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Roberta González ve por fin la luz

El IVAM inaugura la primera antológica de la hija del escultor Julio González

La muestra 'Roberta y Julio González' agrupa 108 obras.
La muestra 'Roberta y Julio González' agrupa 108 obras.MÒNICA TORRES

Un total de 76 dibujos y pinturas, en su mayoría inéditos, de Roberta González (1909-1976), ven la luz en la exposición que ha inaugurado este miércoles el Instituto Valencià d’Art Modern (IVAM) y en la que dialogan con otras 32 piezas de su padre, Julio González. Estará en cartel hasta el 17 de junio. Se trata de la primera muestra antológica que dedica un museo a la obra de esta autora, víctima de lo que el comisario de la misma, Tomás Llorens, calificó como “error” e “injusticia” históricos que es necesario corregir y reparar. Una dramática confluencia de circunstancias ha mantenido prácticamente en la sombra desde mediados del siglo pasado la singular personalidad artística de esta pintora. Y ello a pesar de “su participación en numerosas exposiciones en todo el mundo y sobre todo en sus dos patrias, Francia y España”, como detalla en el catálogo Amanda Herold, autora de una tesis sobre Roberta González.

Hija del gran escultor de las vanguardias del siglo XX, Julio González, y esposa del pintor francoalemán Hans Hartung, que lideraba una de las corrientes en boga tras la Segunda Guerra Mundial, el informalismo, Roberta desarrolló una obra propia que, difícil de encuadrar en ninguna de las tendencias emergentes, no tuvo a la crítica de cara, según subrayó Tomás Llorens. “Públicamente”, señaló en la presentación el historiador del arte valenciano, “era conocida por promocionar la obra de Julio González”, en lugar de serlo por una producción propia que había comenzado a generar en los años veinte en el taller paterno; que dio los “primeros indicios de una sensibilidad diferenciada” en los años treinta, y que cuajó al final de los cuarenta, después de la muerte de su padre. Fue entonces cuando encontró “su propio mundo artístico”.

Para más inri, en el movimiento artístico de postguerra había poco espacio para mujeres, “con un componente machista innegable” que distintas fuentes asocian al expresionismo abstracto norteamericano, y al que no eran totalmente ajenas las corrientes coetáneas europeas, como el informalismo.

“En esas condiciones tan difíciles desarrolla su propia pintura”, al decir de Tomás Llorens, y a pesar de ello Roberta González consigue conformar “una obra de sensibilidad y riqueza extraordinarias”.

Quedó marcada por la relación con su padre, su esposo y el arte de postguerra

Hay tintes trágicos en la historia de esta artista, tal y como la cuenta Tomás Llorens, porque “al mismo tiempo que Roberta va alcanzando su madurez como artista, la historia del arte se aleja de ella”, puede leerse en el catálogo correspondiente. Por eso “la obra de sus últimos 15 años testimonia” la imposibilidad “de supervivencia de aquellos proyectos artísticos que se fundamentan en la fidelidad al espíritu heroico y trascendente de la modernidad de entreguerras”.

Resulta paradójico que habiendo tenido mucha relación con directores de museos, coleccionistas y artistas, y habiéndose encontrado en el cogollo del arte toda su vida, sea esta la primera exposición antológica que se hace sobre ella. Es lo que Tomás Llorens considera “un desafío” para sí mismo y los herederos de la artista y “un deber” para el IVAM, cuya colección se sustenta en la obra de, precisamente, Julio González y posee además casi 60 piezas de Roberta González, algunas de ellas presentes en esta muestra. El resto ha sido aportado por el delegado de la Sucession González, Philippe Grimminger, que definió la exposición como “el punto de partida para dar a conocer la obra de Roberta González”

“Esta vez corresponde a Julio González acompañar a Roberta”, puntualizó el comisario del proyecto, seguro de que la compañía de poderosas figuras del padre como la de Daphné o Monsieur Cactus, “no la va a eclipsar, sino que ayudará a entenderla mejor”.

La exposición corrige y repara un error y una injusticia históricos

La exposición, “una partitura emocional y estética, interpretada a cuatro manos por padre e hija”, en palabras de la directora del IVAM, Consuelo Ciscar, se estructura en tres partes ordenadas cronológicamente en sentido inverso. La primera es la más luminosa y corresponde a la madurez de la autora, con cuadros de gran formato que luce en solitario. En el resto de la muestra, las esculturas de Julio González y las pinturas y dibujos de Roberta González han sido distribuidas de manera que dialoguen entre sí.

La segunda parte, la más extensa, se distribuye en tres secciones: La sombra de la guerra (1946-1950), Leda (1948-1953) y Las nuevas máscaras (1955). En esta última, las máscaras de la pintora se entienden mejor al lado del retrato que Julio González hizo de su hija (una máscara también) tres años después de salir del hospital donde permaneció cinco largos años para recuperarse de una importante enfermedad infantil. “La Daphne de Julio González ayuda a entender” la mitológica Leda, de Roberta González, representativa de toda una época de la artista.

En ese bloque central se puede percibir, asimismo, cómo va definiendo un estilo muy personal, a caballo entre la figuración, la abstracción e incluso el surrealismo.

La última sala corresponde a los años de aprendizaje (1927-1941) y es la única donde las obras expuestas de ambos artistas son coetáneas, ya que recoge los primeros pasos artísticos de Roberta González de la mano de su padre.

El mito americano, según los artistas europeos

EL PAÍS, Alicante

El sueño americano y su estética de la abundancia que eclosionó a finales del siglo XIX y llegó a Europa a través de las revistas ilustradas fue el mejor caldo de cultivo para la intelectualidad y las vanguardias artísticas del momento. Escritores, periodistas, arquitectos y artista de todos los tiempos y rincones de Europa emprendieron sus respectivos viajes iniciáticos a Estados Unidos en busca de su particular cara a cara con el mito americano.

Parte de la producción artística que surgió a la sombra de este fenómeno y de la mano de autores como Robert Frank, El Lissizky o el Equipo Crónica, entre otros, está recogida en la muestra Hallo América. La exposición, integrada por 50 piezas de la colección del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), podrá ser contemplada en la Fundación Bancaja de Alicante desde hoy y hasta el próximo día 26 de agosto.

La muestra, realizada en colaboración con el IVAM, se presenta por primera vez al público y analiza la irrupción y el desarrollo del mito de los Estado Unidos y su decisiva influencia en el debate sobre la cultura visual contemporánea.

Hallo América toma su título de una cubierta de la revista Nueva Cultura de 1936 y presenta un recorrido por el modelo de vida y la producción cultural de Estados Unidos hasta alcanzar la condición de primera potencia mundial. El sueño americano que ha desatado tantos y tan intensos debates entre los intelectuales se plasma en la selección de obras de la muestra, conformada por pinturas, fotomontajes, fotografías, libros, carteles, linograbados, litografías y una selección de anuncios publicitarios procedentes de revistas americanas de los años cincuenta.

El conjunto de obras seleccionadas refleja el proceso de creación de la iconografía del American way of life (estilo de vida americano), generada a partir de los mensajes que lanzaba la pujante sociedad en ese momento: sus cadenas de montaje, sus monumentales rascacielos, sus míticos automóviles Ford, sus tractores y segadoras, sus luminosos apartamentos, sus electrodomésticos, en fin, su hedonista actitud vital.

La muestra intenta acercarse al modelo de vida americano a través de los trabajos de artistas de reconocido prestigio como los mencionados Robert Frank, El Lissitzky y el Equipo Crónica, junto con otros de autores no menos célebres como Anzo, Erró, Dorothea Lange, Josep Renau, Richard Hamilton, Lewis Hine, Krazansky, Walter Evans o John Baldessari.

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