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200 vecinos sobre un parque de basura

Cinco edificios del Eixample sufren los ruidos y olores de un sótano usado como planta de residuos Los afectados acusan al Ayuntamiento de “reírse” de ellos

Un carrito de limpieza entra en la planta de residuos
Un carrito de limpieza entra en la planta de residuosA. COYLE

Unas 200 familias de la izquierda del Eixample saben lo que es vivir sobre la basura, literalmente. Cinco comunidades de vecinos conviven con el constante ir y venir de olores y ruidos desde que el Ayuntamiento instaló en 2009 un “parque de limpieza” en la primera planta del subsuelo. Hay 10 instalaciones de este tipo en la ciudad, pero esta, con una gestión diaria de 1,5 toneladas de residuos, es la única que ha sido construida debajo de un bloque de pisos. El Ayuntamiento, que reconoce que “hay que buscar una solución”, no se plantea ni el traslado ni el cierre del servicio. “Se ríen de nosotros”, protesta Oleguer Fuertes, presidente de la comunidad de vecinos

Fuertes ha mantenido varias reuniones con el concejal del distrito, Gerard Ardanuy (CiU), y el responsable de Medio Ambiente, Joan Puigdollers. La última, el pasado martes con Ardanuy, concluyó como las demás: “El concejal se compromete a solucionar el problema, pero no pone fecha. Y un compromiso sin un plazo no es un compromiso”, lamenta.

Esta instalación forma parte de la nueva contrata de limpieza con la que el Consistorio emprendió un lavado de cara en profundidad del servicio en la ciudad. FCC fue la empresa adjudicataria de, entre otras zonas de la ciudad, el distrito del Eixample. Pero nadie avisó a los vecinos —los de la manzana rodeada por las calles de València, Rocafort y Entença, y la avenida de Roma— de que la empresa había alquilado la primera de las tres plantas del sótano para construir un almacén de residuos, que estará en funcionamiento hasta 2017. “Un día, sin previo aviso, unos trabajadores se presentaron en nuestro edificio y nos dijeron que iban a abrir una salida de emergencia en nuestro portal”, asegura Fuertes.

La instalación tiene

La puerta era un requisito legal para la puesta en funcionamiento del almacén, igual que los tubos de ventilación que desembocan en el patio interior de vecinos. María Teresa Esteban asegura que hay unos 10 y que “de vez en cuando, aunque no todos los días”, percibe un olor muy desagradable cada vez que de madrugada se levanta a por un vaso de agua. Sofía Diéguez vive en un primero “justo encima de la compactadora” y asegura que los trabajadores suelen ponerla en marcha “a las cuatro o cinco de la mañana”. Incapaz de identificar el olor que desprende la máquina, se limita a clasificarlo como algo “entre goma y paja quemada”. Tiene a su cuidado a una persona de 91 años y está a la espera de que vaya un técnico a medir el nivel de ruido de su casa.

En el recinto, de 4.000 metros cuadrados, se almacenan y compactan los residuos recogidos en la ciudad, que al final del día son transportados a un vertedero. También limpian los 82 vehículos —carritos, barredores, fregadores y aspiradores— destinados a la limpieza del distrito. Las tareas se realizan los siete días de la semana y en total hay 185 trabajadores.

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Los afectados acudieron a la justicia en febrero de 2012 y abrieron dos causas: una por la vía de lo contencioso contra el Ayuntamiento, que está a la espera de resolución, y otra por lo civil contra la FCC, que los vecinos perdieron. El abogado de la comunidad de propietarios, Toni Solano, ha recurrido la sentencia ante la Audiencia Provincial porque contiene “causas ridículas”, como justificar la planta de limpieza como “un acto de solidaridad” por el bien común. Solano, además, ha impugnado la resolución de la nueva licencia concedida a la empresa alegando que “ubicar un parque de limpieza debajo de viviendas familiares no se ajusta a derecho”.

“Estamos hasta el gorro, están jugando con nosotros”, dice Miguel Ángel Esteban, que se autoproclama “el vecino más damnificado”. Su ventana está pared con pared con una de las dos entradas del almacén de residuos y sabe a la perfección cuándo se abre o se cierra una puerta, y los horarios de los turnos de la treintena de vehículos pesados que entran y salen del lugar desde las siete de la mañana hasta las 20.40. Fue el encargado de impulsar una plataforma que diese a conocer lo que está ocurriendo.

El almacén sigue abierto, pero la plataforma no se detiene en sus protestas. Ha editado panfletos, ha dado a conocer el caso en en las redes sociales de Internet, han llenado el barrio de pancartas y hasta colgaron fotografías gigantescas con las caras de los máximos responsables municipales, que finalmente accedieron a escuchar sus súplicas. Han conseguido, en definitiva, hacerse ver, aunque su principal y único objetivo aún tendrá que esperar.

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