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De Susa a Susaeta

El bigoleador del Athletic ante la Real, descubierto por Caparrós, se ha convertido en el tercer mejor asistente del torneo con Bielsa

Susaeta e Iraola festejan uno de los goles del Athletic a la Real Sociedad.
Susaeta e Iraola festejan uno de los goles del Athletic a la Real Sociedad.Luis Tejido (EFE)

A Markel Susaeta (14 de diciembre de 1987) todos le vieron en el primer equipo del Athletic cuando en septiembre de 2007 Joaquín Caparrós le alineó como titular, en el Camp Nou, ante el Barça. Nació perdiendo (3-1), pero la experiencia le exigió lo mejor de sí mismo. Era un extremo pinturero, de esos a los que les gusta bailar en la línea de banda, recortar, mirar adelante o adentro, manejar ambas piernas, tirar faltas, sacar córners... Un tipo habilidoso, engañoso para el rival. Hasta en la estatura engaña porque los datos oficiales le atribuyen 179 centímetros que no asemeja en el campo ni falta que le hace.

“Fue el partido soñado”, dijo nada más terminar el encuentro contra la Real Sociedad (2-0) porque sabía de su papel decisivo. Fueron dos golazos. Uno, a coro con cuatro compañeros: el otro, un aria. Hasta Marcelo Bielsa, poco dado a personalizar la importancia de los personajes en los encuentros, reconoció que su actuación “fue determinante”. Y no se refería tan solo a la factura de los goles, sino al liderazgo a la hora de defender, construir y ejecutar las jugadas.

Susaeta es eibarrés y vive en Eibar, una localidad fronteriza entre Bizkaia y Gipuzkoa. Allí, donde reside con su compañera, sigue frecuentando la cocina de su madre y alimentando su imagen de tipo introspectivo, no arisco, pero sí de pocas palabras. Habitualmente, es de los primeros en salir de Lezama tras los entrenamientos, lo que le somete a un mayor desgaste ante los aficionados que esperan tras la verja en busca de autógrafos de sus ídolos. Ahora le pedirán todavía más. Lo cierto es que el domingo ante la Real, Iraizoz y él eran los dos únicos futbolistas que nunca habían vestido la camiseta de la selección nacional, rodeados de internacionales españoles, venezolanos o sub 21. Pero cogió la bandera del partido y la llevó por todo el campo.

“Me dio pena que la primera falta que lancé, la que dio en el larguero y luego en la espalda de Bravo, no fuera gol porque, para mí, fue mejor que la que fue gol”, dice.

Susaeta, al que todo el mundo adivinaba el porvenir, fue un producto inicial de Caparrós tras haber llegado al Athletic con 10 años. Sin embargo, el técnico sevillano nunca las tuvo todas consigo y le dosificó tanto que Susaeta comenzó a dudar. Era habitual, cuando salía de suplente, que intentara lo imposible, tratar de hacer más cosas de las que caben en un segundo, con el fin de agradar a su entrenador. Muchos técnicos del Athletic entrevieron un grado de confusión que, unido a su carácter introvertido, podía anunciar un grado de indolencia y apresuramiento. En cierto modo, se reeditaba la experiencia de Fernando Llorente.

“Caparrós me dio la oportunidad y se lo agradezco, pero Bielsa me ha dado la continuidad”, decía ayer en El Larguero, de la SER. Era como pasar de Susa, como le llamaba Caparrós, a Susaeta, en versión Bielsa. Hoy es el tercer mejor asistente de la Liga y ante la Real, guipuzcoano él, se marcó el mejor partido de su historia rojiblanca.

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