Actores en el crepúsculo
Miembros de la Casa del Actor recaudan fondos para terminar el proyecto
Hay una secuencia cinematográfica antológica que muestra el delirio de un artista en decadencia. Es aquella en la que esa diva, a la que Billy Wilder puso el nombre de Norma Desmond (Gloria Swanson) en El crepúsculo de los dioses, baja esa espectacular escalera donde, a punto de ser detenida, la espera todo un séquito de periodistas carroñeros y dice a las cámaras: “Es mi vida y siempre lo será... No existe nada más, solo nosotros, las cámaras, y toda esa gente maravillosa en la oscuridad... Señor De Mille, estoy preparada para mi primer plano”. Y luego, ese plano final, con su rostro enloquecido, el mismo que años atrás la convirtió en una gran estrella del cine (mudo).
‘La venganza de Don Mendo’ llenó el Español en favor de los cómicos
Hay muchas Norma Desmond en la historia de la escena. Estrellas, más o menos fugaces, que han dejado de brillar y cuya luz se ha apagado en los rincones más insospechados. Por ellas, por las que se apagan, por las que se mantienen intermitentes y por las que aún brillan, volvió a llenarse ayer el Teatro Español. Y no era Follies lo que se representaba, el musical de Mario Gas que no deja de cosechar éxitos y que es también un homenaje a la vida de los cómicos. Era un clásico de Pedro Muñoz Seca, La venganza de Don Mendo, lo que volvía a ponerse en escena con un elenco de 33 actores dirigidos por Manuel Gallardo, uno de los precursores de un proyecto casi abandonado: la Casa del Actor. “Un espacio en el que los actores y las actrices podamos encontrarnos, compartir nuestras experiencias y pasar el testigo a los que vienen detrás”, explicaba Ana María Vidal mientras se vestía de Doña Ramírez en el camerino. Minutos más tarde no cabía un alfiler en el coliseo.
Reactivar las obras de un espacio ideado en los años ochenta, convertir en realidad una residencia de encuentro de artistas, cuya primera piedra se puso hace más de una década (1999) en Las Rozas con Antonio Banderas como maestro de ceremonias, era el sentido de esta función insólita, que abrió el telón del buque insignia de la escena madrileña por amor al arte. Porque lo dejaron bien claro, desde Bárbara Rey (Doña Berenguela) hasta Iñaki Miramón (Alí-Fafez), pasando por Ana María Vidal (Doña Ramírez), Manuel de Blas (Don Nuño), Juan Carlos Naya (Don Mendo), Carmen Morales (Magdalena), Nuria Gallardo (Azofaifa) o Beatriz Carvajal (Marquesa): estaban allí “sin cobrar un euro”. Y arrancaron las carcajadas del público. El dinero recaudado “servirá al menos para poner otra piedra, ya que las Administraciones, de uno u otro signo, no se mueven”, comenta Vidal.
Antes de que se abriera el telón hubo ocasión para un recuerdo en forma de noticia de prensa: “Muere Manuel Reyes, conocido como Pozí. Hace un año se supo que vivía prácticamente en la indigencia…”. La Casa del Actor, que a día de hoy no cuenta más que con los cimientos de la primera planta, pretende evitar noticias como esa. “Con esta iniciativa, que se le ocurrió a mi padre y a Iñaki Miramón, buscamos el efecto contagio, porque no es fácil conseguir un teatro, tenemos que hacer las funciones el día que cierran y ponernos de acuerdo todos los actores para encajar agendas”, explica Nuria Gallardo mientras la maquilla Bárbara Rey. “Quizá todos los teatros de Madrid podrían dedicar un día a estas funciones”, lanza Gallardo.
Ayer fue la tercera representación de tres. Quién sabe, ahora quizá haya nuevas oportunidades de ver a los actores en el crepúsculo.
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