Tierra, manos, fuego y luz
Ángel Garraza incorpora la iluminación a sus piezas de cerámica El artista reivindica la evolución sin perder las raíces tradicionales
La luz ha entrado en las obras de cerámica del escultor Ángel Garraza (Allo, Navarra, 1950). La exposición Interiores iluminados reúne en la galería Espacio Marzana (Muelle Marzana, 5. Bilbao) la obra más reciente del escultor, piezas huecas en las que se descubre la silueta de una cabeza humana en superficies en las que contrasta el blanco con el gris.
La galería Espacio Marzana presenta en Bilbao su obra reciente
Ante el mural compuesto por una veintena de piezas que ocupa una de las paredes de la galería, Garraza recuerda que empezó a experimentar introduciendo la luz en sus esculturas cuando preparaba la exposición que presentó en la localidad francesa de La Borne el pasado año. “En el interior veo el tronco común, lo universal, lo que permanece para confirmar las formas exteriores, lo individual”, explica el artista. En las esculturas recien salidas de su taller las formas de la cabeza humana resultan difíciles de distinguir al primer vistazo, con una ambigüedad trabajada, y el barro tiene un acabado tan pulcro que no parece serlo. “Es gres, un material muy cercano a la porcelana, pero el material es anecdótico, podría ser cualquier otra cosa”, indica. “He apagado el gesto y el cómo se realiza obra ha pasado a un segundo plano”. Como es frecuente en la obra de Garraza aparece el contraste de colores, tanto en el mural como en las piezas exentas. El acabado en un blanco puro o en gris no se consigue con el uso de colorantes sino con un cambio en la técnica de cocción: el humo tiñe el blanco natural del gres de un gris uniforme.
El Museo de Muel prepara una retrospectiva de su trabajo para otoño
En 2006, Garraza presentó en la sala BBK, en Bilbao, una retrospectiva de su trabajo, un balance de 27 años de trayectoria profesional. En aquella exposición demostró que lo suyo ha sido transitar por el camino de la experimentación sin abandonar las raíces tradicionales. “He querido evolucionar sin separarme de la tierra y de los materiales tradicionales. Sigo fiel a mi manera de trabajar, con control sobre los procesos de creación de la obra, desde el principio hasta el final”, explica. “Me gusta trabajar con las manos, mancharme con el barro y cuidar cada detalle que influye en el resultado”.
Tanto reivindica Garraza “la nobleza de la artesanía” que descubre ser también el autor de las dos mesas sobre las que ha colocado algunas de las esculturas de su exposición. “Están hechas con madera de cerezo, cortada por mi padre en Navarra”, dice.
Las exposiciones que ha realizado en Amsterdam, Francia, Corea o Bilbao han sido etapas intermedias hacia otra gran retrospectiva que presentará en el próximo otoño en el Museo de Muel, en Zaragoza, una zona de gran tradición ceramista. “Llegará hasta las últimas obras, las piezas de interiores iluminados”, concluye.
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