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El éxito de Bildu en las municipales supuso un “mazazo” para los exiliados

Los huidos afianzan sus recelos en el apoyo social a la izquierda ‘abertzale’

El consejero de Interior, Rodolfo Ares, entre el comisionado para la Convivencia, Jesús Loza, y Maixabel Lasa, directora de la Oficina de Víctimas, cuando presentó el pasado 14 de marzo en el Parlamento el informe 'Proyecto Retorno'.
El consejero de Interior, Rodolfo Ares, entre el comisionado para la Convivencia, Jesús Loza, y Maixabel Lasa, directora de la Oficina de Víctimas, cuando presentó el pasado 14 de marzo en el Parlamento el informe 'Proyecto Retorno'.L. RICO

El informe Proyecto Retorno sobre los amenazados o víctimas que se fueron de Euskadi no tiene más valor que el exploratorio, según advierten sus autores. Su resultado llega condicionado por la cercanía entre las reuniones de los grupos de trabajo, que se celebraron el 14 de junio pasado, y el éxito de Bildu en las elecciones municipales del 22 de mayo. Sus 117 alcaldes (entre Euskadi y Navarra) tomaron posesión apenas tres días antes de las reuniones.

“Un palo, un mazazo”, dijo uno de los participantes. Quedaron patentes la decepción y el desánimo ante la visión moral de buena parte de una sociedad que “premia” a quienes propiciaron, o ampararon y jalearon, su exilio, desarraigo y sufrimiento.

El poso de “rabia y derrota” por el sentimiento de que “te han echado de tu casa”, según una afirmación que el informe atribuye a expertos en psiquiatría y psicología, se acrecienta con el de inutilidad de todo lo soportado si ganan los culpables.

“Yo estaba a la espera. No tenía un proyecto concreto, pero los resultados me llevan a no aparecer por mi ciudad, donde uno de cada cuatro ha votado al filoterrorismo”, aseguró uno de los participantes. Algunos afirmaron conocer a personas que, en su misma situación, se quedaron en Euskadi y es ahora cuando querrían marcharse.

El informe oficial considera a los exiliados un grupo especial de víctimas

Para algunos ese éxito en las urnas de la izquierda abertzale demuestra que las preguntas que se hicieron antes de decidirse —“¿qué va a pasar?, ¿cómo sería mi futuro aquí?, ¿vale la pena educar hijos en una sociedad con los valores elementales del respeto a la vida y las ideas ajenas perdidos?”— siguen siendo pertinentes.

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El estudio hace suyo un diagnóstico de otro trabajo del catedrático Mikel Buesa, que coloca el peso, más que en la cuantificación del número de exiliados a la que tanto se alude, pero que resulta casi imposible, en “la comprensión del trauma, de los sentimientos de vergüenza, culpa y desamparo que se les mezclan”.

El informe considera que el de los amenazados o supervivientes a atentados que dejaron Euskadi es un colectivo especial de víctimas: no fueron “complacientes”, como quienes se quedaron a costa de callar, pero tampoco “resistentes”, como quienes siguieron luchando. Y es que se exiliaron justamente “para alejarse y esquivar, en último caso, la condición de víctimas”. Resultan difíciles de evaluar, se afirma también, “los daños en la salud psicoemocional de los afectados, sus familias y amigos” y en “derechos fundamentales de sus hijos”.

Los autores vieron “momentos de mucha emoción, en forma de consternación, de dolor o rabia, junto con una gran fortaleza, ejemplo cívico, solidaridad, capacidad de reflexión y superación e incluso humor”.

Aunque algunos agradecieron que por primera vez alguien se interesara por ellos para un proyecto de investigación, resultó más frecuente el escepticismo y hasta la desconfianza sobre las razones reales de realizar el estudio. Hubo quien incluso explicitó la sospecha de que se use para concluir con un “ahora ya puedes volver y si no lo haces, es culpa tuya”.

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