La luz de un recuerdo
La pintora Clara Gangutia expone sus últimas obras en San Sebastián La muestra, abierta hasta finales de abril, reúne 20 paisajes
Ya sea la silueta de una planta recortada en el marco de una ventana al anochecer, o el intenso azul, casi cegador, de un cielo de Madrid, la luz o la falta de ella que emanan los cuadros de Clara Gangutia (San Sebastián, 1952) hechiza. La pintora expone hasta el 28 de abril en la galería donostiarra Ekain Arte Lanak una veintena de óleos y un dibujo que combina varias técnicas, todos paisajes, todos espacios imbricados de alguna manera en la vida de la artista, en su familiaridad y cotidianeidad.
Da igual que Gangutia se sirva de la isla de Santa Clara, de la vista a los jardines privados de esas casas alargadas de Bruselas, donde vive su hijo, o de lo que observaba desde su antiguo estudio de Madrid, la artista echa mano de colores intensos, fuertes, ya sea en variantes frías o cálidas. Las tonalidades permiten a la artista establecer un juego con el espectador, guiarle hasta aquel punto que Gangutia ha decidido resaltar.
La pintora juega con colores intensos en tonos fríos y cálidos
“Me gusta el contraste de colores, el claro oscuro, la intensidad, es la constante de mi pintura, desde el principio”, añade la pintora. Una seña de identidad perfectamente concentrada en una vista de Pasajes “oscura, pero con mucho color, como es aquello, cada casa pintada de un color”.
La exposición reúne “obra nueva, cuadros hasta ahora no vistos”, explica Gangutia, y responden al modo de hacer de la pintora, a ese enfrascamiento en una obra hasta no darla por terminada. “Me molesta dejar algo que no está solucionado en el caballete, prefiero terminarlo y acabo exhausta”, confiesa, para empezar a continuación “con algo totalmente distinto. Por eso mis exposiciones siempre suelen ser, en cuanto al tamaño de las obras, la temática, una mezcla”.
La artista ofrece una mirada sobre la realidad “tamizada” por la memoria
También juega la artista con las figuras humanas. Porque a excepción de dos obras, en las que la presencia del hijo de Gangutia y la de la propia pintora son obvias, en otras muchas hombres, mujeres, saltan a los ojos del espectador tras una observación minuciosa. Sólo así es posible reconocer a un hombre con paraguas en una vista de la calle San Martín de San Sebastián en un día desapacible o una mujer sentada en la draga de Jaizkibel, junto a los astilleros.
Gangutia se sirve de la fotografía para retratar sus paisajes de ahí que la vista de Pasajes o una luminosa de La Rioja se hayan fraguado en su estudio de Madrid, donde reside. “La fotografía la empleo como referencia, invento, dibujo la composición, pero es la instantánea la que me sirve como modelo”, explica Gangutia. Aunque el punto de arranque sea un fragmento de la “realidad, todas las obras esconden un punto que no es real, no hago crónicas, el resultado es una mirada tamizada por los recuerdos, por lo que sugiere, por el momento en el que viste eso, por muchas cosas”, concede la artista.
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