De razones para vivir
El hombre que mató a Liberty Valance, de Ford. El gran Gatsby, de Scott Fitzgerald. La radio. Michael Jordan. La serie de televisión Doctor en Alaska. Los periódicos del papel. Las librerías. El apartamento, de Wilder. El café. La educación sentimental, de Flaubert. Bob Dylan. El mar. La Francia de Platini, Giresse y Tigana. Qué bello es vivir, de Capra. Madrid. Las pipas de la infancia. La bicicleta. Un maestro. El sol.
Crimen y castigo, de Dostoievski. Los cuadernos de anillas. Grandes esperanzas, de Dickens. La lluvia. Los goles de Ronaldo. Los Cinco de Blyton. Una caricia. Los donuts. Los veranos de tres meses. Un hermano. La confianza de un desconocido. La caja de música, de Costa-Gavras. El chocolate. La montaña. Londres. Un niño. El primer reloj. Los viernes por la tarde. Las niñas. Las volteretas de Hugo Sánchez. Las nubes. La ternura. La Coca-Cola. Un padre. El Estudiantes de Winslow y Pinone. La ingenuidad. Los trenes. San Sebastián. Los muertos que no olvidamos. La vieja máquina de escribir. Una hermana. Los Reyes Magos. Las papelerías. El coger de la mano. La cartuja de Parma, de Stendhal. Los lapiceros. Una sonrisa. Los huevos fritos. El primer walkman. El vizconde demediado, de Calvino. Los estuches. Los partidos de chapas. Los mercados. La niebla. La Ilustración escocesa. La televisión. El olor de la ropa limpia. Las arrugas. El primer sobrino. Las manzanas. Una pelota.
El primer beso. Still Walking, de Kore-eda. El penúltimo ordenador. La bondad. Una conversación. El último beso. Edward Hopper. Los árboles. Un tobogán. Las primeras cerezas. El olor de un niño en un pijama de algodón. Los castillos de arena. Tintín. La nocilla. El olor a castañas. Edvard Munch. El agua de la fuente.
Google. Las peras de San Juan. Bel-Ami, de Maupassant. Follar. Una mirada. El Milan de Sacchi. El olor de la goma de la coleta de la mujer que amas. La Audrey de Desayuno con diamantes. El pabellón número 6, de Chéjov. Zipi y Zape. Las rosas amarillas. La sopa caliente. Los parques. La tinta. La fragilidad. La historia interminable, de Ende. Las naranjas. La risa. Una lágrima. El vaho del invierno. El sudor desnudo del verano. Messi.
Los Boston Celtics y sus zapatillas negras. Los juguetes. Una madre que se gasta en cuidar. E.T., el extraterrestre, de Spielberg. Los ocres del otoño. El parto de la primavera. Una ducha. El amor a la humanidad en una vacuna. Los jerseys de Marcelino Camacho. Dormir juntos. El Estado del bienestar. El trote de Gebrselassie. Lord Jim, de Conrad. Johann Sebastian Bach. La mezcla de tristeza y fútbol radiado de la tarde de los domingos. Ver a alguien hacer bien su trabajo.
El color de los melocotones. La juventud y las novelas de Hermann Hesse. La vejez y su soledad. El dios del azar. La delicadeza. Las tiendas. Internet. El teléfono. El color de los ojos y el sonido de la voz de la mujer que amas. Manhattan, de Woody Allen.
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