La encrucijada andaluza
Tras 30 años de autogobierno, el 25-M puede marcar el inicio de un nuevo ciclo político
En su cita con las urnas el próximo domingo 25 de marzo, los andaluces decidirán si después de 30 años de desarrollo autonómico ha llegado el momento de iniciar un nuevo ciclo político y de cambiar el color del único Gobierno territorial español que aún no ha conocido la alternancia. Por primera vez todas las encuestas coinciden en vaticinar que así será sin dejar apenas margen de duda. Pero, sea cual sea el resultado final de la contienda, la posibilidad real de que se produzca el cambio, que prácticamente fue nula en los ocho comicios celebrados hasta ahora, confiere ya una carga de valor histórico al 25-M y un interés especial a la campaña electoral que oficialmente se inicia hoy.
Nunca como ahora unas elecciones autonómicas andaluzas han acaparado la atención de tantos focos desde tantos ángulos. El 25-M se cierra un ciclo de 10 meses en los que el PP ha hecho acopio de un poder casi absoluto en las elecciones municipales (mayo de 2011) y generales (noviembre). Ahora está por ver si Andalucía se resiste como una mancha en el color azul del mapa del poder en España, o si el PSOE pierde su última reserva de mando autonómico y se queda por tanto sin referente en el que intentar demostrar que es posible otro tipo de política, justo en un momento en el que en los discursos de respuesta a la crisis recobran nitidez las diferencias entre izquierda y derecha.
Si Griñán repite mandato, sería la primera vez en dos años y medio que un Gobierno central o territorial en la Unión Europea resiste unas elecciones. Como advierte el catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad de Granada Juan Montabes “la crisis económica está teniendo unas consecuencias políticas trascencentales en toda Europa”, uno de los elementos que precisamente la diferencia de otros ciclos de recesión anteriores.
La crisis económica está teniendo unas consecuencias políticas trascencentales
Juan Montabes
Otra particularidad de estos comicios autonómicos es que por primera vez desde 1990 se celebran en solitario. Las cuatro útlimas (entre 1996 y 2008) coincidieron con las generales, igual que en 1986; y las de 1994 con las europeas. Sólo en dos de las ocho convocatorias realizadas hasta ahora, las autonómicas andaluzas se celebraron solas, en la primera (1982) y en 1990.
En 1996, después de una corta legislatura de solo dos años, la única en la que el Gobierno autonómico no tuvo apoyo de la mayoría de la Cámara y tuvo que hacer frente a la pinza que formaron en la oposición PP e IU, alguna encuesta en campaña dio posibilidades de victoria a Javier Arenas que encabezaba la candidatura popular por segunda vez. En las municipales de 10 meses antes los populares habían dado un gran salto, venciendo en todas las capitales de provincia andaluzas. El 6 de marzo de 1996, el PP logró su primera victoria en las elecciones generales, pero en Andalucía volvió a salir derrotado, con más margen incluso que dos ños antes porque, entre otras razones, el electorado de izquierda concentró su apoyo al PSOE y castigó la actitud de IU. Durante dos legislaturas, entre 1996 y 2004, el PSOE cogobernó con el PA, hasta que hace ocho años, coincidiendo con la primera victoria de Rodríguez Zapatero en las generales, recuperó la mayoría absoluta en el Hospital de las Cinco Llagas.
Las autonómicas de 2012 están condicionadas por la crisis económica, la más profunda que ha conocido Andalucía en sus 30 años de autonomía, en los que ha experimentado una profunda transformación. No es que la crisis la empañe, porque el alcance es incuestionable. En 1980, cuando los andaluces reclamaron una autonomía plena en igualdad de condiciones con las tres nacionalidades históricas, más del 13% de la población era analfabeta y casi la mitad de los menores de 17 años no estaba escolarizado.
Andalucía era una tierra sin oportunidades y acomplejada Demetrio Pérez
Un estudio del profesor Antonio Villar concluye que Andalucía es tras Castilla y León y Extremadura, la tercera comunidad donde más ha aumentado el bienertar, pero con la diferencia respecto a las otras dos de que aquí ha sido de forma constante en todo el periodo, sin vaivenes. Se pueden esgrimir numerosas estadísticas para recordar de donde venimos y lo que se ha avanzado en todos los campos en un periodo tan corto para la historia, pero como resume Demetrio Pérez, director del Centro de Estudios Andaluces, Andalucía era una tierra “sin oportunidades y acomplejada”.
Lo que si hace la crisis es desenmascarar la persistencia de viejos problemas, y de forma particular el paro, el único indicador en todos los gráficos que muestra un empeoramiento, del 16,9% en el momento del referéndum del 28 de febrero de 1980, al 31,2% con el que se cerró 2011. La tasa de paro ha recorrido en estas tres décadas una V, pues cayó hasta el 12,6% en 2006, y en apenas cinco años ha aumentado nada menos que 19 puntos, lo que refleja como se resiente el mercado laboral andaluz cuando las circunstancias económicas vienen mal dadas. Andalucía además se mantiene en los puestos de cola de los niveles de renta entre las principales regiones europeas, aunque se haya multiplicado por cuatro en estos 30 años.
Tener unas infraestructuras de primer orden o el liderazgo en la producción de energías alternativas no es suficiente. El modelo productivo sigue siendo débil. “Tenemos el mejor aceite, unas almazaras incomparables, pero somos incapaces de tener una marca que las aglutine y compita”, pone como ejemplo Eduardo Moyano, director del Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA).
Moyano se pregunta si quizá la modernización no ha sido “demasiado acelerada, sin tiempo aun a que los cambios se consoliden y den todos sus efectos positivos”. En lugar de una división, la Andalucía moderna y urbana emergida en estos 30 años debe engranarse con la muy tradicional y rural que aún coexiste.
Una autonomía concebida para el bienestar económico y social
La necesidad de ajustes presupuestarios, de austeridad y de recorte en el gasto público que imponen la crisis económica y las exigencias de los mercados financieros, han reabierto el debate sobre la gestión de las comunidades autónomas.
Los sectores políticos y sociales más centralistas han aprovechado la coyuntura para identificar las comunidades autónomas con el despilfarro y ponen en cuestión la idoneidad de que determinadas competencias permanezcan descentralizadas. El debate que ha sido más o menos recurrente a lo largo de los más de 30 años de desarrollo del Estado de las autonomías, parece ahora más extendido que nunca.
Del resultado de las elecciones del 25-M dependerá en buena parte si Andalucía sigue una deriva más o menos autonomista, porque las cuestiones partidarias son muy determinantes en este debate, como se ha comprobado cuando los gobiernos central y autonómico han estado en manos de partidos distintos. Ya quedó patente el el Consejo de Política Fiscal y Financiera del pasado martes, en el que Andalucía fue la única comunidad que votó contra el tope de déficit del 1,5% impuesto por el Gobierno, en tanto que comunidades con más problemas para cumplirlo pero gobernadas por el PP votaron a favor.
Los recortes en las prestaciones públicas pueden reactivar la reivindicación autonomista. En Andalucía, la aspiración de autogobierno siempre fue la de bienestar. A diferencia de las comunidades históricas (Cataluña, País Vasco y Galicia), no obedecía a un ideario nacionalista, sino a meras razones de subsistencia y dignidad para una región atrapada en un subdesarrollo secular.
De ahí el entusiasmo autonomista que llevó al pueblo andaluz a forzar al Gobierno de UCD a que convocara el referéndum del 28-F de 1980 sobre la autonomía plena. El editorial de El PAÍS del día siguiente aludía al proceso autonómico como “la vía para solucionar los acuciantes problemas de Andalucía —el paro, la emigración, la injusta distribución de la tierra, el retraso industrial, o los deficientes equipamientos escolares, sanitarios y culturales”.
Por eso el Estatuto de Autonomía aprobado en 1981 y reformado en 2007 estuvo cargado de aspiraciones económico-sociales.
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