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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Muera la diferencia

La derecha es la que de verdad se nutre de ideología. Para encajar la realidad en la creencia hace falta fe, y esto es lo que no falta en las huestes conservadoras. La fe, ya se sabe, es un don de Dios y los demás no sabemos lo que nos perdemos.

Girona fue un improbable feudo de la izquierda hasta hace menos de un año, cuando, finalmente, cayó del lado de CiU. A los nuevos inquilinos del ayuntamiento no les dio tiempo el año pasado, pero ahora sí que han podido deshacerse del Festival de Músicas Religiosas y del Mundo, algo que nunca entendieron y que por ello denostaron desde el primer momento. Era, además, un invento de los socialistas —debería decir socialdemócratas, ahora que éste es realmente el término denigrante— que allá por el año 2000 tuvieron la idea de organizar un festival diferente, abierto a una serie de visiones universales del mundo, a creadores e investigadores de talento capaces de aglutinar audiencias curiosas e inteligentes y generar resonancias que llamaran a una cita anual original y distinta de las demás ofertas festivaleras veraniegas. Y tuvieron éxito.

A pesar de que el festival había alcanzado su 12ª edición, se había ganado un considerable prestigio en el sector; de que el año pasado tuvo una ocupación media del 88%, superior a la de años anteriores, y de que las memorias de las tres últimas ediciones, que son públicas, reflejan un superávit de entre 10.000 y 15.000 euros, el alcalde convergente Carles Puigdemont, no se dejó desanimar por la realidad y decidió cerrar el festival porque estaba "en desacuerdo con la propuesta artística”. A esto se le llama fe. Y ideología.

No está claro cuales son los criterios “artísticos” del señor Puigdemont, aunque todo parece indicar que lo que le molestaba del festival es que fuera diferente de los festejos veraniegos al uso. Cabría preguntarse si lo que descalifica de la "propuesta artística" es que vaya a tocar a Girona una orquesta sufí de Marruecos o que acudan intérpretes de música clásica de la India y espectáculos inusuales procedentes de esos mismos lugares de los que llegan los inmigrantes extracomunitarios.

El alcalde de Girona probablemente quiere un festival como los demás, aunque en los tiempos que corren y con el cachét que cobran las estrellas del rock, ésta sea la vía más directa al déficit, porque nada le diferenciará de lo que ya ofrecen todos los demás festivales. Pero este es precisamente concepto de cultura que tiene la derecha, y en particular el nacionalismo conservador catalán. A este paso pronto no quedará nada. 

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