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MUSICA

Orillando las lágrimas de celofán

Damien Jurado protagonizó en el Blues & Ritmes un concierto recogido, bello y esperanzador

Damien Jurado, en un momento de su actuación en el Teatre Zorrilla.
Damien Jurado, en un momento de su actuación en el Teatre Zorrilla.

Lo asegura Quimi Portet y todos lo sabemos: la tristeza es un sentimiento que une, que estrecha lazos entre las personas, que salta barreras. Lo sabemos todos, también: desde hace unos años, expresar tristeza, aflicción y acongojo vende mucho en música, quizás porque se piensa que la tristeza es un sentimiento más artístico, sólido, honesto y noble que esa alegría inconsciente, banal y fútil que nos aleja de las cosas que verdaderamente afectan al alma humana. Sí es una sandez, pero ¿a quién le importa en un mundo en el que ya no hay pobres sino personas en riesgo de exclusión social?.

Viene ello a colación por la música de Damien Jurado, un artista de Seattle que evoca paisajes de inmóvil belleza recogida y triste, melancólica y evocadora que como la humedad cala hasta los huesos por muy abrigado de cinismo que uno vaya. Se podrían hacer chistes sobre la tristeza de Damien y más si como en Badalona, cuatro de los cinco miembros del grupo vistiesen camisas de cuadros, uniforme oficial del triste. Sólo el teclista daba una nota de color y elegancia entre un vestuario de leñador urbano desaliñado. Punto. Hasta aquí llegó la broma. Justo hasta el momento en el que comenzó la música.

Damián dice que ahora está alegre. Bien. Que sea de su provecho. Lo cierto es que las canciones de su último disco, “Maraqopa”, tienen el efecto de la brisa en un día de bochorno, no eliminan el calor, pero hacen pensar en que éste, como las desgracias, no puede ser eterno. Y éstas canciones fueron las que estructuraron su concierto, un concierto emocionante, precioso, meticuloso y emotivo en el que Damián, triste oficial, incluso hizo el tonto subiéndose a una silla, tirando de la parodia, cantando desde la platea como los artistas poco ocurrentes y dejando en el camerino la pose oficial de cantante sensible con el alma destrozada.

De extraordinaria ayuda fueron las canciones de “Maraqopa”, un disco estupendo en cuyas líneas se confunden Nick Drake, Neil Young, John Martyn, la psicodelia, el pop de mesa camilla, el folk y la palabra dulce dicha quedamente, sin prisa, sin urgencia, con pausa y querencia. ¿Cuál destacar?, ¿cual es el mejor beso recibido?. Por encima de todas, la propia voz que las canta, que las cantó en el teatro Zorrilla, una voz tierna y dulce que en nada sintoniza con la cara adusta de un Damien Jurado que incluso sin banda, con su sola guitarra acústica, ofreció un concierto mayúsculo. Tanto que la tristeza se tornó en recogimiento y la palabra en arrullo. Una verdadera delicia.

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