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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Reconstrucción

"Las reacciones personales ante las catástrofes de cualquier tipo se repiten de una forma bastante similar"

Es cierto que ninguna situación social es igual a la anterior, ninguna crisis se parece a otra. Sin embargo, las reacciones personales ante las catástrofes de cualquier tipo se repiten de una forma bastante similar. En la actualidad, como pasó en la crisis del 29, en el desastre de hace un año en el Japón o en cualquier guerra civil de nuestra historia, por señalar ejemplos muy dispares, las personas se agrupan en unas cuantas visiones del próximo futuro que se repiten constantemente.

Algunos piensan que este cataclismo económico, político y social que estamos sufriendo pasará en unos cuantos meses, como mucho en uno o dos años más. Después todo volverá a la normalidad y seguiremos viviendo como siempre. En consecuencia, la estrategia consiste en atrincherarse hasta que todo mejore y el agua vuelva a su cauce. Estas personas pertenecen a todo tipo de ámbitos sociales. Pueden ser trabajadores, padres de familia, educadores y, muy especialmente, políticos en activo. Por mucho que lo intentes, no pueden aceptar que ya nada será igual que antes, por eso están dispuestos a resistirlo todo con tal de continuar y se quedan perplejos ante las críticas hasta que son barridos por la novedad. Harían bien en ceder el paso a otros antes de que la marea de escándalos y responsabilidades se los trague a todos.

También hay los que nunca estuvieron de acuerdo con este modelo social, político y económico, de forma que la crisis la ven como un remedio a un estado de cosas que no compartían. Tienen la gratificación personal del que acierta, pero también cierto regusto amargo porque el remedio quizá llega tarde, probablemente ya no se puede hacer lo que debería haberse hecho. En cualquier caso, disfrutan de cierta esperanza aunque con el deterioro lógico de haberlo pasado mal dos veces, antes y ahora.

Luego están los jóvenes, que disfrutaron mientras eran visibles como material fungible, un gran mercado de consumidores que ayudaban a mantener el sistema, pero que ahora tienen que reconstruir sus relaciones con la sociedad. En general, no nos ocupamos de convertirlos en individuos autónomos, sino en gente solitaria y aislada que viaja engañada por las redes sociales. Ahora tienen que conseguir un nuevo compromiso social con su generación y su futuro, una oportunidad nada fácil sembrada de trampas fanáticas y huidas hacia paraísos lejanos. Puede que no todos lo consigan, pero la oportunidad existe.

Por último, nos quedan los intelectuales, los pensadores, los teóricos, que tienen que volver a empezar de nuevo porque casi nada de lo que sabían tiene validez en estos momentos. Es cierto que intentarán renovar lo viejo, impactar con extrañas ocurrencias o construir nuevos descubrimientos. Pero hacía mucho tiempo que no tenían por delante un desafío tan apasionante como este final de época. Que tengan suerte porque su fortuna también es la nuestra.

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