Los siete del patíbulo
"Vuelve la España negra y una ya no sabe muy bien cómo quitársela de encima"
El mes pasado estuve en Nueva York, que es una ciudad en la que nadie se sorprende de nada igual que en Pontevedra. En Nueva York te encuentras en un paso de cebra de la Quinta Avenida a una cebra de verdad y le cedes el paso. En Pontevedra lo mismo. La gente se pasa el día dando vueltas alrededor de La Peregrina a ver si se tropieza con Mariano Rajoy y le puede decir: hombre ¿qué tal?, como quien no quiere la cosa. Yo ahí no entro ni salgo. Lo de Nueva York venía a cuento de la visión internacional de España.
Antes te invitaban a dar una conferencia y te recibían como si fueras un cruce de Penélope Cruz, Rafa Nadal y Guardiola. El milagro español. Ahora vas a una entrevista cruzando los dedos para que nadie te pregunte por la escultura de Fabra en el aeropuerto de Castellón, el caso Urdangarín o el misterio de las caras de Bélmez. Y no es que una no tenga una opinión radical al respecto. Pero una cosa es despotricar del convento en casa, y otra, muy distinta, hablar mal de tu país delante de gente que no es de tu país. Yo puedo tener un espíritu muy antiguo, pero no tiro piedras contra nuestro propio tejado, porque no me da la gana y porque además en ese tipo de piedras tiene la exclusiva el expresidente Aznar.
Pero a lo que iba. Vuelve la España negra y una ya no sabe muy bien cómo quitársela de encima. Desde el hundimiento de la escuadra Invencible, el peor daño moral causado a la imagen exterior de nuestro país ha sido el espectáculo devastador de los tres juicios —preparados, apunten, fuego— contra Baltasar Garzón, instrumentados por el más alto tribunal español. La Inquisición.
Desde fuera se cree que la vendetta contra el único juez que se atrevió a investigar los crímenes del franquismo es el mayor golpe asestado a la democracia española por uno de los poderes del Estado. Desde dentro se opina lo mismo, pero en voz más baja. Quiero decir que en eso coinciden The New York Times, la presidenta de Argentina, la vox pópuli, el fiscal general del caso, innumerables juristas de renombre internacional, la Asociación por la Memoria Histórica, el vecino de al lado y quizá ustedes mismos. Discrepan, claro, ETA, el narcotráfico organizado, algunos miembros del PP y del PSOE —afectados, unos por la red Gürtel y otros, por los GAL— y ciertos colegas de su gremio que se la tenían jurada por ir de Llanero Solitario. Demasiados enemigos. Y demasiado peligrosos.
Resultado: una condena unánime y encarnizada (hasta Kafka fue más piadoso con Josef K) por parte de los siete jueces del Tribunal Supremo. Jiménez, Varela, Monterde, Martínez Arrieta, Colmenero, Verdugo y Marchena. Los siete del patíbulo.
A los ojos del mundo esta es la nueva marca hispánica, una mezcla muy confusa del Ku Klux Klan, el martirio de San Sebastián y Torquemada. Ganan los malos.
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