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paisaje industrial de madrid | 5

‘Poligoneros’ del futuro

La revisión del plan de urbanismo de Madrid propone nuevos usos del suelo en las zonas industriales. El objetivo consiste en mantener la actividad económica sin caer en los problemas generados en Costa Polvoranca o Cobo Calleja

Clientes en busca de prostitutas en la Colonia Marconi, en el polígono industrial de La Resina (Villaverde)
Clientes en busca de prostitutas en la Colonia Marconi, en el polígono industrial de La Resina (Villaverde) LUIS MAGÁN

Para aspirar al título de poligonero basta con que el sujeto ayude a dar un uso alternativo a las naves industriales. Se es poligonero por afición al hardcore más que por devoción al sector industrial. Fue el camino que tomó Costa Polvoranca, la meca poligonera de Alcorcón, hace ya dos décadas. El de Cobo Calleja, en Fuenlabrada, tiró por la ruta asiática y se ha convertido en una de las mayores concentraciones de tiendas mayoristas de productos chinos de Europa. Demasiadas copas en uno, demasiado tráfico en el otro.

Ahora el polígono La Resina, en el distrito madrileño de Villaverde, podrá albergar comercio de tamaño mediano, hasta 750 metros cuadrados, ya que el Ayuntamiento de Madrid decidió en enero pasado flexibilizar el uso del suelo calificado como industrial en ése y otros 70 ámbitos de la ciudad. “Hay muchas naves vacías y mucha disponibilidad de suelo”, explica Adrián Girardi, gerente de la Asociación de Empresarios del Polígono La Resina. Pero “el mayor problema es la prostitución: se han ido grandes empresas y otras que pensaban instalarse no lo han hecho”, relata.

Girardi no avanza ningún augurio sobre qué pasará tras la decisión y ve el asunto “aún en el aire”, pero el Gobierno municipal sitúa esa flexibilidad en los usos del suelo industrial como uno de los de los “objetivos fundamentales de la Revisión del Plan General”, avanza Beatriz Lobón, coordinadora de la Oficina de Planificación Urbana del Ayuntamiento de Madrid.

El plan de urbanismo anterior, de 1997, consagró la salida de la industria del distrito de Arganzuela. Muchas zonas de Madrid se han transformado radicalmente, por ejemplo el polígono de Julián Camarillo, en San Blas, donde las viviendas han sustituido a la fabrica de fusiles Cetme mientras la calderería Caldeyano se refleja en los cristales de la multinacional de estudios de mercado TNS.

Suelo industrial en Madrid

  • Los datos del Ayuntamiento de Madrid señalan una edificabilidad remanente (disponible) en suelo industrial de 11,2 millones de metros cuadrados. El Plan Especial que permite el uso comercial en suelo industrial afecta a 71 zonas industriales de la capital, con 9,8 millones de metros cuadrados.
  • Según el informe de 2010 del Observatorio Servindustrial de Madrid, 15 municipios suman 16 millones de metros cuadrados de suelo industrial, con planeamiento aprobado o en ejecución.
  • El Ayuntamiento de Madrid ha vendido 22 parcelas industriales desde 2003 con un total de 77.019,21 metros cuadrados, que le han reportado 197,3 millones. La Comunidad de Madrid no ha puesto en marcha la promesa de Esperanza Aguirre de subastar suelo público industrial (tiene 8 millones de metros cuadrados) por debajo de su valor para crear empleo.

“Muy al contrario de lo que podría parecer, la actividad industrial, y su reflejo en el paisaje urbano, está presente, de una u otra forma, en toda la ciudad y no solo en las áreas industriales tradicionales”, explica Lobón. La almendra central está “salpicada de edificios industriales, unas veces entre medianeras y otras ocupando patios de manzana”. La ciudad sigue concentrando el 35,7% del empleo industrial de la comunidad.

Y eso pese a que, como recuerda el concejal socialista Marcos Sanz, la especulación urbanística de la última década ha presionado mucho el precio del suelo industrial, lo que ha derivado “en pérdida de empleo estable y de calidad”.

Hace siete años el Ayuntamiento de Madrid tuvo que cambiar la normativa para evitar la proliferación de lofts o supuestos apartamentos turísticos en suelo industrial. El pinchazo de la burbuja inmobiliaria evitará, en opinión del urbanista José María Ezquiaga que una mayor flexibilidad futura en los usos derive en la pérdida de suelo destinado a la actividad económica productiva. “Necesitamos una normativa de código abierto que garantice la calidad ambiental pero que permita mantener la actividad económica en el centro de la ciudad, lo que evita desplazamientos”.

Ezquiaga pone como ejemplo el distrito barcelonés 22@, que reconvirtió una zona de fábricas tradicionales en un barrio donde se han radicado empresas de servicios avanzados o servindustriales. Jesús Tébar, geógrafo e investigador de la Universidad Complutense, considera que Madrid también tiene “sin saberlo” un 22@ en Julián Camarillo: “Un espacio de innovación con una alta concentración de actividades intensivas en conocimiento que conviven en perfecta armonía con usos industriales más tradicionales”.

Pero el cómo de esa flexibilización de usos del suelo industrial es la clave para evitar los efectos indeseados. El portavoz l de Izquierda Unida Ángel Pérez se muestra a favor de compatibilizar usos. “Es bueno para el empleo y para los trabajadores que trabajan en los polígonos, que les vendrá bien tener una escuela infantil o un gimnasio cerca. Pero hay que conservar el suelo industrial porque es la garantía de que se genere empleo. Esa será la madre de todas las batallas del nuevo plan general”, dice Pérez.

Patricia García, de UPyD, coincide que pedir rigor en la aplicación de la flexibilidad. “No queremos un Costa Polvoranca en Madrid. El gobierno municipal no parece que tenga un plan para la industria”. El socialista Sanz abunda en esa idea y señala que “de los 17 millones invertidos desde 2003 en los polígonos industriales de Madrid, entre ellos La Resina, los fondos estatales han aportado más de 13 millones”. Para permitir el cambio de uso del suelo se necesitará un plan especial para valorar individualmente cada proyecto. Ahí se verá, señala Pérez, la “voluntad política” del gobierno municipal.

Una voluntad que deberá evitar los problemas derivados de la imprevisión de las consecuencias del cambio. Comenzó en Cobo Calleja hace más de una década. A mediados de los ochenta había unos 17.000 trabajadores en el polígono, en empresas del metal y la madera. Tras la rehabilitación del polígono en los 90, que ya había comenzado a albergar empresas de distribución, empiezan a llegar los empresarios chinos, relata el director de Industria del Ayuntamiento de Fuenlabrada, Andrés de las Alas-Pumariño. “Las actividades industriales todavía tienen un peso importante, si bien está retrocediendo, pero la convivencia se va a prolongar ya que hay empresas con fuertes inversiones realizadas que no van a mudarse inmediatamente”.

También Fuenlabrada quiere flexibilizar los usos industriales en Cobo Calleja, "pero siempre para introducir comercio mayorista", ya que el minorista "tiene otras exigencias de dotación de infraestructuras, etcétera". Además, a los mayoristas no les interesa que se solapen ambos tipos de comercio, explica De las Alas.

Hoy trabajan en Cobo Calleja “unas 8.000 personas. Al principio algunos industriales miraban a los chinos con recelo pero han contribuido mucho a que se revalorizase la zona. Para algunos vender la nave fue un buen plan de jubilación”. Pero reconoce que “se han generado muchos problemas por la actividad comercial. Hay una gran afluencia de público los fines de semana y los viales no están preparados para tanto tráfico. A veces un tráiler bloquea una calle mientras descarga” uno de los 400 contenedores que los empresarios chinos, los nuevos poligoneros, traen cada mes.

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