Los ‘idus’ de Feijóo
Convoque Feijóo cuando convoque, nada está escrito: Galicia puede ser de otra manera
Ya están aquí. Es un hecho. Los peores presagios se van cumpliendo. Gobernar mancha cada vez más. El voto de la derecha se desmoviliza por primera vez a lo largo de esta década y pierde más de 400.000 votos en una Andalucía convocada a un cambio histórico. La huelga general en Galicia se sitúa claramente por encima de la media estatal y la desamortización laboral saca a la calle a más familias que la incompetencia del Prestige. Los primeros presupuestos del Marianismo vienen con un cesto de facturas bajo el brazo y hacen parecer a Zapatero un candidato a hijo adoptivo de una Galicia que es la siguiente en votar. Los idus de marzo se han convertido en los idus de Feijóo.
La Democracia Feijoniana ha entrado en un bucle melancólico. Tiene la cabeza tan en otra cosa que, a poco que la oposición se desenreda, comete errores tan apreciables como inventarse por la tarde un paquete de deducciones fiscales que se había “olvidado” anunciar en el discurso presidencial de la mañana. O contradicciones tan flagrantes como lanzar un plan fantasma de empleo para los concellos, tras pasarse semanas proclamando que nuestros ayuntamientos son muchos, ineficientes y caros. La pretensión de convertir la fusión preventiva entre Oza y Cesures en una segunda versión ampliada y mejorada del Tratado de Westfalia ya no da más de si. La realidad, como la vida, siempre se abre paso.
Galicia afronta una convocatoria electoral que trae aires y sonidos de fin de ciclo. Los esfuerzos de la prensa gallega independiente de derechas por declarar al Partido Popular ya vencedor de las elecciones consuelan, pero no las ganan realmente. Feijóo, como Arenas, ya sabe que puede perder. Y no hay nada más paralizante que el miedo a la derrota. La Democracia Feijoniana ha acabado pillada en su propia red. La fecha de las elecciones, que empezó como un juego para distraer la atención con una noticia inocua e irrelevante, ahora ha mutado a un lío difícil de deshacer donde todo quisque tiene una opinión. Porque la política es como el fútbol. Todo el mundo es seleccionador nacional.
Feijóo debe escoger entre tres opciones. Convocar ya, hacerlo en otoño o cuando toca. Sin duda, la mejor es llamar a votar hoy mejor que mañana. Parte de la oposición aún anda liada reiventando la política, refundando los partidos y plantando cara a la globalización. Zapatero aún cuela como sospechoso habitual. Lo peor del ajuste ya está anunciado y programado y puede que el elector vote confiando en que va a servir para volver a los buenos tiempos.
En contra de tantas ventajas, computan dos inconvenientes aparentemente insalvables. El Marianismo no está de humor para otros comicios ahora y afrontar la perspectiva de tragarse el previsible purgante de las elecciones vascas unos meses después. Entre campaña y campaña, hay que sacar tiempo para ir gobernando. Su afición a los titulares explosivos juega también en contra de Feijóo: él mismo ha calificado de ventajista y varias veces a quien hiciera o hiciese algo así.
Llamar a votar en otoño también tiene su encanto. Se puede fantasear con las maravillas que traerán los presupuestos del 2013, o con los brotes verdes que puedan sembrar los datos del empleo y la actividad estacional. Además, resulta probable que ya haya emergido, listo para torpedear, alguno de los submarinos infiltrados en aguas nacionalistas. La gran desventaja reside en que todo esto no pasa de conformar meros deseos, puede pasar o no. Lo único cierto es que en otoño habrá más paro, más recesión y Galicia no se situará precisamente por debajo de la media.
Celebrar las elecciones cuando toca tiene el atractivo de la necesidad hecha virtud. Además de ganar tiempo, el bien más valioso en política. A la velocidad de crucero que ha adquirido los ciclos políticos, un cuatrimestre supone una eternidad. Convoque cuando convoque, sepa, como Feijóo, que nada está escrito y ni las cosas ni los gobiernos han de ser como son. Les recomiendo que vayan a ver la nueva joya del cine gallego: Vilamor. Además de una gran película, les recordará, como a mi, que Galicia pudo y puede ser de otra manera. @antonlosada
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