bidireccional en la que los estudiantes no practiquen el catalán, sino que aprendan el mandarín. Se podría extender a otras lenguas. “La respuesta de la ciudad fue positiva ante la gran oleada de la década anterior”, explica. “El objetivo ahora es aumentar la cohesión en la sociedad”.
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