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HUELGA GENERAL CONTRA LA REFORMA DE RAJOY

La protesta laboral reúne las mayores manifestaciones desde el ‘Prestige’

La policía reconoce más de 200.000 participantes en las capitales

El mensaje llegó a la calle con nitidez y contundencia. Las manifestaciones de ayer en las principales ciudades gallegas contra la reforma laboral fueron las más concurridas desde la catástrofe del Prestige, que en algunos casos, como en Vigo o Ferrol, superaron la afluencia de entonces. En A Coruña, cuando menos, la igualaron. La falta de acuerdo sindical motivó que en cada ciudad hubiera dos marchas multitudinarias, convocadas respectivamente por CC OO y UGT, por un lado, y la CIG, por otro, y en algunas de ellas, como en Vigo y A Coruña, la convocada por los sindicatos minoritarios CUT, CGT, CNT y otros de rama, cuyos portavoces también se declaraban muy satisfechos de la respuesta obtenida. En total, la participación se cifra entre las 200.000 personas de la estimación más conservadora de la policía —que no incluye ciudades como Santiago— y las 500.000 que suman los sindicatos.

La muchedumbre inundó el centro de las ciudades. Más que obreras, fueron marchas ciudadanas, con familias completas y muchos niños y jóvenes detrás de las pancartas de todas ellas. Las de Vigo, por ser centrales para los sindicatos, fueron encabezadas por sus líderes gallegos —José Antonio Gómez, José Manuel Sánchez Aguión y Suso Seixo— y reunieron, en un lado, al secretario general de los socialistas gallegos, Pachi Vázquez, al alcalde Abel Caballero o a la exministra Elena Espinosa; en otro, al portavoz nacional del BNG, Guillerme Vázquez, y al secretario general de Máis Galiza, Xoan Báscuas, y, en la tercera, al presidente de la Real Academia Galega, Xosé Luís Méndez Ferrín, con otros escritores.

Una estrepitosa traca anunció el comienzo de la marcha de UGT y CC OO, a las 11, en la Gran Vía, frente a El Corte Inglés. Fue la más numerosa y la menos ruidosa. Ya en ese momento de la salida, tras la traca, desde la furgoneta de megafonía se pedía: “Quedaros con las consignas, que llevamos toda la noche sin dormir”, y empezaron a soltar una retahíla (“A culpa de quen é, dos que votan ao PP”, “O Goberno de dereitas é a nosa desfeita”, “Non faltan cartos, sobran ladróns”...) que, sin embargo, apenas tuvo enganche.

UGT y CC OO logran reunir en las calles de Vigo a más de 85.000 personas

Pero nadie estaba allí de paquete. En lugar de consignas, que solo se avivaron en segmentos muy concretos de la riada humana, multiplicación de conversaciones para, al cabo, glosar el texto de la pancarta de cabeza: “Quieren acabar con todo. Cos los derechos sociales e laborales”. De vez en cuando, algún otro texto chocante: “Ya no necesitamos hacer sexo, el Goberno nos jode todos los días”, pregonaba un segmento juvenil que parecía salir del 15-M. O en la de la CIG: “Los parados comen hipotecas, los banqueros dan las recetas” o “Entre capullos [PSOE] y gaviotas [PP], estamos hasta las pelotas”.

UGT y CC OO cifraron en más de 100.000 las personas que participaron en su marcha, que la policía local redujo a 85.000. El recorte fue más drástico para la posterior de la CIG: de más de 100.000 que se anunciaron al principio —luego limitadas a más de 60.000—, a 16.500 que contó la policía local. En A Coruña, los sindicatos contaron 90.000 y la policía local, 54.000, y esa disparidad fue un denominador común de todas las evaluaciones.

Los tres sindicatos mayoritarios suman en sus cuentas unos 500.000 manifestantes en toda Galicia. Además de las ciudades citadas, también hubo marchas de igual tenor en Santiago —tal vez las más festivas, con una inusual participación de estudiantes—, Ourense, Pontevedra, Lugo, Vilagarcía, Ribeira, Cee, Cangas, Burela, Verín, Xinzo y Silleda. En Vigo, la CIG, señalando su predisposición a la unidad de acción, se colgó la medalla de ser el primer sindicato que convocó la huelga general y ya anunció concentraciones ante las subdelegaciones del Gobierno de las cuatro provincias el día en que el Congreso debata la reforma laboral.

Todos los portavoces sindicales, en las alocuciones finales, coincideron en dar por sentado el mensaje “inequívoco” al Gobierno que se derivaba de la afluencia que habían conseguido: o da marcha atrás en aspectos relevantes de la reforma laboral o la conflictividad social tomará la calle con métodos menos dialogantes que ayer.

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